conocimientos fundamentales

| ciencias sociales | economía

Página anterior Página siguiente





5.3.3 La crisis bancaria y financiera, de 2007 a 2009

La crisis financiera de 2008 se desató de manera directa debido al colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en 2006, que provocó, aproximadamente en octubre de 2007, la llamada crisis de las hipotecas subprime. Las repercusiones de la crisis hipotecaria comenzaron a manifestarse de manera extremadamente grave a principios de 2008, contagiándose primero el sistema financiero estadunidense, y posteriormente el internacional, con la consecuente crisis de liquidez y la crisis alimentaria global, así como diferentes derrumbes bursátiles (como los de enero y octubre de 2008). Todo ello se conjugó en una crisis económica a escala internacional.

La confluencia de otros eventos nocivos para la economía estadunidense, como el alza de los precios del petróleo, el aumento de la inflación y el estancamiento del crédito, exageraron el pesimismo global sobre el futuro económico estadunidense, hasta el punto de que la Bolsa de Valores de Nueva York sucumbía diariamente a rumores financieros. Muchos opinan que esto fue lo que precipitó la abrupta caída del banco de inversión Bear Stearns, que previamente no había mostrado particulares signos de debilidad. Sin embargo, ese banco fue liquidado en el mercado abierto en cuestión de días en marzo de 2008. Posteriormente, en un acto sin precedentes, la Reserva Federal maniobró un rescate de la entidad, que terminó vendida a precio de saldo a J. P. Morgan Chase.

Rápidamente, el impacto de la crisis de las hipotecas provocó repercusiones más allá de Estados Unidos. Las pérdidas de los bancos de inversión ocurrieron en todo el mundo. Las empresas empezaron a negarse a comprar bonos por valor de miles de millones de dólares, a causa de las condiciones del mercado. El Banco Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) trataron de reforzar los mercados con dinero, inyectando fondos disponibles a los bancos y otorgando préstamos en condiciones más favorables. En un esfuerzo para alentar los préstamos, las tasas de interés también fueron cortadas.

No obstante, a corto plazo, las ayudas no resolvieron la crisis de liquidez (falta de dinero disponible para los bancos), ya que los bancos desde entonces no tienen mucha confianza y se niegan a otorgar préstamos. Los mercados de crédito se volvieron inmóviles, pues los bancos fueron reacios a prestarse dinero entre ellos, al no saber cuántos malos préstamos podrían tener sus competidores.

La falta de crédito a los bancos, empresas y particulares acarreó la amenaza de la recesión, la pérdida de empleos, las quiebras y, por lo tanto, un aumento en el costo de vida. En el Reino Unido, el banco Northern Rock pidió un préstamo de emergencia para mantenerse, lo que impulsó una corrida (run) en el banco que ascendió a dos mil millones de libras, como consecuencia de los retiros de sus clientes. Más tarde, el banco se nacionalizó.

En Estados Unidos, los profundos problemas de Bear Stearns condujeron a una crisis de confianza en el sector financiero y en los bancos especializados en inversión. El pánico bursátil se hizo presente. Tras un respiro primaveral, los mercados bursátiles de Estados Unidos volvieron a una extrema debilidad, colocándose oficialmente en junio de 2008 en caídas superiores a 20%, lo cual se considera un mercado en retroceso extendido (bear market). Esto volvió a ser motivado por las malas noticias en el sector financiero: las primeras declaraciones de bancarrota, incluyendo la caída del banco IndyMac, la segunda quiebra más grande en términos de dólares en la historia del país, y el riesgo latente de que otros bancos regionales también pudiesen terminar por el mismo sendero de la crisis.

La crisis tomó dimensiones aún más peligrosas para la economía de Estados Unidos cuando las dos sociedades hipotecarias más grandes del país, Freddie Mac y Fannie Mae, que reúnen la mitad del mercado de hipotecas sobre viviendas, comenzaron a ver sus acciones atacadas por los especuladores bajistas a tal punto que, a principios de julio de 2008, el gobierno de Estados Unidos y la Reserva Federal nuevamente tuvieron que anunciar un rescate para esas entidades financieras. Tal decisión creó consternación en varios sectores liberales, que adujeron que dichos rescates sólo empeorarían a largo plazo las prácticas éticas de los inversionistas, fomentando con dinero público la temeridad. Durante ese periodo, la FED, así como otros bancos centrales, continuaron inyectando liquidez al mercado, por valor de cientos de miles de millones de dólares, euros o libras esterlinas.

El 15 de septiembre de 2008, el banco de inversión Leman Brothers pidió legalmente protección crediticia, declarándose oficialmente en bancarrota. Mientras tanto, el banco de inversión Merrill Lynch fue adquirido por Bank of America, a mitad de su valor real. Los candidatos presidenciales de ambos partidos en Estados Unidos y la prensa comenzaron a catalogar la situación como pánico financiero, crisis económica en el país y colapso.

Como consecuencia, las economías de todo el mundo se vieron afectadas por la carestía del crédito. Los gobiernos en Islandia y Francia nacionalizaron los bancos. Los bancos centrales de Estados Unidos, Canadá y algunas partes de Europa coordinaron un recorte sin precedentes en 1.5% de las tasas de interés, en un esfuerzo para aliviar la crisis.

Desde entonces, las acciones han subido y bajado con noticias de distinto tipo: fracasos, adquisiciones y rescates, lo que refleja la poca confianza de los inversionistas en el sistema bancario. Si bien las acciones bancarias han sido golpeadas por deudas dudosas, los inversionistas minoristas se han visto afectados, ya que la confianza de los consumidores se ha desvanecido por la caída de los precios de la vivienda.

El dólar estadunidense sufrió un proceso constante de devaluación (o depreciación) y el déficit comercial continuó batiendo récords. La ventaja exportadora por un dólar débil fue completamente anulada en el intercambio comercial por el alza de los precios del petróleo, del cual Estados Unidos importa 50%, con lo que millones de familias perdieron sus hogares, e instituciones como General Motors, Ford, Chrysler, y muchas aerolíneas tuvieron serias dificultades. Los índices de confianza del consumidor se situaron en sus más bajos niveles históricos (algunos datan de los años cincuenta), y se produjo un alza del desempleo en Estados Unidos y otros países desarrollados.

Para marzo de 2009, los mercados bursátiles y de bonos repuntaron un poco. Además, parece atenderse la presión sobre algunas firmas financieras de Estados Unidos. El FMI reportó que los sistemas financieros de Europa, Estados Unidos y Japón registrarían entre 2007 y 2010, 4.1 billones de dólares en pérdidas (hasta el momento, el sector bancario ha perdido un billón de dólares). Para recuperar los niveles de capitalización anteriores a la crisis, los bancos necesitarán recaudar 875 mil millones de dólares en un corto plazo. Incluso, el FMI propuso nacionalizar los bancos si fuese necesario. La acumulación de activos en problemas impide una recuperación económica: se proyecta que las pérdidas de crédito serán mayores en otros países como México. Según el FMI, los bancos necesitarán más dinero fresco para sanear sus balances.

Desde el inicio de la crisis, las autoridades económicas han optado por diferentes soluciones: la inyección de liquidez desde los bancos centrales; la intervención y la nacionalización de bancos; la ampliación de la garantía de los depósitos; la creación de fondos millonarios para la compra de activos dañados, o la garantía de la deuda bancaria. Las medidas parecían mantener la solvencia de las entidades financieras, restablecer la confianza entre ellas, calmar las turbulencias bursátiles y tranquilizar a los depositantes de ahorros.

Desde finales de agosto de 2007, el gobierno estadunidense anunció varias medidas para evitar las situaciones de impago de los hogares. Un primer plan de rescate para los bancos fue presentado oficialmente a principios de diciembre de 2007, con un doble objetivo: proteger a los hogares más frágiles y encauzar la crisis. La principal medida destinada a limitar los impagos hipotecarios es congelar, bajo ciertas condiciones, los tipos de interés de los préstamos de alto riesgo a tasa variable, es decir, fijar los créditos a tasa fija. La administración Bush también anunció, a principios de 2008, un plan presupuestario de relanzamiento de 150 mil millones de dólares, es decir, el equivalente a 1% del PIB.

Buscando una solución a largo plazo, el gobierno de Estados Unidos otorgó un rescate de 700 mil millones de dólares para comprar la mala deuda de Wall Street a cambio de una participación en los bancos. El gobierno quería pedir préstamos en los mercados financieros mundiales y esperaba vender los bonos malos en cuanto el mercado de la vivienda se hubiese estabilizado. Por su parte, el gobierno del Reino Unido lanzó su propio rescate, por 400 millones de libras disponibles para ocho de los más grandes bancos de ese territorio y empresas de vivienda, a cambio de su participación en el capital de esas instituciones financieras.

Muchas medidas han tenido cierto toque proteccionista, según denunció la OMC: ha habido incrementos en aranceles, nuevas medidas no arancelarias y más países han recurrido a medidas de defensa comercial, como acciones anti-dumping. Desde principios de 2009 se ha presentado un declive significativo en el compromiso con el libre comercio debido a la crisis económica global, indicó la OMC. En su informe anual, este organismo señaló que el comercio global se contraería 9% este año.

Desde que comenzó la crisis, en agosto de 2007, los bancos centrales han demostrado una gran capacidad de reacción. Además, han actuado tanto para evitar una crisis bancaria y sistémica, como para limitar las repercusiones sobre el crecimiento. Asimismo, la Reserva Federal de Estados Unidos flexibilizó la política monetaria inyectando liquidez y, eventualmente, actuó sobre las tasas de interés.

Los bancos se financian tradicionalmente tomando dinero prestado a corto plazo en el mercado interbancario. Pero la crisis financiera que empezó en 2007 y que aún continúa se ha caracterizado por una gran desconfianza mutua entre los bancos, lo que llevó a un aumento de las tasas interbancarias. Estas últimas superaron por mucho la tasa de interés del Banco Central. Asimismo, los bancos centrales han intervenido masivamente para inyectar liquidez, esperando reducir las tensiones del mercado monetario y restablecer la confianza. La política monetaria se ha caracterizado también por una extensión de la duración de los préstamos, una ampliación de las garantías y la posibilidad de obtener refinanciación.

Además de proveer liquidez, para reducir el efecto de la crisis financiera sobre el crecimiento, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), ha bajado considerablemente su tipo directriz, que ha pasado de 6% a principios de 2007, a medio punto porcentual hacia finales de 2008. En cambio, el BCE no ha bajado su tasa de interés.

Finalmente, los bancos centrales desempeñaron la función de Prestamista de Última Instancia (PUI), al prestar fondos adicionales a los bancos tomando sus activos como garantía. Desde el inicio de la crisis, en febrero de 2008, el Banco de Inglaterra tuvo que nacionalizar temporalmente el banco hipotecario Northern Rock y, en marzo de 2008, la FED solicitó ayuda del banco de inversión Bear Stearns.

El 23 de marzo de 2008, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet afirmó que Europa no necesitaba aumentar los gastos para poder combatir la crisis financiera global. En su lugar, propuso que los gobiernos actuaran con rapidez para operar las medidas ya anunciadas.


Inicio de página