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2.2.3 Familia y cultura

Uno de los grupos sociales más importantes es la familia. En toda cultura o sociedad, en el pasado y en el presente, la familia sigue teniendo un lugar imprescindible en la vida de cualquier individuo. A lo largo de la historia, la familia ha estado en constante cambio. En las últimas décadas, las modificaciones y transformaciones que ha sufrido el grupo familiar se han presentado en casi todo el mundo. Cada quien, con sus propios recursos y desde su propia perspectiva cultural, se enfrenta al dilema entre la familia tradicional y la familia actual. Es un debate que está en proceso.

En el mundo no hay un solo tipo de familia y tampoco un solo tipo de matrimonio, lo que sí encontramos son nuevas prácticas familiares que de alguna manera están transformando las antiguas formas.

Se puede definir a la familia como el conjunto de personas unidas por dos principios básicos. El primero es el de afinidad, que se establece a partir del matrimonio; el segundo es el principio de filiación, en el cual las personas establecen nexos, deducen responsabilidades, deberes, obligaciones, derechos y privilegios con respecto a otras personas y en relación con muchos aspectos de la vida social.

estadística de población

Fuente: INEGI, XI Censo general de población y vivienda, 1990, México.

INEGI, Conteo de población y vivienda, 1995, México.

INI, Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 1993, México.

Luz María Valdés, Los indios en los censos de población, UNAM, 1996, México.

INEGI, Estadísticas socioeconómicas de México, 2000, México.

Tabla de grupos étnicos en México

Fuente: SEP/DGEI.

La organización de la familia es diferente según la cultura que se trate. No hay un tipo de familia superior o inferior, mejor o peor. Cada cultura organiza su espacio doméstico de acuerdo con las enseñanzas y valores predominantes, heredados por las generaciones anteriores. Se trata de procesos de endoculturación (experiencia de aprendizaje por medio de la cual una generación de más edad incita, induce y obliga a la generación más joven a adoptar los modos de pensar y comportarse tradicionales) que se suceden históricamente.

En algunas culturas, las familias se organizan según el tipo de afinidad o de matrimonios que se practiquen. En la mayor parte de Europa y de América se ejerce el matrimonio monogámico, que es el que une a una mujer con un hombre. En muchas partes de África, Medio Oriente y Asia, la vida familiar se organiza mediante el matrimonio poligámico de tipo poligínico, que permite la unión de un hombre con varias mujeres. Hay también espacios culturales, como algunas partes del Tibet, la India y algunos grupos de esquimales, en los cuales el matrimonio poligámico es de tipo poliándrico, la esposa es compartida por varios maridos, en otras palabras, es el matrimonio de una mujer con varios hombres.

Los diferentes modelos de matrimonio crean distintos modelos de familia; entre los más conocidos, podemos encontrar:

La familia nuclear: el marido, la esposa y los hijos.

La familia extensa: al menos tres generaciones, en donde viven varias personas con sus hijos e hijas.

La familia nuclear extendida: un pariente de uno de los progenitores vive con ellos y sus hijos.

La familia monoparental: el padre o la madre con sus hijos e hijas.

La familia reconstruida: parejas separadas de matrimonios anteriores, que deciden casarse por segunda vez.

La familia atípica o nueva: una pareja del mismo sexo (hombre-hombre o mujer-mujer);
en ella se incorporan los hijos de cualquiera de los dos o se decide la adopción de los hijos.

Es probable que en nuestro entorno más cercano sea difícil encontrar matrimonios poligínicos o matrimonios poliándricos; sin embargo, los procesos de globalización cultural han difundido estos modelos de matrimonio, por lo que no será difícil encontrarlos con más frecuencia en algunos años.


La familia nuclear

En diversos países del mundo, influidos por la cultura occidental, se reivindica y defiende institucionalmente el tipo de matrimonio monogámico y la familia nuclear. En estos lugares, todo el sistema político y jurídico defiende, justifica y promueve los valores familiares en torno a este modelo de matrimonio y familia. De acuerdo con Murdock (1949), la familia nuclear tiene las siguientes ventajas:

Satisface las necesidades sexuales y reduce la fuerza perturbadora de la competencia sexual.

Garantiza la protección de la mujer durante el embarazo, y durante los meses o años de lactancia.

Es esencial para la endoculturación de los niños de ambos sexos.

Dadas las especialidades conductuales impuestas a la mujer por su papel reproductor, y las diferencias anatómicas y fisiológicas entre hombres y mujeres, la división sexual del trabajo hace más eficiente la subsistencia.

En nuestra realidad social mexicana coexisten diferentes culturas. Durante mucho tiempo, especialmente desde la llegada de los españoles hasta los procesos de independencia que se desarrollaron en América, tres influencias culturales se despliegan en la familia. La primera es la que se origina en la cultura prehispánica; los grupos indígenas, en esencia, continuaron organizando sus núcleos familiares de acuerdo con sus tradiciones y costumbres. La segunda es la que surge de la presencia de la población europea, y, más específicamente, con el modelo de familia patriarcal español. Finalmente, la tercera influencia cultural proviene de la presencia de población africana que llega con los españoles. El mestizaje biocultural que se desarrolla en América produce una articulación de las tres influencias culturales en la familia, especialmente en la nueva población mestiza que paulatinamente crecerá y será predominante en algunos de estos países.

En efecto, el modelo monogámico y el matrimonio nuclear se practicará y defenderá como la única opción de familia, aunque en la práctica, sobre todo en los hombres, la poligamia será una constante. Algunos historiadores sitúan el origen de estas prácticas en la época colonial; Asunción Lavrin escribe: "En la América Latina colonial el matrimonio no era ni el resultado exclusivo del noviazgo ni el único canal de expresión sexual. Las relaciones sexuales antes del matrimonio, la unión consensual, la homosexualidad, la bigamia, la poligamia, la concepción extramarital y las aventuras clandestinas entre los religiosos y seglares han sido prácticas frecuentes desde el siglo XVI" (Lavrin, 1991).

Con la independencia de los países de América, las prácticas matrimoniales no cambiarán mucho. Durante todo el siglo XIX y XX, el nacimiento de hijos fuera del matrimonio, las "casas chicas", los "segundos frentes", las "uniones libres", "la casa catedral y la casa capilla", no son más que expresiones populares para caracterizar la diversidad con la que se presenta la familia en la realidad social cotidiana. A lo anterior se suman gradualmente problemas asociados a la familia, como el maltrato infantil, la violencia conyugal, la infidelidad, las prácticas incestuosas, el autoritarismo de los padres, las adicciones; problemas que vuelven más compleja la realidad familiar de nuestros días.

Ante la ausencia de estudios precisos que den cuenta de la magnitud del problema, en los últimos años, sociólogos, historiadores y antropólogos se han percatado de la necesidad de entender el fenómeno de la familia en su diversidad.


Los cambios en la familia

La familia actual vive cambios importantes; los procesos de industrialización, la creciente urbanización, el desempleo y la magnitud de los procesos migratorios son algunos aspectos que desencadenan grandes transformaciones en la familia. Los jóvenes son los más sensibles a estas mutaciones; la búsqueda de independencia o de apoyo a la familia los lleva a buscar fuentes de trabajo fuera de sus localidades. En las mujeres jóvenes, la educación les aporta nuevas aspiraciones que no tienen mucho que ver con los modelos tradicionales que viven en sus casas.

Ejemplos de lo anterior los encontramos en casi todos los países europeos; el caso de Alemania es arquetípico de los países industrializados. En un estudio realizado en Francia, Adelheid Hege (2007) muestra que los alemanes están orgullosos del modelo tradicional de familia nuclear que aparenta tranquilidad (hombre en el trabajo, mujer en el hogar, hijos cuidados por la madre que asegura las mejores condiciones psicosociales para su educación). Este modelo, sin embargo, en la perspectiva de las autoridades alemanas responsables empieza a tener efectos perversos. La débil tasa de empleo de las mujeres; la subutilización de sus estudios profesionales o técnicos; la falta de autonomía económica de las mujeres, sobre todo en el caso de las separaciones, que son cada vez más frecuentes; el riesgo de la destrucción de las estructuras familiares; y el fracaso escolar como consecuencia de los conflictos familiares, son algunos de los actuales problemas.

Con el fin de evitar una explosión demográfica, desde 1979 en China las autoridades deciden autorizar sólo un hijo por familia. Casi treinta años más tarde, estos hijos únicos que crecieron con los procesos de modernización y fueron educados con los valores de una sociedad de consumo, a juzgar por los especialistas, poco se diferencian de los jóvenes occidentales. Según Yunxiang Yan (2007), de acuerdo con una encuesta realizada en 2001 en la provincia meridional de Guangdong, 80% de los jóvenes que vivían en el campo habían tenido relaciones sexuales antes del casamiento; el mismo porcentaje se presentó en las ciudades. Otro aspecto a destacar es la transformación de las antiguas prácticas de solidaridad con los padres y abuelos; la mayor parte de los padres dudan de las capacidades de sus hijas para hacer una familia. El modelo 4,2,1 (cuatro abuelos, dos padres y un hijo), que garantizaba la estabilidad generacional de las familias chinas, ya no es seguro, pues las nuevas generaciones no se sienten comprometidas a responsabilizarse del cuidado de los mayores.

En algunos otros lugares, los cambios en la familia obedecen a otras causas. En el continente africano hay más de 12 millones de niños, llamados los huérfanos del sida. Por ejemplo, África del Sur, con una población de 42 millones, tiene 5.5 millones de niños infectados de sida, y existen más de 1.2 millones de niños cuyos padres murieron por esta enfermedad. Algunos de estos niños se ven obligados a dirigir una familia debido a la muerte de sus padres; en otros casos, las abuelas deben trabajar para cuidar y alimentar a sus nietos. Según Heston Philps y Barbara Anderson, investigadores sudafricanos, más de 80% de los niños huérfanos se van a vivir con sus abuelos e incluso con sus bisabuelos. La falta de empleo, la edad y lo numeroso de las familias hacen de estas realidades tragedias que son casi desconocidas en otras latitudes del mundo.

En Estados Unidos, las familias en su sentido más tradicional (padre, madre e hijos) ocupan cada vez un lugar menor en los hogares estadunidenses. La nueva mayoría está ahora formada por familias de divorciados, personas solteras y parejas del mismo sexo. En el fondo, la estadística sólo demuestra lo que era una tendencia desde hace tiempo: la familia como la hemos conocido y como se la ha venerado hasta hoy, simplemente está dejando de ser la "célula" en la que se basa toda organización social. En México, según Gabriela de la Riva (2007), actualmente no es posible hablar de la familia tradicional mexicana. No es aceptable presentar y dirigirse a una familia de mamá, papá e hijos, cuando más de la mitad de la población en México no tiene esa organización. Lo anterior supone discriminar a una madre soltera o divorciada, o a un padre solo, en un contexto en el que aproximadamente 21% en el nivel nacional y 5% en la ciudad de México son familias en donde la responsable es la mamá y hay ausencia física del papá.

El caso de México es un ejemplo representativo de lo que ocurre en América Latina; la familia nuclear se ha cobijado y apoyado en otros modelos familiares. El padre biológico, con mucha frecuencia, ha sido sustituido en las funciones familiares por los tíos, los abuelos o los padrinos. Todos ellos, en muchas familias, participan en las diversas actividades de educación, alimentación y protección. Ante el abandono de uno de los padres biológicos, en la familia mexicana se han creado estructuras alternas que de alguna manera garantizan la continuidad de la normalidad familiar. En diferentes estados de la República, como Michoacán, Zacatecas y los estados fronterizos del norte, la figura de la madre como jefe de familia es cada vez más frecuente.

Es evidente que la ausencia de alguno de los padres modifica sustancialmente las relaciones familiares. Los hijos automáticamente buscan el sustituto de la ausencia; a veces lo encuentran en un familiar mayor o en un maestro, pero en otras ocasiones se apoyan en el amigo del barrio o de la escuela, o en el jefe o líder de algún grupo. En el caso de las madres solteras, la soledad y la necesidad de tener pareja sin los compromisos que ello implica, las lleva a practicar ciertas formas de poliandria que están en proceso de modificar las antiguas prácticas sexuales de las mujeres.


La nueva familia

Para especialistas como Geneviève de Parseval (Yan, 2007), estamos en proceso de pasar de un modelo familiar dominante a una variedad de modelos todavía flojos y no consolidados. Este paso es perturbador. En la concepción de la filiación llamada "euroamericana", en vigor en los países occidentales, los padres son aquellos de sexo diferente y que tienen un nexo genético con sus hijos; sin embargo, esta concepción de familia heterosexual y nuclear no es universal. En muchas sociedades, otros parientes cercanos (tíos, abuelos, padrinos) intervienen activamente en la educación de los niños.

La familia monoparental, la familia reconstruida y la familia atípica paulatinamente se apropian de los espacios domésticos de muchos países. Prácticamente no hay cultura donde los cambios no estén modificando las tradiciones familiares. Actualmente, parejas de homosexuales y lesbianas están conformando familias por medio de diversos recursos legislativos que las condiciones actuales de tolerancia permiten en una variedad de países democráticos. La decisión de formar una familia pertenece a cada individuo. El tipo y el modelo es una decisión propia, lo importante es cumplir con las responsabilidades que tal decisión conlleva.

Está claro que hay distintos tipos de familia y de matrimonio. Las funciones de concepción de los hijos, educación, alimentación, protección, instrucción, dar nombre y ser responsable mientras el hijo sea menor, son diferentes según la cultura de que se trate. En muchas de ellas, los lazos que se establecen pueden variar, y no siempre son los padres biológicos los que desarrollan estas funciones.

En nuestra cultura, formalmente, se ha defendido la familia nuclear y monogámica, aunque en la práctica, la familia extensa y la poligínica han sido una constante en muchos países de América Latina y una realidad que empieza a ser estudiada. El caso de México no es la excepción; la cantidad de hijos formados y educados por los parientes es un problema cuyos orígenes históricos están claramente establecidos. Los cambios en la pareja y en la constitución de las nuevas familias parecen relegar lo biológico por lo social. Las transformaciones que encontramos en la institución familiar parecen regirse por una nueva realidad.


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