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5.3.2 Crisis económica en México, de 1994 a 1995

La crisis económica en México en el año 1994 tuvo repercusiones mundiales en el plano financiero por la falta de reservas internacionales, a causa de la devaluación del peso en los primeros días de la presidencia de Ernesto Zedillo. A unas semanas del inicio del proceso de devaluación de la moneda mexicana, el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, solicitó al Congreso de su país la autorización de una línea de crédito por 20 mil millones de dólares para el gobierno mexicano, que le permitiera garantizar a sus acreedores el cumplimiento cabal de sus compromisos financieros.

En el contexto internacional, las consecuencias económicas de esta crisis se denominaron efecto tequila. En México se le conoce como el error de diciembre, frase acuñada por el ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari para atribuir la crisis a las presuntas malas decisiones de la administración entrante de Ernesto Zedillo y no a la política económica de su sexenio. En lo que sigue, se destinarán algunos comentarios acerca de las administraciones de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo para entender un poco más la crisis económica de 1994.


Administración de Carlos Salinas de Gortari

Durante la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se dio especial importancia a la inversión extranjera. Esta administración concluyó la privatización de la banca nacional (nacionalizada apenas doce años antes por el presidente José López Portillo). Los fondos provenientes de estas ventas y de otras compañías del gobierno se invirtieron en infraestructura con el objetivo de aprovechar las posibilidades del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá. La popularidad y credibilidad de Salinas de Gortari alcanzaron altos niveles, ya que la burbuja de crecimiento económico, propiciada por la estabilidad y la baja inflación, hizo pensar a muchos políticos y medios de información que "México estaba a punto de convertirse en una nación de primer mundo". De hecho, nuestro país fue la primera de las naciones recientemente industrializadas en ser aceptada en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en mayo de 1994. No obstante, era un hecho conocido que el peso estaba sobrevaluado (al menos 20%, de acuerdo con algunas fuentes), pero la vulnerabilidad económica no era bien conocida o era minimizada. Ésta se agravó por varias decisiones de su administración en el ámbito de la política macroeconómica y por varios eventos de inestabilidad política que se suscitaron en 1994.

La mayoría de los economistas e historiadores económicos, como Hufbauer y Schott (2005), reconocen varios eventos y políticas macroeconómicas de la administración de Salinas de Gortari que propiciaron la crisis económica de 1994. Por ejemplo, el elevado gasto gubernamental en obras públicas, lo cual se tradujo en un déficit histórico; la emisión histórica de tesobonos para cubrir ese déficit; prácticas bancarias relajadas, y problemas políticos como la rebelión del EZLN o la muerte del candidato presidencial del PRI.

Estos eventos, junto con el creciente déficit de cuenta corriente, alimentado por la demanda del consumidor y el enorme gasto gubernamental, alarmaron a los inversionistas que habían comprado los tesobonos. Estos inversionistas eran, principalmente, ciudadanos mexicanos y algunos extranjeros que pronto tuvieron que venderlos, vaciando con ello las reservas internacionales del Banco de México, las cuales en ese momento se encontraban en niveles muy bajos.

La política ortodoxa que debía realizarse ante tal situación era incrementar las tasas de interés, permitiendo que la base monetaria se contrajera para evitar que más dólares siguiesen extrayéndose rápidamente de las reservas (Hufbauer y Schott, 2005). Sin embargo, dado que 1994 era un año de elecciones, el Banco de México decidió comprar deuda mexicana para mantener la base monetaria e impedir que las tasas de interés se incrementaran, lo cual, a su vez, causó una mayor fuga de dólares colocando las reservas internacionales en niveles históricamente bajos (9 mil millones de dólares; a modo de comparación, en 2005 llegaron a 70 mil millones y en 2009 se ubican en los 79 mil millones).

La crisis era inevitable, pero durante los cinco meses anteriores a la toma de posesión de Ernesto Zedillo, la administración de Salinas de Gortari no realizó ningún ajuste. Algunos críticos sugieren que Salinas quería mantener su popularidad, ya que buscaba el apoyo internacional para su candidatura como Director General de la Organización Mundial de Comercio, OMC. Salinas por su parte, argumenta que había hablado con Zedillo para compartir la devaluación entre las dos administraciones, y que Zedillo decidió tomar la carga del ajuste económico en su totalidad.


Administración de Ernesto Zedillo

Zedillo tomó posesión el 1 de diciembre de 1994. Unos cuantos días después tuvo una reunión con varios empresarios mexicanos y extranjeros donde se comentó sobre la devaluación que vendría, y que sólo planeaba subir la banda de la tasa de cambio fija en un 15%, es decir, hasta 4 pesos por dólar, de los 3.4 pesos en que se encontraba en promedio en ese año.

A principios de 1995, la administración de Zedillo decidió establecer el sistema de libre flotación del peso, al no poder mantener la nueva banda de la tasa de cambio, la cual llegaría a 7.20 pesos por dólar en tan sólo una semana.

Para salir de la crisis se diseñó un paquete de emergencia donde Estados Unidos intervino rápidamente comprando pesos del mercado para evitar una mayor depreciación de esta moneda; sin embargo, esta medida no fue suficiente. El presidente estadunidense Bill Clinton solicitó al Congreso enviar un paquete de rescate. No obstante, diversos representantes del Congreso que se habían opuesto al TLCAN veían esta crisis como un resultado del tratado, aunque para varios de los economistas, la crisis y el tratado no estuvieron directamente relacionados.

A pesar de lo anterior, algunas personas dentro del Tesoro Norteamericano encontraron una vía legal para enviar el rescate por medio del Fondo de Estabilización de Divisas, lo cual no requería la aprobación del Congreso de Estados Unidos. Así, se enviaron desde este país 20 mil millones de dólares, a los que se añadieron casi 30 mil millones: 17 mil millones del Fondo Monetario Internacional; 10 mil millones del Bank for International Settlement; mil millones del Banco de Canadá en forma de swaps de corto plazo, y mil millones más, provenientes de diversos países latinoamericanos, entre ellos Argentina y Brasil, cuyas economías estaban severamente dañadas por los efectos de la crisis mexicana. El dólar se estabilizó en 6 pesos por dólar para los siguientes dos años, antes de ser afectado por la crisis financiera asiática de 1998, que lo ubicó entre 7 y 7.7 pesos por dólar.

Para cumplir con las obligaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México no recurrió a las prácticas tradicionales de los países latinoamericanos en tiempos de crisis (por ejemplo, el control de capitales, lo cual hubiera prolongado la crisis, tal como sucedió con las crisis sudamericanas de 2001-2002), sino que introdujo controles estrictos en la política fiscal, continuó con su política de libre comercio y libre flotación. El crecimiento acelerado de las exportaciones amortiguó la recesión, y en menos de diez meses la tasa de crecimiento mensual del PIB ya era positiva. Para 1996 la economía crecía y llegó a un máximo de casi 7% en 1999. En 1997, México pagó por adelantado todos los préstamos de Estados Unidos. No obstante, los efectos de la crisis, principalmente causados por las altísimas tasas de interés durante los días de la devaluación, que llegaron hasta 100%, provocaron que millones de familias no pudieran pagar sus préstamos e hipotecas.

Los negocios mexicanos que tenían deudas en dólares, o que se confiaron en comprar suministros de Estados Unidos, sufrieron un golpe inmediato, con un despido masivo de empleados. Los ejecutivos que asistieron a las reuniones en las oficinas del entonces presidente Zedillo se ahorraron la pesadilla de la crisis, ya que fueron advertidos, compraron rápidamente una inmensa cantidad de dólares y renegociaron sus contratos en pesos. Para empeorar la situación, el anuncio de la devaluación se dio a mitad de semana —un miércoles—, y durante el resto de la semana los inversionistas extranjeros huyeron del mercado mexicano, sin que el gobierno tomara ninguna medida para prevenirlo o desalentarlo, hasta el siguiente lunes, cuando ya todo fue muy tarde. La crisis se propagó rápidamente por el contexto latinoamericano, alcanzando lugares tan alejados como Argentina. El pánico de lo que había pasado en México se extendió a otros países, que de la noche a la mañana se vieron con escasez de fondos y endeudados a corto plazo.


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