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3.2.2 La identidad entre mundo y lenguaje

La postura de Platón parece bastante sólida, pues parece defender ideas que tenemos fuertemente enraizadas en nuestro sentido común. ¿Qué tendría que ver la manera en la que le asignamos nombres a los objetos con las propiedades esenciales de esos mismos objetos? Creer que existe una relación importante entre palabra y objeto sería tanto como suponer que una persona que se apellida Rojo tiene la piel roja y todo el tiempo está vestida de rojo. Sin embargo, hay otra manera de entender la relación entre palabra y objeto. Para esta propuesta, sólo existe el mundo porque existe el lenguaje. Uno de sus principales exponentes fue el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, quien defendió una manera de describir nuestra relación con lo real a la que llamó hermenéutica. Es un nombre raro para una disciplina, pero trata de explicar algo muy simple que hacemos todos los días: comprender el mundo. Y en esta explicación del mundo el lenguaje desempeña una función muy importante.

Supongamos que vamos a la tienda y nuestro hermano nos pide que le traigamos un “gansito”. ¿Qué solemos hacer? Seguramente no nos detendremos a explicarle que no vamos a una tienda de mascotas, sino que nos dirigimos a la miscelánea de la esquina. Lo más probable es que le compremos un pastelito cubierto de chocolate con relleno cremosito. Y lo más seguro es que acertemos a su petición.

¿Cómo puede ser tan certero? Lo que ocurre es que, sin necesidad de una teoría psicológica sobre los gustos de nuestro hermano o de un curso de repostería, sabemos cómo interpretar su petición. De hecho, sabemos cómo interpretar numerosas situaciones sin que las expresemos directamente como un problema, o incluso sin que seamos capaces de explicar detenidamente (en caso de que nos lo pidieran) cómo es que hacemos cosas tan cotidianas como llegar a casa.

Esto se debe a que, cuando interpretamos, le asignamos su lugar a algo (al gansito o a la casa) dentro de un conjunto de relaciones (los pastelitos disponibles en las tiendas de barrio o los edificios de cierta colonia de la ciudad). A juicio de Gadamer, para que algo pueda ser comprendido, debe remitir a un conjunto de referencias, el cual, a su vez, no está en el objeto mismo. ¿De dónde sale ese conjunto de referencias que nos permite interpretar y orientarnos en el mundo? Para Gadamer, ese tejido de referencias es el lenguaje; ese conjunto de referencias nos permite identificar lo que un objeto es. Aunque tuviéramos el don de la telepatía o fuéramos excelentes mimos, si no tuviéramos lenguaje seríamos incapaces de conocer el significado de cualquier objeto, porque no tendríamos puntos de referencia desde los cuales construir relaciones de semejanza y de diferencia.

Por ejemplo, cuando alguien nos dice que quiere un gansito, suponemos que, si así se lo pidiéramos, sería capaz de hacer referencia a toda una línea de productos comestibles especializada en vender pastelitos con características semejantes (como tener cubierta de chocolate), y que dentro de esta línea de productos puede, a su vez, establecer relaciones de diferencia; es decir, que puede distinguir el gansito de los pastelitos que tienen pasas o de los que tienen fruta. En ese caso, la definición del pastelito llamado gansito depende de la capacidad de la persona de establecer, al mismo tiempo, relaciones de semejanza y de diferencia.

Esta manera de entender el lenguaje trae consigo un cambio muy importante respecto a la posición de Platón. Para la hermenéutica de Gadamer, el lenguaje ya no es sólo el instrumento mediante el cual comunicamos a los otros las propiedades que definen la naturaleza de los objetos, sino que es el conjunto de usos, relaciones y tradiciones que nos permiten entender el significado de algo y comunicarnos con los demás.

Si el lenguaje fuera sólo un instrumento que funciona en la medida en que representa aquello que los objetos realmente son, entonces su correcto funcionamiento dependería de la existencia de un sistema de signos lo suficientemente adecuado como para representar el significado propio de las cosas. Frente a esta concepción, Gadamer señala que todo ser que puede ser comprendido es lenguaje. Con ello no afirma que todo lo existente sean sólo palabras o una construcción del lenguaje; más bien, con esta frase quiere decir que el orden del lenguaje y el orden de la realidad están directamente relacionados.

Esto es más fácil de entender si se toma en cuenta que el sentido de los objetos y de las acciones no se agota en una sola caracterización, la cual, además, no ha sido siempre la misma. Pensemos, por ejemplo, en el sentido de una guillotina: no es el mismo para los hombres del siglo XXI que para los parisienses de finales del siglo XVIII; para nosotros es una pieza de museo, para ellos era un instrumento de castigo. El significado de algo no está dado; es más bien el producto de un proceso que varía dependiendo de cómo se encuentra el objeto dentro de las relaciones entre las palabras y las acciones de los individuos.

En síntesis, lo que Gadamer está diciendo es que el orden del mundo se refleja en el lenguaje; el lenguaje y la realidad comparten en principio una estructura comprensible común. Ésta le permite al lenguaje, cuando funciona de manera adecuada, reflejar lo que es real y no imponer una inteligibilidad ajena a lo real. 


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