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1.3 MÉXICO Y LA TRADICIÓN MEDITERRÁNEA

Clara Inés Ramírez González


1.3.1 ¿Una tradición occidental o mediterránea?

Por cultura occidental suele entenderse la forma de organización de la sociedad europea que se expandió por todo el mundo a partir del siglo XVI y sobre la cual se desarrollaron los procesos globales que integran a los países del mundo actual. Esta llamada cultura occidental llegó a México mucho antes que a otras partes del planeta, pues sus manifestaciones fundamentales comenzaron a hacerse presentes en el territorio con la llegada de los españoles, a partir de 1519. El proceso de conquista y colonización posterior fomentó las migraciones peninsulares y aseguró el desarrollo y la reformulación de esa cultura en suelo americano. Hoy en día resulta muy evidente que esa tradición occidental es una de las herencias más importantes de nuestro país. Por tanto, es necesario comprenderla bien, para poder asimilarla y hacerla nuestra.

Antes que nada, cabe preguntarse por qué a esa cultura se le llama occidental, a qué occidente nos referimos, y si esa caracterización es la que mejor describe aquella tradición que hoy forma parte de México. Para responder a estas cuestiones, debemos partir del hecho de que la llamada cultura occidental llegó a nosotros por medio de la península Ibérica.

La cultura hispánica o castellana de aquella época puede resumirse en algunos rasgos básicos: una lengua, el español o castellano; una religión, el cristianismo; una forma de gobierno, siempre en tensión: la monarquía y sus súbditos, y una manera embrionaria de organizar la producción de sus bienes materiales: el naciente capitalismo. Pero la tradición hispánica era, a su vez, una suma de tradiciones e historias de otras sociedades. El castellano o español era una lengua romance, formada durante el siglo VIII a partir del latín. El cristianismo era una religión surgida en las costas palestinas y definida, en buena medida, en Medio Oriente; los más importantes teólogos del primer cristianismo vivieron en ciudades como Antioquía (en la actual Turquía), Alejandría (en Egipto) o Constantinopla (Estambul). Políticamente hablando, la monarquía de Carlos V estaba inmersa en un proceso de concentración de poder que la enfrentaba con los defensores de formas horizontales de ejercicio de la autoridad. Ambas tradiciones de gobierno, el absolutismo y la soberanía popular, habían estado en conflicto en los pueblos mediterráneos desde, por lo menos, el mundo griego del siglo V a. n. e. El capitalismo, naciente en toda la Europa del siglo XVI, se abría paso, violentamente, sobre las tensiones entre campesinos y señores, comunes también a todo el espacio mediterráneo.

Vista en toda su complejidad, la tradición hispánica era parte de una formación cultural mayor, que correspondía no sólo al mundo europeo, sino a todo el Mediterráneo. Por lo tanto, más que de una tradición occidental, debemos hablar de una tradición mediterránea, que se forma lentamente y en la que participan muchos pueblos. Los españoles que llegaron a México traían consigo esa historia mediterránea, a la que podemos reconocer hoy, entre otras, como una de nuestras tradiciones culturales.

La cultura mediterránea, a diferencia de otras tradiciones que conforman a México, ha cultivado la escritura de su historia como una disciplina de autoconciencia. El primer libro de historia fue compuesto por el escritor griego Heródoto de Halicarnaso, durante el siglo V a. n. e. Desde entonces, los historiadores han ido moldeando las explicaciones sobre el pasado y han señalado los momentos más importantes en el desarrollo de esta tradición. La cultura mediterránea asoció la escritura de la historia a la historia misma, dejando la investigación de pueblos y sociedades que no escribieron a otras disciplinas como la arqueología o la antropología. Para ese mundo mediterráneo, donde la historia empieza con la escritura de la historia, el mundo griego clásico es el punto de partida. Los historiadores posteriores encadenaron la historia griega con la romana, haciendo de Grecia y Roma una unidad conocida como el mundo clásico. Se suele decir que éste entró en abrupta decadencia a partir del siglo III de nuestra era, y que despertó en el siglo XI, después de años de penuria, para dar paso a la floreciente cultura occidental europea que se expandió por el mundo en el siglo XVI.

En este libro, en cambio, consideramos que hay tradiciones que no necesariamente se transmiten por escrito. Y aunque la falta de grafía dificulte su conocimiento, esto no impide que sus logros y creencias perduren y estén presentes en la sociedad mexicana de hoy. Por eso, consideramos que la cultura de los pueblos indios originarios y la de otros pueblos migrantes, africanos o asiáticos, conforman, junto con la mediterránea, las tradiciones del México actual.

Asimismo consideramos que la historia de esa tradición occidental ha sido contada de manera sesgada. La llamada historia mundial o universal está escrita, sobre todo, fuera de México, y responde a problemas que no han sido planteados a partir de nuestra realidad cotidiana. Así, nuestra visión de la historia universal resulta ajena, lo que nos impide ver la riqueza de nuestro pasado. Si entendemos la dimensión mediterránea de Grecia y Roma, y dejamos de concebirlas como entidades exclusivamente occidentales, podemos entender mejor la diversidad de la cultura hispánica, donde los árabes tenían un papel fundamental, y podemos también comprender más ampliamente nuestra propia diversidad. México es y ha sido un país abierto a las migraciones, y eso puede explicarse por la multiplicidad de las tradiciones culturales que lo conforman. En este mismo sentido, vista desde México, la caída del mundo Clásico, más que un desastre, puede entenderse como un desplazamiento de los centros de poder y cultura hacia Oriente. Mientras el noroccidente mediterráneo estaba en crisis, el Oriente florecía. Asimismo, el resurgimiento europeo debe ser entendido como el regreso a Occidente de una tradición mediterránea común.187

La reinterpretación de la historia universal desde México nos devuelve una historia propia más amplia y más compleja, que sin embargo resulta más fácil de asimilar, defender y reorientar hacia el futuro, según las necesidades actuales de nuestro país. El camino es arduo y requiere especialistas interesados en problemas globales. La visión de la historia mediterránea que presentamos a continuación es un primer intento por ir caracterizando sus hitos más importantes y la relevancia que tienen para el México de hoy.


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