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1.2.3 No siempre se ha leído igual…

Anciana leyendo la Biblia

Anciana leyendo la Biblia, de Albert Anker, 1904.

A pesar de que el proceso de lectura pueda describirse, en términos generales, como una actividad que involucra al texto y su lector, es necesario tener presente que es también una práctica que ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de la historia occidental.

Roger Chartier, especialista en cultura escrita, indica que la relación entre lectores y textos se ha modificado a lo largo de la historia a partir de tres factores fundamentales:

  1. Las transformaciones técnicas de reproducción de los libros: si bien durante siglos las copias de los textos se hicieron a mano, la invención de la imprenta en el siglo XVI fue un acontecimiento de gran trascendencia en la relación entre el público y los textos, ya que posibilitó que sectores cada vez más amplios de la población tuvieran acceso a los materiales impresos y, con ello, a la experiencia de lectura de una gama amplia de textos escritos.
  2. Las mutaciones formales del libro: los primeros soportes de los textos escritos de los que se tienen noticias fueron las tablillas de arcilla o cortezas de árbol sobre las que se hacían inscripciones, posteriormente se utilizaron rollos de papiro. En los primeros siglos de nuestra era se creó el códice (codex, en latín), antecedente del libro formado por cuadernos que se conoce actualmente. Entre los siglos XVI y XVII se modificaron los dispositivos visuales de la hoja impresa y ahora, en el siglo XXI, la gente lee en una pantalla de computadora.
  3. Los cambios culturales en los modos de lectura: desde la invención de la escritura y durante miles de años, la lectura o la transmisión de los textos se realizaba en voz alta o media voz, muchas veces en el seno de un grupo que escuchaba atentamente. Debido a lo anterior, muchos textos —sobre todo antiguos— no estaban destinados a un lector solitario y silencioso, sino que tenían una función ritual, colectiva, a partir, fundamentalmente, de una representación del texto en la que se combinaban voz, gestos y movimientos de quien leía o hablaba. Este modo de lectura, aunque sigue vigente en ciertos contextos, fue perdiendo terreno poco a poco frente a una nueva manera de leer: la lectura en silencio.

La lectura silenciosa no existía antes de la Edad Media, tal como lo demuestra la sorpresa de san Agustín —consignada en sus Confesiones— al descubrir que cuando el obispo Ambrosio leía, "sus ojos corrían por encima de las páginas, cuyo sentido era percibido por su espíritu; pero su voz y su lengua descansaban".19 Esta nueva práctica, que fue propagándose después de la invención de la imprenta y que se caracterizó por una experiencia de orden visual, silenciosa y solitaria en la que el lector podía dar rienda suelta a sus pensamientos y emociones, dio origen a la esfera de la intimidad y de lo privado.

Los lectores contemporáneos deben tener en cuenta las transformaciones en los modos de lectura, las técnicas de reproducción textual y soporte material cuando se enfrenten a textos del asado o de tradiciones distintas a la propia, ya que en la medida en que tengan presentes estos factores relacionados con las formas de circulación, de recepción y de valoración de dichos textos, alcanzarán una comprensión más plena y compleja de las obras literarias.


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