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2.2 CONOCIMIENTO, SOCIEDAD, SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Retrato de M. Duranty

Retrato de M. Duranty, de Edgar Degas, 1879.

¿Qué es el conocimiento? ¿Es realmente posible conocer? En nuestra vida diaria nos encontramos bombardeados por todas partes con mensajes que dicen que el conocimiento es muy importante. Lo es, por ejemplo, en el nivel personal para conseguir una mejor inserción en la sociedad por medio de un mejor empleo que nos otorgue ingresos suficientes. Conocer y comprender nuestros derechos, así como la historia de las comunidades donde vivimos —familia, barrio, ciudad, mundo— puede ayudarnos a encontrar las estrategias más adecuadas para realizar nuestros intereses y los de aquellos que nos rodean. En fin, conocer más acerca de los objetos y actividades que nos producen agrado o placer —la música, la literatura, el cine, la sexualidad, por ejemplo— podría facilitarnos su disfrute de una manera más estable, diversa, profunda y provechosa. En general, por todas partes se reitera que conocer debería ayudarnos, como individuos, a vivir mejor.

No sólo desde el punto de vista de cada uno, sino desde la perspectiva de todos, de la humanidad como tal, la necesidad de conocer recorre muchos de los mensajes que se emiten en los medios, la prensa, la radio y la televisión, e incluso en los que se intercambian en nuestras pláticas cotidianas. Con frecuencia se recalca el imperativo de incrementar el conocimiento de la humanidad para hacer frente a los gravísimos problemas ambientales que asolan la gran mayoría de los rincones del planeta: el calentamiento global, el agujero en la capa de ozono, el agotamiento del agua, la desertización, la desaparición de especies animales, etcétera.

También se invoca la necesidad de conocer para atacar y resolver muchos de los problemas que afectan hoy a las distintas sociedades y a las relaciones que mantienen entre ellas. Mediante las manipulaciones que hacen viable el conocimiento del código genético, ¿será posible producir nuevos alimentos que ayuden a acabar con las hambrunas? ¿Se descubrirá alguna vacuna contra el sida? ¿Podrá diseñarse alguna forma de organización social que permita a los ciudadanos controlar a sus gobiernos sin que las burocracias vigilen cada uno de los aspectos de la vida de las personas? Si supiéramos más acerca de las culturas islámicas se podrían superar las dificultades y desencuentros entre las partes oriental y occidental del mundo. ¿Qué tipo de conocimientos tenemos que desarrollar para llegar a ser tolerantes con quienes son diferentes a nosotros?

En fin, este asunto del “conocer” está tan presente por todos lados, y de forma tan abrumadora, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una agrupación de los países más desarrollados del mundo —de la que México forma parte—, así como el Banco Mundial, la UNESCO y muchas otras instituciones han comenzado a caracterizar a la era que vivimos como la época de la sociedad del conocimiento: en ella, se nos dice, la principal fuerza productiva, el motor central del desarrollo, serán los conocimientos que los individuos y sus agrupaciones puedan producir y manejar. Hay aquí muchos temas interesantes y difíciles sobre los que vale la pena reflexionar. Entre ellos destaca el carácter público o privado del conocimiento, o bien, los criterios para determinar en qué casos está justificado el pago para tener acceso a algún conocimiento, y si deben existir áreas en las que éste sea siempre público, gratuito y al alcance de todos.

 Resumamos la cuestión señalando que vivir en la sociedad del conocimiento quiere decir que, en adelante, las posiciones de cada uno con relación a los demás, los nexos entre los países y el futuro de la humanidad en su conjunto dependerán de la cantidad y calidad de los conocimientos   los que el ser humano pueda tener acceso.


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