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3.3.3 La literatura caballeresca

La muete de Tristán e Isolda

Miniatura de

La muerte de Tristán e Isolda

, autor desconocido, siglo XV.

Es así como la caballería medieval, cuyo origen fue eminentemente militar, poco a poco fue adquiriendo nuevos valores y un refinamiento que la llevaron, finalmente, a la sublimación poética que la hizo literatura. En la caballería se combinó una antigua y profunda tradición heroica que vinculó a los caballeros andantes con un arquetipo.12 El héroe, que es partícipe del folclore y está presente en todas las tradiciones épicas de la historia humana, en la literatura caballeresca se redefinió y se enriqueció con muchas otras tradiciones: los mitos clásicos grecolatinos, las leyendas europeas, el cuento folclórico y el amor cortés. Todo ello, más la caballería como actividad militar y cortesana, dio lugar a un héroe caballeresco que constituyó, en muchos casos, un modelo ideal de ser humano.

El héroe de la literatura caballeresca parte de un origen guerrero que se va poco a poco idealizando y poetizando. El más claro ejemplo de este proceso es el mismo rey Arturo de la tradición británica. La figura evolucionó desde un nebuloso caudillo difícilmente identificable, hasta convertirse en un héroe nacional e idealizado por el pueblo británico. Ya su mención en la Historia regum Britanniae (hacia 1135), de Geoffrey de Monmouth, es muestra de su evolución como personaje. Mientras que históricamente se tiene un caudillo militar, a partir de la Historia se empieza a consolidar como un mito, una leyenda que transformó al simple guerrero en un deslumbrante monarca:13

Era entonces Arturo un joven de quince años, de un valor y una generosidad sin precedentes. Su innata bondad le había granjeado tanto favor a los ojos del pueblo, que casi todos lo amaban. Tan pronto como fue coronado [...] comenzó a distribuir regalos entre sus súbditos.

Así que Arturo, en quien se daban cita la liberalidad y el coraje, resolvió atacar a los sajones, con ánimo de repartir las riquezas del enemigo entre sus camaradas. La propia justicia de su causa lo animaba a ello, pues había obtenido por derecho hereditario la soberanía de toda la isla.14

Y el propio Arturo, aquel famoso rey, fue herido mortalmente y, trasladado desde allí a la isla de Avalón a fin de curar sus heridas, [...] en el año 542 de la encarnación del Señor.15

En esta materia artúrica es fundamental la presencia de la aventura, poderoso ingrediente de la literatura caballeresca con el que su público pudo tener acceso a los sueños de un mundo ideal, alejarse de la realidad cotidiana y hallar un respiro de exotismo donde lo maravilloso formaba parte de un mundo perfecto regido por valores absolutos:

La esencia de la aventura es difícil de definir y, sin embargo, todos la identificamos perfectamente cuando aparece, porque constituye la base de nuestros sueños. Aventura es lo que asimilaban los lectores medievales de la literatura artúrica, y lo que sustentó el triunfo de la novela de caballerías durante un largo periodo; aventura es lo que recuperaron los románticos y que les proporcionó un rápido triunfo sobre el clasicismo, y lo que en la época del realismo literario se buscó en los libros de viaje.16

Es, pues, muy complejo definir y ubicar plenamente el género de la literatura caballeresca, pues en ella queda inserta una enorme cantidad de obras que estrictamente contienen caballerías, que es el elemento común a todas ellas y que les daría nombre a partir de su origen. Pero, como hemos señalado arriba, es también la aventura uno de los elementos fundamentales del género. Son estas las que, sobre todo, aquí nos interesan.

¿Cómo definir, pues, el género de los libros de caballerías? En el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias encontramos que en la entrada de caballería nos dice: "Libros de caballerías, los que tratan de hazañas de caballeros andantes, ficcionesgustosas y artificiosas de mucho entretenimiento y poco provecho, como los libros de Amadís,de don Galaor, del caballero del Febo y los demás".17

Hablar de la literatura caballeresca nos obliga a decir, en principio, de la novela de caballerías medieval y, luego, de los libros de caballerías que, aunque de fuertes orígenes medievales, son en realidad un producto ya del Renacimiento español (siglo XVI). Las novelas de caballerías son aquellas obras de ficción narrativa, generalmente en prosa y de extensión larga, que hablan de un mundo maravilloso, pleno de caballerías y aventuras.18

Las obras comprendidas en esta definición llegaron, sobre todo, como traducciones a la Península Ibérica durante la Edad Media y se pueden llamar novelas, pero con la precisión de que se trata de obras cuya temática es originalmente francesa o británica. Entre ellas podemos localizar la obra de Chrétien de Troyes, las versiones que de la leyenda de Tristán e Isolda elaboraron Béroul, Eilhart von Oberg, Gottfried von Strassburg y Thomas de Inglaterra; así como La demanda del Santo Grial, El baladro del sabio Merlín o Tristán de Leonís. El término novela no es aplicable, sin embargo, a las obras escritas originalmente en castellano al final de la Edad Media, tales como el Amadís de Gaula, Las sergas de Esplandián (Rodríguez de Montalvo) y sus continuaciones, ni a las numerosas obras caballerescas que se escribieron durante el Renacimiento español: Tristán el Joven, Primaleón, Félix Magno, Claribalte (Fernández de Oviedo) o el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, entre otras.19

Estas obras son historias de aventuras, que versan sobre combates, amores, búsquedas, separaciones y reuniones de personajes, viajes al otro mundo, o cualquier combinación de estos temas. La historia se narra principalmente como historia, aunque hay a menudo un subtexto moral o religioso. Sus autores emplean lo maravilloso con frecuencia, y el mundo en el cual se sitúan los personajes está alejado del mundo del público: de su época, de su lugar, o de su clase social [...]. Los libros de caballerías y las otras ficciones largas de la Edad Media crean su propio mundo, que no es el de la experiencia cotidiana de su público, se puede aplicar simbólicamente, pero no directamente, a la vida real de cada día [...]. Tratan, sin embargo, de emociones reales, alcanzando [...] niveles muy profundos de la experiencia emocional.20

Una vez hecha esta distinción genérica, es posible acercarse al Amadís de Gaula (escrito hacia 1482-1492), obra de la que Garcí Rodríguez de Montalvo refundió los tres primeros libros ya existentes; agregó un cuarto libro de su creación y continuó la historia en un quinto libro que intituló Las sergas de Esplandián. En la actualidad, la crítica literaria considera el Amadís de Gaula como la obra fundacional del género de los libros de caballerías hispánicos, ya que después de ella, a lo largo del siglo XVI y ya entrado el primer cuarto del siglo XVII, los ingenios renacentistas escribieron sus propias historias de aventuras y caballeros, muchas veces siguiendo el modelo amadisiano.

Es de una enorme complejidad poder establecer aquí todas las fuentes del Amadís de Gaula y de las subsiguientes sagas de caballeros aventureros que fueron narradas en los librosdel siglo XVI. Asimismo, el éxito que estas obras tuvieron en el público de su tiempo,produjo un abundante número de títulos que hoy constituyen una amplia lista aún a la esperade ser estudiada.

Lo expuesto es, quizá, lo más importante de la literatura caballeresca medieval: su trascendencia cultural en el futuro de las literaturas hispánicas. Es fundamental la presencia de los libros de caballerías como germen de lo que sería la novela moderna en lengua española, y que Miguel de Cervantes dejó manifiesto con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Es igualmente significativo el impacto que esta narrativa tuvo en el ánimo de los conquistadores españoles que viajaron a colonizar América y cómo, con ese imaginario de los libros de caballerías, entendieron y reinterpretaron el Nuevo Mundo al que se enfrentaban.

primera edicion del Quijote

Primera edición de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes
(1605), Madrid, Cátedra, 21a. ed., 2001, p. 72.

Tal vez no haya mejores palabras para definir los libros de caballerías castellanos y su trascendencia en la cultura hispánica, como aquellas que precisamente se encuentran en El Quijote y que fueron las mismas que, hablando de su gloria y esplendor, aniquilaron el género con burla y humor, hasta casi dejarlo en el olvido durante tanto tiempo:

—¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad? Y, ¿cómo es posible que haya entendimiento humano que se dé a entender que ha habido en el mundo aquella infinidad de Amadises, y aquella turbamulta de tanto famoso caballero, tanto emperador de Trapisonda, tanto Felixmarte de Hircania, tanto palafrén, tanta doncella andante, tantas sierpes, tantos endriagos, tantos gigantes, tantas inauditas aventuras, tanto género de encantamientos, tantas batallas, tantos desaforados encuentros, tanta bizarría de trajes, tantas princesas enamoradas, tantos escuderos condes, tantos enanos graciosos, tanto billete, tanto requiebro, tantas mujeres valientes; y, finalmente, tantos y tan disparatados casos como los libros de caballerías contienen?21

En la cita anterior están sintetizadas las características genéricas de los libros de caballerías, pero también las huellas de una larga tradición caballeresca heredada desde el medievo y que han permeado, no sólo la producción literaria de los siguientes siglos, sino la vida misma del mundo hispánico con conductas y gustos caballerescos que, hoy por hoy, son parte cotidiana de nuestra conducta.


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