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6.5 Algunas estrategias de lectura y escritura

Balanza romana de bronce

Balanza romana de bronce, encontrada en Pompeya.
Wellcome Library, London / CC BY 4.0

Una vez que se aparece al ensayista un determinado tema o problema, procurará escribirlo y dar un orden a sus ideas. En el ensayo, el que piensa escribe; de esta manera, el modo de pensar y el modo de decir se presentan al mismo tiempo. En la mayoría de los casos el ensayo está escrito en tiempo presente; así, el lector asiste a una verdadera representación del modo en que el ensayista ve, piensa y escribe. Por ello, al leer un ensayo se presencia un despliegue de ideas, como si se el ensayista lo hiciera en "tiempo real" y compartiera con el lector su afán de entender el mundo.

Los ensayistas siguen distintas estrategias de escritura: puede predominar el orden argumentativo, según el cual las ideas se presentan de acuerdo con una disposición y jerarquía determinadas; o pueden escoger el orden asociativo, en el que las ideas van enlazándose con mayor libertad, como una red. En el primer caso, puede adoptarse, por ejemplo, un orden que pase de causa a efecto, de efecto a causa, de lo general a lo particular, de lo particular a lo general, de mayor a menor, de menor a mayor, etcétera.

En ocasiones se prefiere una presentación cronológica, diacrónica, donde predomine el orden temporal, el devenir; o se adopta una visión espacial, predominantemente sincrónica. Otras veces el ensayista intenta conversar, "hacerse amigo", atraer al lector, o tomar una posición de discusión y beligerancia más fuerte. Todos estos extremos dan lugar a una combinatoria infinita. A continuación se presentan algunas posibles estrategias.

a] El orden argumentativo: Para ensayar un tema o problema específico, puede partirse de sus antecedentes, seguidos de la presentación y del comentario de los autores que lo han desarrollado con anterioridad; luego puede ofrecerse un análisis e interpretación personal y fundamentada, seguida de una conclusión. De este modo, se dará primero la introducción o presentación del tema; segundo, la exposición o desarrollo de las ideas, con fundamentación en distintos tipos de pruebas; tercero, la conclusión. En cuanto a las pruebas en que se apoya la demostración, se trata de llevar a cabo un razonamiento correcto, de apelar a referencias históricas o interpretativas, a autores u obras que ya se hayan referido a ese tema como criterio de autoridad, y citar las fuentes de manera convincente.

b] El orden cronológico: Para hablar de un escritor y su obra puede comenzarse por una presentación de sus datos biográficos, seguidos por el orden de aparición de sus obras más importantes. La presentación cronológica o histórica de los acontecimientos sugiere un orden causal: aquello que se dice primero parece ser la causa de lo que se dice después.

c] El orden descriptivo: El ensayista suele detenerse en ciertas claves que dan sentido al conjunto. En muchos casos una descripción bien lograda permite también "iluminar" un tema; asimismo, da lugar a la "escenificación", dramatización o performación de una determinada escena o situación.

d] El orden causal: En muchos casos se puede hacer una exposición de temas y acontecimientos que obedezca un ordenamiento causal, con apoyo en la observación y la experimentación si se trata del mundo de la naturaleza, pero también si se apela al orden de las acciones y las pasiones.

e] El orden de la experiencia: El ensayista parte de su experiencia para desarrollar un tema. Al hablar del amor, la enfermedad, la muerte, etc., evoca sus vivencias, así como los sentimientos y las intuiciones que desea compartir. El orden, en este caso, estaría dado por el dictado de la propia experiencia subjetiva, que intenta presentarse objetivamente. En ensayos de este tipo interviene la evocación de la memoria antes que la evocación cronológica.

f] El orden comentativo: El ensayo se adapta al orden del texto o tema sobre el que se está hablando. El comentario se adapta a lo comentado; la crítica puede también ordenarse de acuerdo a las partes o secciones que se critican. Si bien algunos críticos consideran que se corre el riesgo de dar al ensayo un orden parásito al convertir nuestro ensayo en "huésped" de la cosa o fenómeno a que nos estamos refiriendo, esto permite también dar cuenta fiel y hacer un ejercicio de acercamiento a los mismos.

g] El orden crítico: El ensayo puede adoptar una perspectiva crítica mucho mayor del acontecimiento o tema por él tratados, e incluso hacer de la antítesis, la ironía, la hipérbole o la paradoja sus herramientas de análisis a la vez que de toma de distancia, en una amplia gama que va de la adopción de una postura crítica a la heterodoxia y el exilio. El detonante del ensayo puede ser el interés por llevar a cabo una crítica de las costumbres, las ideas comunes, los prejuicios de una época; esto se hace con seriedad, con humor o con ironía. "La carretilla alfonsina" de Gabriel Zaid59 comienza con la evocación de un chiste que lo conducirá a criticar, con fina ironía, la falta de miras de muchos lectores de la obra de Alfonso Reyes.

g] El orden de las lecturas: En muchos casos el ensayo es la escritura de una lectura, esto es, retoma un diálogo con los libros y el mundo de las bibliotecas, discute con otros autores y repiensa distintas tradiciones literarias. Un ejemplo de esto es el ensayo "El ruiseñor de Keats"60 cuyo autor, Jorge Luis Borges, lee admirado un poema del autor inglés sobre el ruiseñor, y se pregunta si ese pájaro que una tarde escuchó el poeta es el mismo que escuchamos cantar hoy: ¿hay infinidad de ruiseñores o se trata sólo de uno, del mismo? La experiencia indica que se trata de múltiples, infinitos pájaros, que nacen, se reproducen y mueren. Pero, ¿el canto del ruiseñor que escuchó Keats es diferente del que escuchan los lectores? La pregunta tiene ante todo valor estético.

En suma: el orden compositivo del ensayo es muy variable y libre, puesto que no sigue un sistema de reglas compositivas fijas (como sí puede tenerlas, por ejemplo, un soneto). En algunos casos se apega al esquema retórico básico: introducción, desarrollo, conclusiones. En otros retoma las partes retóricas pero les da otro orden: es muy frecuente que el ensayista empiece por las conclusiones. También puede seguir un orden lógico, causal o subordinado, por medio del cual los temas se estructuran de lo general a lo particular, de lo particular a lo general, o van de menor a mayor, de mayor a menor, etc. Otros ensayos prefieren el fragmento y la coordinación entre las distintas partes ordenadas de manera reticular, sumatoria, como las cuentas de un collar o un montaje de elementos dispersos. "La muralla y los libros" de Borges, que es ensayo a la vez que ficción, sigue en su primera parte un ordenamiento absolutamente lógico, pautado por una combinatoria perfecta; de esta manera, el lector se siente conducido al mundo de las probabilidades matemáticas y es sorprendido con un final genial.

El ensayo puede ser crítico o lúdico, serio o juguetón, calculado o gratuito, porque, en ocasiones, el humor, la ironía, la risa, preparan al lector para participar en esa aventura intelectual. El ensayo no sólo busca dialogar con el lector, sino participar de sus descubrimientos, atraerlo, conmoverlo ¡hasta irritarlo!, con el objeto de que no se mantenga pasivo y participe en una experiencia intelectual. En "Sobre el placer de odiar",61 William Hazlitt aborda un tema tabú para la sociedad de su época, que fue el siglo XIX, pero también de la nuestra.

El ensayista da la sensación de que se encuentra en un lugar privado, secreto, y cuenta al lector sus propias e intransferibles experiencias autobiográficas, o bien prefiere discutir con la sociedad, la historia, la tradición literaria, en un permanente diálogo entre lo público y lo privado, en ese puente ya mencionado entre el carácter egoísta y cívico a la vez. Algunos ensayistas enfatizan los aspectos vivenciales, corporales; el propio Montaigne gustaba hablar de sus deseos, dolores, apetencias, y declara que hubiera deseado mostrarse desnudo si las costumbres de su medio así lo hubieran permitido. Otros ensayistas, en cambio, se asumen ante todo como sujetos de pensamiento (Bacon); adoptan una posición neutral, como verdaderas materias pensantes (Locke); o prefieren posturas abiertas y declaradamente ideológicas (Voltaire).

Finalmente, deseamos insistir en que desde Montaigne hasta la actualidad, el ensayo es siempre ejercicio de ética y de responsabilidad. Al estar firmado, como todo documento de valor legal o comercial, implica que el ensayista asume toda la responsabilidad de lo que dice; así, se compromete, responde a fondo por su texto y el texto a su vez lo avala. El ensayo es, en palabras de Montaigne, un acto de buena fe, sin dobleces ni mentiras, que garantiza la verdad de lo que se piensa, de lo que se dice, de lo que se siente. El ensayo es siempre una interpretación responsable.


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