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6.2.2 El ser humano es un ser social

Ya en la Grecia antigua, Aristóteles había definido al ser humano como “un ser social y dispuesto por la naturaleza a vivir con otros”. Para este autor, el ser humano, si bien es un ser racional, no puede realizarse plenamente fuera de la vida comunitaria; es decir, es a partir de nuestra interacción con los otros que podemos desarrollar de manera óptima nuestras capacidades.

Pensemos, por ejemplo, en todas las cosas que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida. Aunque mucho es resultado de nuestro esfuerzo personal, siempre ha estado presente ese vínculo social en el cual hemos crecido, primero dentro del seno familiar, después en la escuela y en el espacio de trabajo. Y no sólo hemos aprendido “el conocimiento científico”, sino también a conocernos a nosotros mismos, a comunicarnos con los demás, a apreciar la música o un buen libro, a disfrutar de los amigos y a defender nuestros puntos de vista, por mencionar sólo algunos aspectos. Dada la relevancia de lo social para el desarrollo del ser humano, Aristóteles llegó a afirmar que la sociedad era anterior al individuo, entendiendo con esto que éste sólo puede realizarse dentro de aquélla.

En el otro extremo temporal, el filósofo contemporáneo John Rawls también señaló, en su libro La justicia como equidad, “que los ciudadanos se conciben nacidos en la sociedad: es en ella donde pasarán su vida entera. Los ciudadanos sólo acceden a ese mundo social mediante nacimiento, y sólo con la muerte lo abandonan”. Nacemos en sociedad y es dentro de sus instituciones donde pasaremos toda la vida; nuestro nacimiento está asentado en el registro civil con el nombre que nos dieron nuestros padres y que, de no hacerse un juicio para cambiarlo, nos acompañará hasta la muerte, la cual quedará también registrada en dicha institución. Asimismo, es dentro de una familia (o un orfanato) donde transcurrieron nuestros primeros años de vida, en la escuela donde aprendimos a leer y escribir, y en alguna empresa o dependencia pública donde podemos trabajar.

Entonces, es a partir de las instituciones que interactuamos con los otros, tanto para desarrollar los intereses que podamos tener en común como para conseguir nuestros propios fines personales. Precisamente porque nuestras relaciones con los demás pueden ser conflictivas, requerimos de acuerdos y normas que nos permitan organizarnos en sociedad y resolver esos posibles conflictos sin tener que recurrir al uso de la fuerza o, incluso, a la eliminación física del otro.

La organización social ha sido diversa a lo largo de la historia; no es lo mismo la sociedad esclavista de la Grecia antigua, que la sociedad aristocrática medieval o las actuales sociedades democráticas, pero la constante es que el individuo siempre existe en sociedad.


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