conocimientos fundamentales

| filosofía | las artes y la belleza

Página anterior Página siguiente





7.2.4 La mimesis y la duplicidad

Esa versión contemporánea de la mimesis enfatiza y afirma la relación arte-mundo en un sentido de transformación y reorganización. El eje de estas reflexiones es la necesidad de anclar el arte al mundo, no sólo para que lo exprese (en vez de expresar, por ejemplo, sólo los sentimientos del artista), sino también para que lo transforme y tenga así una incidencia (en vez de postular que el arte es sólo un objeto de goce estético que no tiene nada que ver con el mundo en el que se desarrolla la existencia cotidiana y que, por ende, carece de importancia teórica y práctica).

Sin embargo, esta perspectiva no es la única. También hay versiones negativas que devalúan el arte en varios sentidos.

Antes de analizarlas es importante realizar algunos señalamientos generales. Hablar de mimesis significa, de entrada, establecer una duplicidad, esto es, instaurar dos ámbitos autónomos aunque interconectados: el arte y “lo otro”. Si el arte es “mimesis o representación de…”, eso implica sostener que, por una parte, está el arte y, por otra, aquello que éste representa (el “qué” de la mimesis). Hay muchos argumentos a favor y en contra de la duplicidad. Algunas preguntas nos pueden ayudar a visualizarlos. ¿Por qué el arte habría de ser diferente de lo demás, es decir, por qué habría una diferencia sustancial entre un árbol y una novela, o entre una puerta y una escultura? ¿Se puede disolver la especificidad del arte hasta hacerlo una cosa más entre el resto de las cosas? ¿Cuál es la pertinencia de mantener tal especificidad? ¿Por qué el arte tendría que ser algo distinto del mundo o de la realidad? ¿Acaso la duplicidad no implica devaluar el arte, puesto que primero está lo “efectivamente real”? ¿La duplicidad implica establecer una peligrosa frontera entre realidad y ficción? Si el arte es lo mismo que el árbol, la puerta, la historia o incluso la filosofía, entonces, ¿para qué el arte?

Queden estas preguntas abiertas para desde ahí pensar el “qué” de la mimesis. Este “qué” se ha transformado a lo largo de la historia, al igual que el “cómo”, es decir, el arte de diferentes épocas no sólo representa cosas diferentes, sino que también las representa de distintas maneras.

Primero hay que pensar el “qué” de la mimesis a partir de la filosofía. Esta disciplina establece diferencias entre las cosas (la cosa natural, la cosa instrumento, etc.). Además de estas diferencias, algunas filosofías, como la de Platón, postulan una jerarquía entre ellas. Para Platón, en primer lugar está el mundo de las ideas (entendidas éstas como la forma abstracta de todo lo que es), y después los entes. Para esta concepción, las cosas que hay en el mundo serían una copia (mimesis) de las ideas.

Uno de los argumentos que Platón da al respecto es el siguiente: primero está la idea de cama (la cama abstracta que hace que todas las camas sean precisamente camas); después, la cama que fabrica el carpintero (la cama tangible en la que dormimos), que sería una copia de la idea de cama; por último, la que pinta el pintor, que sería una copia de la del carpintero, por ende, una “copia de la copia”. Por ello, la cama del pintor es considerada una mentira, pues no sólo es diferente de la del carpintero, sino que, además, ¡no sirve para dormir! Es claramente falsa y un engaño. Lo central de este argumento platónico sería que el arte es una copia falaz del mundo y, en este sentido, presenta una versión negativa de la mimesis.


Inicio de página