¿Qué es el conocimiento?, ¿cómo se tiene acceso a él?, ¿cómo se produce, guarda y transmite?, ¿cómo se organiza de conformidad con los criterios de lo verdadero y lo falso?, ¿cómo es nuestra experiencia contemporánea del vivir, tan llena, precisamente, de conocimientos? Los saberes proliferan en impresos, pantallas y discursos, en mensajes que nos acosan con informaciones casi infinitas en medio de las cuales, con frecuencia, no sabemos ya cómo orientarnos.
Al continuar el hilo conductor propuesto por la filosofía, una forma de razonar que se viene desarrollando desde hace más de 2 700 años, observaremos cómo han reaccionado las personas en situaciones similares a la nuestra, es decir, en coyunturas en las que la creación de nuevas tecnologías y formas de preservar lo creado han brindado a la humanidad la experiencia sorprendente de poseer más conocimientos de los que se pensaba. Tal fue el caso con la generalización de la escritura y con la difusión de la imprenta y el libro, situación que se repite en la actualidad con las nuevas técnicas electrónicas, cibernéticas e, incluso, biológicas.
Rastrearemos, en pinceladas muy gruesas, algunas respuestas que notables filósofos ofrecieron al problema de cómo orientarse en el terreno del conocimiento. Veremos la propuesta de Platón en el sentido de que sólo conocemos verdaderamente lo que no cambia; la noción moderna de poner en el centro a la mente y a la crítica racional; y anotaremos las perspectivas contemporáneas que nos sugieren considerar al conocimiento como un problema de lenguaje.
Si vivimos, al parecer, en medio de un exceso de información en todos los ámbitos, no es sorprendente que también en el terreno de la teoría filosófica del conocimiento exista gran cantidad de teorías e ideas dignas de tomarse en cuenta. La selección de autores para la elaboración de este capítulo no deja de tener sus riesgos; sin embargo, estamos convencidos de que los filósofos que escogimos son los esenciales para nuestro tema.
En un mundo sobresaturado de saber, apabullar a los lectores con una cascada de nombres, frases y datos no les ayudará a orientarse en sus estudios ni en la vida. Quisimos, más bien, cumplir con el ideal que marca la frase “aprender a aprender” y, a partir de él, mostrar las formas de razonamiento y argumentación que se han cultivado durante centurias de trabajo filosófico en el ámbito del conocimiento, a fin de que, posteriormente, el que esté interesado pueda incursionar por sí mismo en la lectura de otros temas y debates no incluidos ahora en estas páginas.
Nos enfocamos en propuestas y discusiones que consideramos centrales y ejemplares. Quisimos subrayar el carácter siempre polémico y plural de la filosofía e invitar al lector a tomar posición y a reflexionar por sí mismo. La selección de los autores estudiados, insistimos, es acaso la parte más polémica de nuestro empeño. Sin duda podría abogarse por la inclusión de Aristóteles o Kant, o por un desarrollo más amplio sobre las perspectivas lingüísticas contemporáneas, por poner sólo unos ejemplos.
El cumplimiento, sin embargo, del propósito de mostrar y contrastar reacciones ejemplares de varios filósofos ante la experiencia del exceso del saber, es el criterio que debe regir la evaluación global de nuestro trabajo. En cualquier caso, esperamos que el texto que presentamos aliente al lector, como afirmamos en el apartado final, a hacer uso de su propio razonamiento.