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TEMA 3. CIENCIA POLÍTICA

Mural en Berlín
Mural en East Side Gallery del muro de Berlín

, primavera 2002.

La concepción moderna de la ciencia política se puede ubicar en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Sus primeros pasos estuvieron marcados inevitablemente por el contexto de la guerra fría. En los países con dominio soviético, la imposición por decreto de una ciencia única como doctrina oficial ahogó la posibilidad del pensamiento crítico en las universidades, e impidió que la tradición de los grandes historiadores, lingüistas y psicólogos rusos y del este europeo tuviera un desarrollo institucional similar al de las ciencias sociales en las universidades capitalistas.

Mientras tanto, en Europa Occidental se adoptaba la etiqueta de "ciencias humanas" para agrupar a la antropología, la historia y la psicología en torno a las formulaciones del psicoanálisis, la lingüística estructural y las diferentes versiones críticas del marxismo occidental. A diferencia de lo que sucedía en Estados Unidos, varias de las más importantes líneas de trabajo de las ciencias humanas europeas se desarrollaron al margen de las universidades, y, dentro de éstas, se disputaban los espacios con las disciplinas "tradicionales", como la filología, la filosofía y la historia política.

En Estados Unidos, las llamadas "ciencias de la conducta" —integradas por la antropología, la psicología, la sociología y la ciencia política— adquirían un lugar predominante en las universidades en un momento de fuerte expansión y desarrollo de grandes programas de investigación social realizados con abundantes apoyos presupuestales, públicos y privados, orientados hacia la política exterior, e interesados en la promoción de la economía de mercado y la democracia liberal ante el avance del nacionalismo y el socialismo en los países del capitalismo dependiente y periférico en las nuevas sociedades poscoloniales.

La asignación de amplios recursos para la creación de escuelas, posgrados, centros y áreas de investigación especializadas dio como resultado que, en pocos años, apareciera un gran número de unidades y asociaciones académicas reconocidas con la etiqueta de "ciencias de la conducta". Éstas estaban orientadas a la formación de especialistas en asuntos relacionados con el funcionamiento del Estado de bienestar, los comportamientos y alineaciones electorales, los estudios de opinión, y los problemas del desarrollo en los países emergentes.

Una de las disciplinas académicas en las que el nuevo enfoque institucional tuvo mayor impacto fue en la ciencia política, ya que pudo separarse del análisis jurídico (la reglamentación institucional), de la historia política (acontecimientos y personajes ejemplares) y de la filosofía política (teoría ética o reformista), para acercarse más al diálogo analítico con la sociología, la economía, la psicología, las nuevas ciencias de la información, y las disciplinas europeas del psicoanálisis y la lingüística estructural.

El ambiente predominantemente anticomunista en la sociedad y el Estado estadunidenses (el solo hecho de no llamarles ciencias sociales sino "ciencias de la conducta", para evitar cualquier posible referencia al socialismo, da cuenta de ello) obligó a la construcción de un lenguaje especializado, deliberadamente abstracto y formalizado en un cuerpo de conceptos validado mediante técnicas de procesamiento informático cada vez más sofisticado. Esto, junto con la orientación hacia la política exterior, era una clara evidencia de la "lealtad sistémica" de los "cientistas políticos", y un escudo de protección ante la vigilancia macartista y la campaña anticomunista en la sociedad estadunidense.

Este lenguaje abstracto permitió que la investigación empírica trabajara con términos y modelos equivalentes para ir más allá del plano descriptivo, de la elaboración detallada de inventarios y la acumulación no sistemática de hechos de la tradición empirista anglosajona, lo cual orientó a la investigación hacia la producción de hipótesis operacionales y series de datos comparables. Al mismo tiempo, la etiqueta de "ciencias de la conducta" pretendió integrar el imperativo empirista de la conducta observada y organizada, como patrón o sistema de acción, con la orientación de la teoría de los sistemas generales (Bertalanffy, 1986) hacia la colaboración interdisciplinaria.

Así, a los ojos de sus principales académicos el empirismo estadunidense, particularmente en sociología y ciencia política, adquiría el rango de "ciencia normal", según los cánones de validación y "falsación" del positivismo lógico y la filosofía de la ciencia, colocándose así en el mismo nivel de consistencia teórica de las "ciencias humanas" europeas, orientadas por la teoría del "inconsciente" psicoanalítico, "la larga duración" histórica, y la lingüística y antropología "estructural".

La nueva ciencia política "conductualista" consistió en un núcleo duro de conceptos e hipótesis integrados en el denominado "enfoque de los sistemas políticos", construido centralmente por Easton (1968, 1969) y desarrollado por Deutsch (1971). Éste permite un marco de referencia conceptual común para distintas líneas de investigación como las "políticas públicas" con Lasswell (2000); la "política comparada" con Almond (1981, 1992), Dahl (1987, 1996), Sartori (1987), Lijphart (1999); la "sociología política" con Lipset (1997), Smelser (1995), Offe, Schmitter, Linz, entre las más importantes.

Estas líneas de investigación lograron sobrevivir a la dura crítica del "paradigma conductual estructural funcionalista" en los años sesenta y setenta, y forman parte de las orientaciones y áreas centrales de estudio en la ciencia política contemporánea. Al mismo tiempo, conceptos derivados del enfoque de sistemas, como ambiente, retroalimentación, flujos de información, reducción y regulación de la complejidad y de la tensión, conversión, entrada (input) y salida (output), entre otros, son elementos del lenguaje especializado que determina el estado de la ciencia política como disciplina en la actualidad.

El éxito del enfoque de sistemas en la ciencia política se explica porque a pesar de construirse en el estudio de unidades específicas dentro de los sistemas complejos en la sociedad industrial, también puede aplicarse, dentro de ciertos límites que es necesario definir en cada caso, al estudio de unidades poco diferenciadas como las comunidades agrarias de los nuevos países surgidos en las antiguas colonias europeas y en vías de adoptar las instituciones del mercado y del Estado-nación. De esta manera, se avanza significativamente para establecer un lenguaje especializado común capaz de dar cuenta de relaciones básicas en cualquier situación social; con lo cual se obtiene un instrumento analítico apto para organizar la investigación empírica mediante procedimientos deductivos y resultados verificables y comparables.


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