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1.2.1 La trata atlántica de esclavos

Una de las bases de la expansión europea de los siglos XV al XIX fue el comercio de seres humanos provenientes del continente africano y su esclavitud en los espacios económicos americanos. Este proceso histórico, junto con los descubrimientos geográficos, la formación del Estado absoluto, el desarrollo de las ciencias y el esplendor de las artes, cambiaron la faz de Europa, y la volvieron moderna y planetaria.

"Trata atlántica" es el nombre del comercio de esclavos procedentes de distintas regiones de África, organizado desde finales del siglo XV y hasta finales del siglo XIX por comerciantes y monarcas europeos con las colonias americanas como destino. Este comercio fue parte sustancial de la formación y el desarrollo del mercado mundial. Algunos historiadores han calculado en 25 millones de seres humanos el volumen total del comercio esclavo que se operó por cuatro siglos a través de la ruta atlántica, sólo con base en los registros legales, sin contar el tráfico ilegal, ni a quienes morían antes de ser embarcados, en el trayecto, por enfermedad o durante las operaciones de captura.111

El reino de Portugal, situado en el extremo occidental de la Península Ibérica, se convirtió durante el siglo XV en la vanguardia de la navegación europea sobre el océano Atlántico. El principal interés de los portugueses era rodear África para establecer una nueva ruta con el mercado asiático frente al bloqueo de la ruta bizantina, tomada en 1453 por los turcos otomanos. Las colonizaciones portuguesas atlánticas y sus exploraciones sobre las costas occidentales africanas arrojaron resultados decisivos para el futuro del comercio de esclavos. Los lusitanos fundaron plantaciones de caña de azúcar e ingenios en las islas Azores y Madeira, y para su producción utilizaron esclavos adquiridos en las costas de África del Norte. La transformación de la función principal del esclavo, del servicio personal a su uso sistemático como mano de obra para la producción de bienes como el azúcar, marcó una diferencia sustancial frente la esclavitud mediterránea de los siglos anteriores y convirtió al esclavo africano en una de las principales mercancías de la expansión comercial europea.112

A su vez, el tráfico de oro y esclavos conformó una clase mercantil portuguesa cuyas familias rivalizaron por la obtención de mejores ganancias y contratos en las ciudades ibéricas y del norte europeo. Desde la segunda mitad del siglo XV y hasta la primera mitad del siglo XVII los portugueses fueron armadores, navegantes y establecieron colonias comerciales en las costas de África y hasta la India, donde asentaron centros de intercambio y almacenamiento de mercancías –sobre todo esclavos– organizaron la trata africana, las rutas del tráfico y, durante la anexión española de Portugal, la trata americana.

En junio de 1494, casi dos años después del primer viaje de Colón, los reyes católicos celebraron con Juan III, rey de Portugal, el Tratado de Tordesillas, mediante el cual se establecía una línea de demarcación de polo a polo a 370 leguas al oeste del archipiélago de Cabo Verde. Todos los territorios descubiertos al oriente de la línea pertenecerían a Portugal, lo que incluía a Brasil y a todo el continente africano. Por su parte, las Coronas hispánicas se quedarían con el derecho a las indias occidentales. El acuerdo dejó fuera a los españoles del control directo de la fuente principal de esclavos: el continente africano.113

En general, la historiografía contemporánea sobre la introducción de africanos en el Nuevo Mundo suscribe que las empresas europeas en América demandaron mano de obra externa en vista de la caída demográfica de las poblaciones nativas, diezmadas por la rapacidad de los conquistadores y por las epidemias.114 Sin embargo, debe considerarse que la introducción masiva de esclavos en las empresas americanas sólo se produjo hacia finales del siglo XVI, una vez que el dominio comercial y la influencia política de los portugueses sobre los reinos de África Central les permitió extender el comercio y captura de esclavos, y sólo hasta que se organizaron las principales actividades productivas en América. Es decir, hasta que los procesos de dominación ibérica de África y América se consolidaron. Ese momento se vio favorecido por la unidad política y administrativa ibérica bajo un mismo monarca.115 Fue así que se produjo un mercado extenso, demandante y seguro para la hasta entonces limitada trata de esclavos africanos.

Durante la primera mitad del siglo XVI, los principales centros de exportación de africanos estaban situados en la región de Cabo Verde, donde se concentraban esclavos provenientes de una amplia zona de la costa occidental africana que abarcó desde el río Senegal, al norte de Guinea, hasta el río Volta, al sur de la Costa de Oro, donde se fundó San Jorge de Mina. Durante la segunda mitad del siglo XVI, fue la factoría de la isla Santo Tomé el principal centro exportador de mano de obra esclava proveniente de la Costa de Mina, Benin e incluso de los reinos bantúes al norte del río Zaire. En tanto que desde finales del siglo XVI y durante el siglo XVII, el principal puerto exportador de fuerza de trabajo esclava fue São Paulo de Luanda, en el reino de Ndongo, llamado Angola por los europeos, donde se concentró la mayor parte de esclavos provenientes de los reinos bantúes del centro de África. Los rescates de negros, es decir, su intercambio o captura en las costas continentales africanas y en los reinos establecidos en las zonas occidental y central de África, fueron organizados por los colonos portugueses de los tres centros de exportación.

La experiencia portuguesa sobre las islas atlánticas y África, el dominio ibérico de América y su organización institucional, así como el inicio de la competencia naval europea, constituyen los factores detonantes de la trata atlántica, cuya historia puede explicarse en cuatro fases con base en las distintas hegemonías comerciales que se sucedieron.

Durante la primera fase, desde finales del siglo XV y casi todo el siglo XVI, se generaron las condiciones geográficas, económicas, políticas e institucionales que permitieron el desarrollo de la trata de esclavos. Entre 1595 y 1640 el comercio atlántico de esclavos se volvió masivo y sistemático bajo el control de los comerciantes portugueses.

Las dos primeras etapas del comercio transatlántico de esclavos africanos estuvieron caracterizadas por el control directo que los portugueses ejercieron sobre la extracción de esclavos de los reinos del África Occidental y Central, y por el control del tráfico hacia las Indias Occidentales, ejercido por la Casa de la Contratación de Sevilla, a partir de dos figuras legales: las licencias y los asientos. Entre 1640 y la guerra de sucesión española, en 1700, el comercio esclavo cayó en manos del contrabando. Fue el periodo de transición de la hegemonía ibérica del comercio mundial a la hegemonía de los navegantes holandeses, ingleses y franceses, quienes crearon compañías monopolistas y desarrollaron al máximo el tráfico esclavo durante el siglo XVIII.

La última fase de la trata atlántica fue la del libre comercio entre colonias y negreros, que se extendió hasta el siglo XIX, cuando los esclavistas norteamericanos y brasileños continuaron el negocio, mientras se abolía la esclavitud en diversas latitudes de Hispanoamérica y se conformaban las naciones latinoamericanas.116


La fase de gestación

La etapa inicial de la trata atlántica se caracterizó por la multiplicación de la experiencia portuguesa de producción azucarera con base en mano de obra esclava africana en las islas del Atlántico, hasta que se generalizó como modelo de producción en las exploraciones y colonizaciones ibéricas. Durante la primera mitad del siglo XVI, españoles y portugueses establecieron plantaciones de caña y centros de fabricación de azúcar en sus respectivas posesiones insulares y continentales de África y América.

En las colonias portuguesas de San Jorge de Mina, Cabo Verde, Santo Tomé, Loango y Luanda, la plantación azucarera con mano de obra esclava fue la actividad productiva que permitió el asentamiento. Este modelo se reprodujo en La Española, Santo Domingo y Curazao, y fue la base del primer ciclo económico europeo en Brasil. Asimismo, tras la toma de México-Tenochtitlan, los españoles de Cortés organizaron plantaciones de azúcar en la región de Veracruz y el valle de Amilpas, para las que requirieron la introducción de esclavos africanos.117

Por otra parte, el desarrollo de la navegación desde principios del siglo XVI y el tráfico comercial en las costas atlánticas de África conformaron una clase mercantil genovesa, andaluza y portuguesa, conocedora de las múltiples transacciones que se efectuaban en las ciudades-puerto ibéricas, en las factorías africanas y en los puertos americanos. La ventaja de haber comenzado antes las exploraciones permitió a esta clase mercantil acaparar las actividades fundamentales del tráfico negrero.

Durante el mismo periodo, el poblamiento español en América pasó del aprovechamiento directo del tributo y el trabajo indígena a la organización de la población para la producción en las empresas de los europeos, en especial la explotación de minas.118 Se crearon ciudades principales, puertos, centros mineros y las redes económicas, políticas y sociales que los vincularon. Como las ciudades de México y Puebla, y sus lazos con los centros mineros y el puerto de Veracruz.119

En el tiempo de las invasiones hispánicas de principios del siglo XVI en América, la llegada de africanos al Nuevo Mundo estuvo circunscrita a los esclavos de servicio personal que acompañaban a los navegantes, conquistadores y primeros pobladores. Se trata de la época de exploración y establecimiento europeo en las islas caribeñas, que fueron el punto de partida de las conquistas hispánicas sobre los señoríos indígenas del continente americano y de las misiones evangelizadoras que las sucedieron. Los indios fueron la fuente principal de fuerza de trabajo para construir la infraestructura inicial de la colonización.

Del otro lado del Atlántico se consolidó la penetración portuguesa en África. Los emplazamientos militares y comerciales de principios del siglo XV en la costa occidental, Arguín y Santiago en Cabo Verde, sirvieron de base a los lusitanos para organizar los establecimientos de San Jorge de Mina, en 1481, y Santo Tomé, Cabo López, Loango y Luanda, a partir de 1485, en las costas atlánticas de África Central. La actividad principal estuvo orientada al intercambio de marfil, oro y esclavos con los reinos africanos.

Desde Cabo Verde hasta Luanda, toda la zona de penetración portuguesa estuvo organizada en tres regiones de operaciones económicas distintas: la zona conocida por los portugueses como Guinea y Costa de Oro, cuyo centro comercial fue Cabo Verde; la zona de la Costa de Malagueta y la Costa de los Esclavos, organizada en función del fuerte de San Jorge de Mina, y la zona administrada desde Santo Tomé, que se extendió a partir del reino de Benin y hasta Angola, con puerto en Luanda. La Corona portuguesa obtenía beneficios del tráfico comercial arrendando por cuatro o seis años a colonos particulares el derecho de realizar contratos con los africanos de estas zonas. Los beneficiarios de este derecho fueron conocidos como rendeiros.120

Durante la primera mitad del siglo XVI la región controlada por Cabo Verde se convirtió en la principal exportadora de esclavos hacia América. La trata se realizaba en las costas de África Occidental, donde se intercambiaban esclavos provenientes de los reinos establecidos en las riberas de los afluentes del Níger, desde Senegal hasta los ríos de Sierra Leona. Una extensa región que fue conocida como Guinea.121

El espacio económico organizado con base en San Jorge de Mina, fundado en la población costera de Odena, orientó el intercambio de esclavos a la explotación de minas de oro. Los cautivos provenían de los pueblos asentados entre los ríos Bandana y Volta, subordinados al reino Twi. A diferencia de los espacios mercantiles de Cabo Verde y Santo Tomé, el espacio extractivo de Mina no fue abierto al comercio internacional durante el siglo XVI.122

Santo Tomé, el otro centro organizador de la trata de esclavos, cobró importancia desde finales del siglo XV,123 donde los esclavos extraídos de las costas de Benin y los reinos bantúes de la región de Loango se orientaban hacia San Jorge de Mina. Así, la mano de obra centroafricana transitó por el archipiélago lusitano hacia la explotación de las minas del occidente africano.124

Durante el siglo XVI los colonos de Santo Tomé organizaron el intercambio comercial y, en especial, la trata de esclavos con los reinos bantúes de África Central: Loango, Congo, Ndongo y Matamba; a través de Cabo López y el puerto de Luanda. De igual forma, la isla fue la base desde donde partió la evangelización cristiana sobre los bantúes, estratégica en la penetración política del reino de Congo y en el control de toda la zona, conocida a partir del siglo XVI como Angola. Desde los años setenta del siglo XVI, la mancuerna Santo Tomé-Luanda fue el punto de partida de los cargamentos negreros hacia las ciudades comerciales de Europa y los puertos americanos.125

La primera etapa de la trata atlántica también se caracterizó por el establecimiento de las instituciones estatales que regularon el comercio atlántico en general y negrero en particular. Desde finales del siglo XV, el reino de Portugal estableció la Casa dos Escravos y la Casa da Mina, antecedente de la Casa da Inda,126 instituciones de control estatal que organizaban el tráfico de los cargamentos traídos desde los principales puntos de intercambio y almacenamiento fundados por los navegantes portugueses en las costas africanas y asiáticas hasta las ciudades europeas, sobre todo Lisboa, Sevilla y Amberes.

En 1503 se creó la Casa de la Contratación de Sevilla, la institución central con la que la monarquía hispánica intentó controlar el tráfico hacia las indias españolas durante el periodo colonial. En 1524 se fundó el Consejo de Indias, órgano real encargado de la administración política y eclesiástica de las posesiones españolas en ultramar. Rivalizó con el Consejo de Hacienda por el control institucional del tráfico de esclavos a América, pues este último se encargaba de controlar los ingresos de la Corona, y uno muy importante fue el de las rentas de las licencias.127

Aunque la trata de esclavos en África era patrimonio portugués, el otro extremo del negocio, la trata en los puertos americanos, ligó los intereses de la monarquía hispánica al comercio negrero. Al principio del siglo XVI, el monarca español otorgaba licencias para comerciar esclavos africanos en los puertos antillanos, fundamentalmente en La Española. Con las conquistas continentales aumentó la demanda de africanos cautivos para las empresas colonizadoras. Esto produjo, en términos generales, que la Corona estableciera licencias con mayores cantidades de esclavos y la consecuencia inmediata fue el aumento del precio de las licencias, que atrajo el creciente interés del monarca, crónicamente endeudado, por hacerse con más recursos financieros provenientes de la trata de esclavos.128

Deben distinguirse las licencias comerciales, que otorgaban poder a quien las contrataba para organizar el tráfico de esclavos por una cantidad fija al año, de las licencias de introducción directa, que no suponían la comercialización. Las primeras licencias comerciales fueron otorgadas a comerciantes portugueses, genoveses, alemanes, flamencos y sevillanos.129

El Consulado sevillano, establecido en 1543, fue la corporación que agrupó a los comerciantes de la ciudad andaluza para proteger sus intereses. Su influjo sobre la Casa de la Contratación permitió que los sevillanos se beneficiaran en alguna medida del control estatal del comercio de esclavos con América. Frente a esto, a mediados del siglo XVI, la influencia portuguesa en la distribución de las licencias españolas comenzó a crecer.130

A pesar de que los contratos establecían la exclusividad para quien los conseguía, la Casa de la Contratación autorizaba otras formas de introducción de esclavos en las colonias. Siempre existieron mercedes reales que otorgaban a funcionarios coloniales y empresarios la introducción de cantidades limitadas de esclavos; era común en Nueva España que oidores, virreyes y otros burócratas pidieran licencias para introducir esclavos.

Durante la primera fase del comercio atlántico de esclavos africanos, los puertos autorizados para su introducción en Hispanoamérica fueron La Española, Cartagena de Indias y Veracruz. Durante este largo periodo se crearon las bases que permitieron el desarrollo extraordinario de la trata en su siguiente fase, bajo el control de los portugueses.


Los monopolios portugueses

Entre 1595 y 1640, la trata atlántica de esclavos africanos fue controlada por negociantes privados, quienes establecieron contratos con la Corona española para administrar licencias por cantidades fijas de esclavos por periodos determinados. Estos contratos, llamados asientos, fueron otorgados a comerciantes portugueses, quienes tenían la obligación de abrir oficinas para la venta de licencias en Madrid, Sevilla y Lisboa.131

Bajo el monopolio de los grupos comerciales portugueses, que obtuvieron los contratos hispánicos y africanos, el tráfico de esclavos se volvió masivo y sistemático. Se trató de un negocio extraordinario, del que todos quisieron sacar provecho, desde luego los asentistas y sus rentistas, pero también los funcionarios sevillanos y el propio monarca, quien además de percibir las rentas fijas del asiento, se reservó entre 900 y 1 000 licencias en cada periodo para negociarlas por su cuenta.132

La principal zona de extracción fue el África de los reinos bantúes y el mercado más demandante fue el novohispano. Durante este periodo, se introdujo la mayor cantidad de esclavos africanos a México, más de 35 mil con el tráfico legal a través de Veracruz, que pudo ser tres veces mayor si se cuenta el tráfico ilegal a través de Campeche y puertos menores como Coatzacoalcos.133 Asimismo, se trata del primer periodo de desarrollo de las empresas mineras y de agricultura mercantil que formaron los espacios económicos iberoamericanos en Nueva España, Perú y Brasil, bases del sistema colonial transatlántico para el que la mano de obra africana cautiva fue determinante.134

Vila Vilar ha explicado el periodo de los asientos portugueses en dos fases: la de lucha por el control del comercio negrero entre comerciantes sevillanos y portugueses, que se produjo entre 1595 y 1615; y la de consolidación del régimen de asientos que se prolongó hasta 1640, cuando la trata se canceló tras la separación de Portugal y el comercio negrero dejó de ser patrimonio ibérico.135 Como resultado de las pugnas del consulado sevillano por no perder su participación en la trata de esclavos ante el régimen de asientos, entre 1609 y 1615, éstos se interrumpieron y la administración de la trata entró varias veces a subasta, lo que provocó una crisis momentánea que tuvo como resultado la pérdida absoluta del control por parte de los grupos sevillanos y el establecimiento de los portugueses como detentadores del régimen.136

Si bien en la práctica los asentistas sólo eran intermediarios entre el Estado y los tratantes negreros,137 sobre ellos caía la responsabilidad de la renta real y de las particulares; así, se convirtieron en la representación de un conglomerado comercial en el que participaron portugueses de distintas condiciones sociales. Cada asentista colocó agentes comerciales o factores en las principales zonas de extracción: Cabo Verde, Santo Tomé y São Paulo de Luanda, en Angola, para administrar la trata con los colonos que controlaban la extracción de esclavos. Asimismo, los asentistas tuvieron representantes en los puertos europeos de control y venta de licencias: Sevilla, Lisboa, Madrid; y en los principales puertos de introducción de esclavos: Cartagena de Indias y Veracruz. Estos administradores fueron los responsables del funcionamiento de la trata, pues realizaban las ventas, negociaban con los rendeiros, despachaban los navíos, recaudaban los pagos de derechos y organizaban el tráfico que requería de cargadores, maestres y encargados de buques y capataces, quienes trataban directamente con la mercancía humana. Una gama de portugueses de distintas clases sociales, vecinos de distintas partes del mundo, en África, Europa y América, se beneficiaron, y en algunos casos se enriquecieron, con el desarrollo de este comercio y expandieron su influencia a los puertos principales del mundo moderno.

La Junta de Negros conformada por miembros del Consejo de Indias y del de Hacienda, fue la institución monárquica hispana encargada de administrar lo relativo al tráfico de esclavos africanos hacia la América española entre 1601 y 1640. La época de la supremacía de los tratantes y asentistas portugueses en el comercio esclavista se produjo bajo la unión de la monarquía hispánica y Portugal; su ruptura trajo la cancelación del tráfico bajo los esquemas institucionales en que se había desarrollado hasta entonces.

La fase de gestación y el ciclo portugués del comercio atlántico de esclavos fueron los principales periodos de migración forzada de africanos a la Nueva España. En particular, durante los asientos de 1595 a 1640, que fue el mismo periodo de desarrollo del comercio, las formas de trabajo y los factores demográficos en los espacios socioeconómicos novohispanos.


Contrabando y crecimiento de la trata holandesa

Tras la sublevación de Portugal y su subsecuente separación de España en 1640, el comercio negrero con Iberoamérica quedó sin aparatos institucionales que lo controlaran. Pero el vacío fue llenado por el contrabando holandés que operaba desde principios del siglo XVII.

Desde 1598 los holandeses tomaron Santo Tomé, pero la fusión de los reinos ibéricos y el crecimiento de São Paulo de Luanda mantuvieron a flote los negocios de los portugueses medio siglo más. A principios del siglo XVII, comerciantes y capitanes holandeses arrebataron otras factorías a los portugueses en la costa de Malaca y en la costa africana, donde consolidaron Elmina como centro de sus operaciones comerciales.

En América, después de una breve toma de San Salvador, Brasil, en 1634, los holandeses tomaron por asalto Curazao, una isla caribeña que estaba bajo dominio portugués. La isla se convirtió en el almacén de esclavos africanos que controló una extensa red de contrabando fomentada por los grupos de comerciantes coloniales, que obtenían esclavos y otras mercancías a mejores precios frente a los asientos autorizados por la monarquía hispánica. En la segunda mitad del siglo XVII, la creciente demanda de mano de obra africana en las colonias iberoamericanas fue cubierta principalmente por los navegantes negreros holandeses.

La tecnología naval fue la base de la hegemonía de los nuevos grupos de tratantes sobre el comercio en general y de esclavos en particular. Las nuevas potencias comerciales transformaron las relaciones económicas de la metrópoli hispánica con las colonias americanas, a través del desarrollo de la piratería o de la diplomacia, en detrimento de la hegemonía de las primeras potencias conquistadoras: la monarquía hispánica y Portugal.

En 1662, la monarquía hispánica, bajo Felipe V, reinstaló el sistema de asientos, pero éstos ya no tuvieron la importancia comercial que habían tenido en el siglo XVI; en cambio, el contrabando siguió en expansión y redujo los costos de adquisición de las "piezas de indias", nombre comercial que recibieron los africanos trasladados al nuevo continente. Durante la segunda mitad del siglo XVII, los asientos fueron menores y la piratería impactó a la totalidad del comercio atlántico.

Se constituyeron nuevas factorías en la costa africana: los ingleses se establecieron en Gambia; los franceses en la desembocadura del río Senegal y en Dahomey, y los daneses en la Costa de Oro. El predominio ibérico del comercio transoceánico había terminado.

La monarquía hispánica inició el siglo XVIII con una nueva guerra interna: Felipe V murió sin descendencia al trono, y las dos principales casas dinásticas europeas pelearon por la sucesión. Las consecuencias económicas de la guerra entre los Habsburgo y los borbones resultaron en beneficio de Francia e Inglaterra.

En 1701 la monarquía hispánica estableció un asiento con la Compañía Francesa de Guinea y en 1713 otorgó el monopolio de la trata de esclavos, por treinta años, a la Compañía Inglesa de los Mares del Sur. Estos acuerdos fueron uno de los principales temas del tratado de Utrecht, que llevó a la casa francesa de los Borbón al frente de la monarquía hispánica. De este modo, franceses e ingleses establecieron las bases de su dominio comercial en el Atlántico, y en particular sobre la trata de esclavos. Durante el siglo XVIII, los principales puertos de las potencias que comerciaron con esclavos eran Ámsterdam, en Holanda; Liverpool, Londres y Bristol, en Inglaterra; y Nantes, La Rochelle, Burdeos y Marsella, en Francia.

La experiencia inglesa en el comercio de esclavos había iniciado un siglo y medio antes, en 1565, cuando el pirata John Hawkins interceptó un barco negrero portugués y negoció la mercancía de manera clandestina con plantadores de La Española. El contrabando inglés de esclavos africanos en Hispanoamérica tomó un impulso definitivo en 1655 con la ocupación de Jamaica, que se convirtió en el almacén y centro de operaciones de los tratantes británicos en el Caribe.

Las empresas que sostuvieron la trata británica de esclavos fueron dos. Por una parte, la Compañía Real Africana constituida en 1672, que tuvo como antecedente a la Compañía Real de Aventureros, fundada en 1663; Martínez Montiel informa que esta empresa monopólica transportó por lo menos 50 000 esclavos a las colonias hispánicas en un periodo de nueve años. Por otra parte, la Compañía de los Mares del Sur, que se benefició directamente de los Tratados de Utrecht, mediante los cuales Inglaterra reconoció la legitimidad de los borbones en la monarquía hispánica y a cambio recibió una serie de beneficios entre los cuales se contó el monopolio de la trata atlántica por un decenio. Ambas compañías británicas controlaron el comercio de esclavos durante la primera mitad del siglo XVIII.

El principal instrumento jurídico que emplearon los ingleses en sus empresas esclavistas con las colonias iberoamericanas fue el derecho de "navío de permiso" concedido en 1713. Este derecho les sirvió para justificar todas las operaciones de contrabando que tenían como principales puertos de entrada de la mercancía a Veracruz, Cartagena, Porto Belo, Caracas, Buenos Aires y La Habana. Durante este periodo también se abrió al comercio de esclavos el puerto novohispano de Campeche. Asimismo, además de Jamaica, los ingleses establecieron un nuevo centro caribeño de distribución y control del asiento y del contrabando en la isla Barbados.

Por su parte, Francia comenzó sus incursiones en el comercio atlántico en 1626, con la toma de la Isla Tortuga y una región de Santo Domingo, a cargo de la Compañía de San Cristóbal. En el otro vértice comercial, los franceses fortificaron Saint Louis, en Cabo Verde, y obtuvieron permisos para negociar en la zona de Senegal, donde se fundó la compañía francesa que llevó ese nombre. Durante la segunda mitad del siglo XVII, la política comercial francesa, comenzada bajo Luis XIII, rindió frutos, a la sombra de los comerciantes y contrabandistas privados que apoyaron al ministro de marina francés, Jean-Baptiste Colbert. El comercio de esclavos operado por Francia se consolidó como empresa de Estado a principios de 1700, cuando Felipe V, monarca hispánico, acordó un asiento con la Compañía de Guinea, dirigida por Du Casse, uno de los principales piratas promovidos por Luis XIV. El asiento comprometió por una década el comercio de esclavos operado en los puertos de Veracruz, La Habana y Cartagena de Indias. Como en el caso inglés, los franceses también fundaron un monopolio en el Caribe que completara las operaciones iniciadas en Guinea: el de la Compañía Francesa de las Indias Occidentales, con sede en Santo Domingo.

A mediados de siglo XVIII, Inglaterra se impuso a Francia tras la conquista del Senegal y, años después, se disolvió la Compañía Francesa de las Indias Occidentales.


El periodo del libre comercio de esclavos

En 1789, mientras se producía en Francia el proceso revolucionario que derrocó al absolutismo borbónico en esa nación, la monarquía hispánica decretó el libre comercio de esclavos en las Antillas Mayores y en los puertos continentales, ante el crecimiento de la demanda de mercancía humana. Este periodo del libre comercio de esclavos en América surgió como resultado de las presiones de los tratantes de las colonias hispánicas y portuguesas. La consecuencia lógica que siguió la historia jurídica de la trata fue la legalización del contrabando al fin del siglo XVIII.

Cansados de la larga experiencia de restricciones, los colonos habían conocido las facilidades que otorgaban las operaciones clandestinas, como contrapeso a los monopolios estatales. Así, cuando el asiento estaba en manos ibéricas, se desarrolló el contrabando holandés; cuando estuvo en manos holandesas, se incrementó el contrabando inglés y francés; y cuando estuvo en manos francesas o inglesas, los piratas eran holandeses, españoles y portugueses.

Aunque el libre comercio fue resultado del crecimiento de la demanda por parte de los plantadores de las colonias americanas, la característica principal de este periodo es la entrada al comercio de esclavos de una nueva nación: la Unión Americana, que había conseguido su independencia de Inglaterra. El trabajo esclavo y su comercio se desarrolló en las plantaciones y puertos de las colonias estadunidenses, durante el tiempo que duró el monopolio inglés negociado en Utrecht. Los ingleses promovieron el libre comercio entre sus colonos bajo la figura del "navío de permiso", disposiciones que fueron aprovechadas por los principales tratantes negreros de Boston, Bristol, Nueva York y Newport. En Rhode Island y Massachussets se producía el ron con el que los estadunidenses pagaban las cargas de esclavos.

Algunos historiadores han entendido la trata atlántica como parte del llamado "comercio triangular", por establecerse entre Europa, África y América. Martínez Montiel explica que en esta transacción triangular, que operó por siglos, los europeos exportaron hierro, pólvora, armas de fuego y muchas otras mercancías manufacturadas, mientras que los africanos pusieron principalmente esclavos, especias y oro, y los americanos oro, plata, azúcar, algodón y materias primas, que eran producidas por manos indígenas y esclavas. La extracción sistemática de mano de obra de África como mercancía con destino a las colonias de Europa en América constituyó un factor determinante para el freno del desarrollo económico africano, que hasta el siglo XV no era muy distinto del europeo.138


El comercio de esclavos africanos en Nueva España

Durante los años del monopolio portugués, cuando el tráfico de esclavos africanos se volvió masivo y sistemático, Nueva España se convirtió en el principal mercado negrero americano, ante la caída vertical de la población nativa y la demanda de mano de obra en las empresas novohispanas, en particular la minería y la agricultura.

Antes de la época de los asientos portugueses hubo introducción de esclavos africanos en Nueva España a través de las licencias otorgadas por la Casa de Contratación de Sevilla. Además de las licencias de servicio personal otorgadas a los funcionarios reales, la introducción comercial de africanos cautivos comenzó las licencias mercantiles otorgadas a negreros genoveses y alemanes. Por ejemplo, la licencia otorgada a Leonardo Lomelín y Tomás de Marín, en fecha 13 de agosto de 1542, por 900 esclavos de los ríos de Guinea, la mayoría de ellos conducidos a las haciendas del Marquesado del Valle. Pero el desarrollo sistemático de la trata a escala atlántica y el periodo de mayor introducción de africanos en Nueva España se produjeron con el monopolio portugués de finales del siglo XVI y principios del XVII. El puerto de Veracruz fue el punto de entrada novohispano autorizado por las instituciones comerciales sevillanas para la introducción de las cargas de esclavos organizadas por los portugueses. Pero el tráfico ilegal también se introdujo a través de Campeche y, en menor medida, Coatzacoalcos.139

Entre 1595 y 1640 fueron registrados por los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla más de 350 navíos negreros con destino a Nueva España.140 Una lectura de los cuadros producidos por Enriqueta Vila Vilar, con base en los libros de registro de aquella institución, muestra que por lo menos la mitad de los navíos registrados141 llegaron a Veracruz; traían esclavos cargados en los puntos principales de almacenamiento de hombres y mujeres bantúes, de Santo Tomé y, principalmente, de Luanda.142 A partir de 1607, Angola fue la procedencia exclusiva.

De acuerdo con las cifras oficiales,143 durante los 45 años que duró el régimen de asientos, fueron introducidos entre 30 000 y 37 000 africanos cautivos por Veracruz, el único puerto novohispano autorizado por la Corona; 96% de ellos fueron cargados en Luanda, el puerto que controló la exportación de esclavos de los reinos bantúes a partir de entonces.144

Algunos historiadores han llamado la atención sobre el tráfico ilegal que los asentistas introdujeron en otros puertos novohispanos, como Campeche y Coatzacoalcos. Además del cargamento extra que los navíos tenían permitido llevar como reposición de los decesos en el camino, que en algunos asientos se autorizó hasta por 40% del registro, los asentistas y sus factores utilizaron la figura de "cédula de manifestaciones", que les permitía introducir un 20% extra a los tratantes con tal de que lo declararan en los puertos autorizados y pagaran los derechos estipulados. Por una parte, esta concesión fue la fórmula legal que adoptó el contrabando que ya existía; por otra, se convirtió en el amparo para introducir cargas en puertos no autorizados, que luego se declaraban en Veracruz, pero sin que las autoridades verificaran sus dimensiones. Con base en estas particularidades, Nicolás Ngou-Mvé calculó en poco más de 110 000 el número de africanos cautivos introducidos en Nueva España entre 1595 y 1640.145

Así, la mayor introducción de africanos en Nueva España estuvo a cargo de los grupos portugueses organizados por los asientos y la inmensa mayoría de los cautivos eran originarios de los reinos bantúes en África Central, pero ¿qué condiciones históricas determinaron esta migración específica?


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