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6.4 El punto de vista como punto de partida

Lectura junto al mar

Lectura junto al mar, de Vittorio Matteo Corcos, circa 1910.

La convención que sigue el ensayista es "el que piensa escribe". Es fundamental en él la singularidad del punto de vista a la vez que la personalización de la materia tratada. Algunos críticos han puesto en evidencia que todo ensayo ofrece una doble perspectiva, ya que por una parte remite al mundo y por la otra a la propia mirada del autor:

Se comprende por qué el ensayista es incapaz de objetividad. El ensayo es el producto de una tensión entre dos deseos aparentemente contradictorios: describir la realidad tal como es en sí misma e imponer un punto de vista sobre ella. El ensayista intenta conciliar el en sí y el para sí, reivindica la praxis como condición de la manifestación del ser. Para él, lo real no existe sino como experiencia; el auditorio al que se dirige es el lugar donde ella se actualiza […] El ensayo pertenece incontestablemente a la literatura, si, como lo quiere Paul de Man, el lenguaje literario "significa implícitamente o explícitamente su manera de ser retórica". La retórica del ensayo hace participar al lector en una experiencia global en la cual la realidad es percibida como literaria; ella lo integra a un contexto a propósito del cual el autor ha decidido decir cualquier cosa, siempre estando él mismo comprometido con ella.49

El ensayo es así la representación de una forma singular de interpretación a la vez que interpretación de una forma peculiar de representación: se manifiesta por medio de él un modo de mirar el mundo y es la performación de una experiencia intelectual. Cuando Thomas de Quincey se refiere a "El golpe a la puerta en Macbeth",50 nos ofrece una perspectiva novedosa: propone que, en lugar de hacer caso al entendimiento (Understanding) de una obra, el lector atienda a ese otro dato fuerte de la experiencia que escapa a lo racional pero dice tanto o más que lo puramente racional. Al desplegar esta nueva forma de juicio logra a la vez re-presentar para nosotros y hacernos partícipes del descubrimiento de uno de los secretos de la grandeza de Macbeth; a través del enlace de un caso particular (el golpe a la puerta en una obra de Shakespeare) con un problema estético general, De Quincey ha juzgado de un tema a partir de nuevos valores juzgadores que, además, se revierten en la lectura y nuestra propia forma de juzgar su propio ensayo.

El ensayo implica, por así decirlo, la puesta entre comillas de un determinado tema que, al marcarse como tal, se señala como problema. Es también, inversamente, la conversión de todo problema en tema: es en este caso quitar el entrecomillado que pone la cultura para singularizar una cuestión y tratarla de manera general. Es el entrecomillado de una determinada cita o afirmación que al ingresar a su textura se convierte en parte de un diálogo, acuerdo, polémica, autoridad o crítica de la autoridad, y es a la vez el rescate de ciertos elementos de un diálogo que puede llegar a pulir y abstraer de tal manera que se convierten en temas o "vectores" con vida propia. Cuando en "Desembalando mi biblioteca", Walter Benjamin se decide a poner entre comillas el concepto de "colección", lleva a cabo uno de los abordajes más valientes y profundos de la relación de un hombre con las cosas.51 El ensayo se muestra así como la realización escritural y textual, y la configuración y conformación del acto mismo de juzgar; es la reapertura valorativa de distintos temas del mundo.

El ensayo es la manifestación transparente de un estilo del decir y del pensar el mundo; asimismo es la representación literaria u opaca —y por lo tanto la organización con voluntad de forma y participación al lector— de ese estilo singular y responsable de entender y evaluar un cierto estado del mundo. Nos hemos referido ya al ejemplo de Octavio Paz.

El ensayo es también la escritura de una lectura y la lectura de una escritura; esto se comprueba al leer a Jorge Luis Borges o Ricardo Piglia.

El ensayo es la inscripción del acontecimiento en el sentido, es despliegue del tiempo a la vez que salvación del tiempo. Inversamente, el ensayo es reconversión de todo sentido en acontecimiento, es nueva colocación en el tiempo de temas y conceptos preformados. Los lectores de Proust saben a qué niveles de maravilla conduce su manera de relacionar experiencia y recuerdo.

El ensayo es la forma creativa del pensamiento crítico y es la forma crítica de una manifestación creativa, en cuanto puede aspirar, en sus extremos, a la pura expresión creativa o al análisis de un argumento: inteligencia racional y libertad lírica se aplican a una escritura que tanto puede apoyarse en razones interiores como aplicarse a un tema que le participa sus propias exigencias. Textos como los de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y tantos otros grandes escritores-críticos dan muestra de ello.

El ensayo es un viaje intelectual realizado en el mapa simbólico del conocimiento del mundo (los recorridos ensayísticos de Montaigne, Bacon, Voltaire, Humboldt, Martí, así lo muestran). Pero consigna también esa otra forma de curiosidad y exploración que puede llegar a desembocar en última instancia en un viaje de ficción o en la forma paradójica de "un viaje inmóvil", tal como reza el título de uno de los más hermosos ensayos de Odisseas Elytis.52

El ensayo es la representación textual de un acto singular de interpretación y puesta en valor, con voluntad de forma, estilo, expresión, diálogo, responsabilidad y respondibilidad, y es la interpretación de representaciones culturales anteriores.

El ensayo es dotación de sentido fundada y fundante respecto de un cierto estado del mundo, tal que funda y es fundado por sus propios valores juzgadores. Se da así la inscripción de la propia interpretación en un horizonte más amplio que el ensayo instaura a la vez que se convierte en su punto de partida y apoyo.

El ensayo es el despliegue, en tiempo presente, de una forma enunciativa relacionada con el entender y el explicar el mundo. Así se enfatiza el carácter activo del acto de ensayar, a la vez que su configuración y su inscripción en una institución literaria dada. Esto nos lleva a insistir en el carácter activo, generativo, del acto de ensayar. El ensayo no es sólo un enunciado, sino la representación del acto enunciativo, intelectivo y creativo a través del cual se performa este acto.

Inspirados en Ricoeur, es posible afirmar que el ensayo se da también como enlace entre el acontecimiento y el sentido; esto es, entre la situación, la experiencia de vida, el mundo fenoménico de que proviene quien lo escribe, y el horizonte interpretativo que le da sentido.

El ensayo es dotación de sentido a la vez que fundación por el sentido. En efecto, el ensayista hace mucho más que meramente escoger un tema: lo recorta, anticipa una interpretación del mismo, lo ilumina, lo dota de sentido. De allí que, si en algunos casos el autor puede tomar temas "actuales", en muchos otros casos no hace sino "reactualizar" los más diversos temas de acuerdo con una nueva pregunta que los ilumina con nuevo sentido. De allí también que el ensayista trabaje conceptos que Adorno denomina preformados culturalmente, esto es, ya cargados con un determinado significado y una determinada valoración social o cultural, a los que a su vez reinterpreta. El ensayista peruano José Carlos Mariátegui se refirió así explícitamente a los "valores-signo" de su cultura que él habría de someter a nuevo juicio. Es así de fundamental importancia el elemento interpretativo, dador de sentido y evaluativo para alguien más que participa en un esfuerzo de comprensión.

El ensayo traduce la relación entre lo público y lo privado, y resulta así, aunque parezca paradójico, a la vez el más huraño y el más sociable de los géneros. Cuando Walter Benjamin relaciona sus experiencias y evocaciones personales para iluminar alguna cuestión del mundo, el ensayo logra alcanzar una de sus más altas cotas de belleza y profundidad.

El ensayo reviste además una fuerte carga performativa, en cuanto se muestra como discurso en plena construcción que porta las huellas del momento enunciativo y en cuanto esfuerzo por representar ese acto de ensayar algo para alguien.

El ensayo es un viaje intelectual y sentimental que se traduce además en una configuración artística, así como una cierta voluntad de estilo y expresión, y se hace ostensible su carácter creativo, escritural, crítico: el ensayo es representación de representaciones, interpretación de interpretaciones.

El ensayo es además prosa mediadora entre la prosa, de allí su carácter de enunciado en diálogo con otros enunciados, que en su caso reviste una forma de citación y polémica características: mucho se debate, por ejemplo, si es o no necesario que el ensayo adopte un sistema de notas a pie de página que validen lo que en él se afirma, o si es suficiente la validación dada por el modo en que las menciones a distintas obras y autores se insertan en el texto. Críticos como Angenot colocan al ensayo dentro de la familia de la prosa de ideas.

Si atendemos, por fin, a la obra de algunos de los más eminentes representantes del género, desde su fundador, Michel de Montaigne, hasta, en nuestro medio, Alfonso Reyes y su preocupación por repensar la relación del hombre y la cultura, Octavio Paz en su búsqueda de la relación entre luz e inteligencia o Tomás Segovia y su preocupación por el valor y el deseo, descubriremos que el ensayo, lejos de agotarse en discusiones de corto plazo, llega a asomarse a un horizonte último de sentido que tiene relación con lo decible o lo pensable mismo: en sus más altas expresiones, el ensayo se relaciona por el vínculo entre esos dos ámbitos que Cornelius Castoriadis denomina lo instituyente y lo instituido en una sociedad.


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