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7.2.5 El arte como imitación de la naturaleza

Unos siglos después, durante el Renacimiento, la naturaleza se ubica en el centro del debate sobre la mimesis. Esta época es guiada por la idea del ars imitatur naturam (el arte como imitación de la naturaleza). Esta idea tiene como proposición principal que la naturaleza es bella; luego, si el arte ha de ser bello, ha de imitar a la naturaleza. y entre más perfecta y exacta sea la imitación, más bello será el arte.

Imitar a la naturaleza también quiere decir elegir contenidos bellos en la naturaleza. Schiller llamaba a esto belleza de contenido. Sin embargo, a simple vista parece evidente que no todo lo que hay en la naturaleza es bello; pensemos, por ejemplo, en la descomposición de un animal muerto. Por ello, Kant aclaró que el arte tiene la posibilidad de representar bellamente la naturaleza, aunque ésta no lo sea.

¿Debe el arte imitar a la naturaleza? ¿Es bella la naturaleza o es nuestra manera de verla la que nos hace considerarla como bella? ¿Por qué “imitar” a la naturaleza en vez de “crear” con el libre uso de la imaginación? Éstos fueron algunos de los cuestionamientos que comenzaron a surgir contra la idea rectora del ars imitatur naturam. Detrás de ellos hay una idea de fondo: el problema de la creación. Buena parte del debate de la mimesis tiene que ver con el binomio imitación-creación. Para comprenderlo es necesario repensar el “qué” de la mimesis. Si se postula que el “qué” tiene preeminencia sobre el arte, entonces este último tendrá una función “pasiva”.

En la relación arte-naturaleza, por ejemplo, se puede considerar que la naturaleza es lo previamente dado, es “más importante” que el arte, está ahí y es bella, es verdaderamente bella. Por ende, cualquier otra belleza será menor que la natural: la pintura de un paisaje nunca será tan bella como el paisaje “real”; en todo caso, si la pintura es bella es porque imita a lo bello natural. La naturaleza está primero (orden jerárquico) y el arte viene después. Como lo único que hace el arte es imitar, entonces no aporta ni añade nada, es un mero reflejo de la verdadera belleza natural. ¿Para qué la pintura si puedo contemplar el paisaje “verdadero”?

Desde esta particular perspectiva, la mimesis es pasiva, pues se limita a duplicar y copiar. Además, es siempre una mala copia, pues nunca será igual al original, y si llegara a serlo, ¿por qué no mejor quedarse con el original? Así considerado, es como si el arte fuera un sustituto de la experiencia real y concreta; estaría “en lugar de”, así como ver un partido de futbol televisado es un sustituto de la experiencia real y concreta, o cuando en un juicio una abogada habla “en mi lugar”.

Pero, ¿es el arte una sustitución, está “en lugar de”? Incluso el arte hiperrealista, como la fotografía, es difícil de pensar como una mera sustitución o una copia de la realidad. Antes de analizar por qué es difícil sustentar que el arte es una simple copia, sigamos con el binomio imitación-creación.


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