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2.2.2 Multiculturalismo

Para comenzar este tema es preciso distinguir entre lo que se entiende por multiculturalismo e interculturalidad. Los conceptos de multiculturalismo e interculturalidad van más allá de lo que propone la pluriculturalidad; esta última es un concepto utilizado en nuestra Constitución, bajo el supuesto de igualdad semántica, que señala que México es un país pluricultural, lo que simplemente supone la existencia de diversas culturas en un mismo territorio. En cambio, el concepto de multiculturalidad plantea el respeto que deben tenerse las diversas culturas, mientras que el de pluriculturalidad puede suponer relaciones de segregación y discriminación entre culturas. Por su parte, la interculturalidad denota una interacción de grupos humanos con diversas culturas y propone que esta relación se fundamente en la igualdad entre culturas. La realidad intercultural niega la existencia de desigualdades; asume que la diversidad es una riqueza. A diferencia del integracionismo y la segregación, en donde lo que se busca es excluir las diferencias, la interculturalidad asume la diferencia como algo necesario y justo, que tiene como eje de convivencia el respeto. Esta interculturalidad se desarrolla en una relación de comprensión y respeto entre las culturas.

La interculturalidad y el multiculturalismo reconocen al otro como diferente sin borrar sus características, sin segregarlo; tienen como eje el respeto, la comprensión y el reconocimiento mutuo, donde reside el concepto de autonomía. La autonomía, desde la perspectiva multicultural e intercultural, explica que el sujeto (individual o social) se relaciona desde su diferencia con el que considera interactuar, con el grupo minoritario. Pero entiende, como parte del grupo mayoritario, que el diferente puede desarrollarse desde su diferencia. De esta forma, pensar en la interculturalidad, y por ende en el multiculturalismo, desde la perspectiva anglosajona, implica plantear que cada grupo étnico o cultural tiene todo el derecho a conservar y desarrollar su cultura en un marco de respeto y tolerancia, y a educarse en sus propios valores y conocimientos culturales en igualdad de condiciones.


Los orígenes del fenómeno multicultural

La atención que se ha dado al reconocimiento y respeto de la diversidad cultural y étnica reside en un fenómeno político y social que tiene su origen en una serie de acontecimientos. En los años sesenta destacan las exigencias de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, cuyo propósito era luchar contra la discriminación social y política, y en favor de la implantación de los derechos civiles, que se les negaban como ciudadanos. Las pretensiones de este movimiento, también se hicieron sentir en otros países como Reino Unido, Canadá y Países Bajos. El fenómeno migratorio del tercer mundo, desde los años sesenta y setenta, con el cual los países desarrollados han recibido población inmigrante en grandes cantidades, ahora demanda sus derechos, lo que ha generado la necesidad de plantear políticas para dar respuesta a esta diversidad multicultural.

Actualmente han resurgido problemas de racismo, destacando en los últimos años los casos de España y Francia, por mencionar algunos. De esta forma el multiculturalismo y la interculturalidad se presentan no como una moda pasajera, sino como el medio para reflexionar sobre la necesidad de generar una conciencia que tenga como propósito central la construcción de una sociedad multicultural en un mundo diverso e interdependiente.

La globalización ha impulsado la apertura de fronteras y el aumento del intercambio en comunicación e información, lo que demanda la mejora de la relación intercultural. Asimismo, se ha generado un auge del factor étnico, que se manifiesta como presión sociopolítica para los gobiernos de los Estado-nación, y que crece con los movimientos de clase social y de género. El reclamo de la identidad étnica y cultural, así como la lucha por la igualdad social y de género, se están convirtiendo en las causas de presión sociopolítica más importantes de esta época. Ante el surgimiento histórico de los países donde conviven todos sus ciudadanos con los mismos símbolos y estructuras, los distintos grupos étnicos plantean la defensa del reconocimiento y respeto de sus características culturales y lingüísticas para desarrollar satisfactoriamente su identidad, conseguida bien por ascendencia o por solidaridad, en todo caso asumida conscientemente como diferente a la de otros grupos con los que interactúan.

Además de esta serie de fenómenos, hay que reconocer que en la mayor parte de los países la conformación de la sociedad es multicultural; muchas naciones se encuentran constituidas por diversas etnias, culturas y regiones muy distintas. Esta pluralidad ha sido clasificada por Will Kymlicka (1996), en estados multinacionales y estados poliétnicos; así, en los primeros la diversidad proviene de la incorporación de culturas concentradas en un territorio, que tuvieron antes un gobierno propio; en los estados poliétnicos proviene de la inmigración individual y familiar. Sin embargo, algunos países podrían tener ambas formas de Estado múltiple, como en el caso de Estados Unidos, "multinacional" por haber incorporado antiguas nacionalidades, como los pueblos indios o Puerto Rico, y "poliétnico" por resultar de la mezcla de muchos países.

Otra propuesta de clasificación de países es la de Rodolfo Stavenhagen (1990), quien señala que existen los Estado-nación con una nación dominante y otras subordinadas (como en el caso de España, Reino Unido o Japón), o heredadas de una multiplicidad cultural propia de un imperio precedente (como China, o la antigua URSS), los estados derivados de antiguos imperios que guardan minorías en su seno (como Turquía o Rumania), los estados con un mosaico de etnias (como India, Pakistán y la mayoría del África negra), los estados producto de inmigraciones de diferentes nacionalidades (como Estados Unidos, Argentina, Australia), o bien, los estados en los que los descendientes de colonizadores forman la nación dominante sobre restos de otras culturas (como ocurrió en Indoamérica, Australia o Nueva Zelanda).


El multiculturalismo como opción

La convivencia de diversos grupos étnicos, culturales y lingüísticos en un mismo contexto supone un reto, ya que esto requiere de respuestas teóricas y prácticas para formar ciudadanos y culturas que se interrelacionen en un marco de tolerancia y respeto. Uno de los grandes retos que enfrentan las sociedades en la actualidad es cómo atender la diversidad cultural; lo cual, más que un freno para el crecimiento, es un elemento enriquecedor de cualquier nación. Como opción, en el marco del multiculturalismo es importante sentirse orgullosos ante las diferencias culturales, intentar ilustrarse de ellas y no imaginarlas como ajenas, inaceptables u odiosas. Sabemos que la interrelación de diversas culturas es un fenómeno natural de convivencia y el concepto de interculturalidad refleja la promoción de un genuino diálogo entre culturas. Exige respeto mutuo entre personas y grupos originarios de distintas culturas, desterrando idealismos, tensiones y conflictos.

La posibilidad de optar como sociedad por la interculturalidad o el multiculturalismo emana de una serie de fenómenos que son de gran importancia, como por ejemplo:

El reconocimiento de que en realidad la mayor parte de los países son multiculturales.

El proceso de globalización.

El arribo de una sociedad más informada, moderna y democrática, por lo tanto, más justa.

Los movimientos de los derechos humanos y cívicos, y el derecho universal a la educación.

El reclamo de las minorías por el respeto a su cultura e identidad, y su lucha por mantenerla.

La importancia que organismos internacionales le han dado al reconocimiento y respeto de la diversidad cultural.

Con base en esto, el propósito de una sociedad que convive en el marco de la interculturalidad es permitir el intercambio y el diálogo entre los grupos culturales y su mutuo enriquecimiento. Es importante que no se considere a ninguna cultura superior a otra o con derecho a dominarla; para evitarlo se requiere un continuo acto de reflexión de la propia cultura que confronte todos aquellos valores que pudieran entrar en conflicto con los valores humanos universales.


La diversidad cultural de México

La composición multicultural de nuestro país se sustenta en gran medida por sus grupos originarios. De hecho, la sociedad mexicana se conforma por una diversidad muy grande de culturas que históricamente nunca ha sido homogénea; durante toda la historia conocida, en México han convivido diferentes grupos que tienen y reproducen su propia cultura. Sin embargo, definir qué distingue a un grupo originario de otro que no lo es resulta difícil. Para ello se retoma la propuesta de Guillermo Bonfil Batalla (1997), que distingue los siguientes elementos:

Territorio históricamente propio y formas particulares de aprovechamiento de recursos naturales, lengua indígena.

Producción agropecuaria, modos de explotación, de consumo propio y mercado de excedentes.

Organización social, política y ceremonial, sistema de cargos.

Atuendo y objetos suntuarios tradicionales, producción artesanal y agropecuaria propias.

Medicina tradicional y curandería.

Cosmovisión y filosofía, sistema de valores.

Aspecto ceremonial, religioso, civil, profano, y sus instrumentos.

Complejo alimentario.

Narrativa particular: mitos, leyendas y cuentos.

Transmisión de la cultura.

Tal vez una definición que se pueda aportar es que la comunidad indígena es una agrupación social formada por un territorio determinado, por grupos humanos que tienen características similares como las costumbres, la forma de ver la vida, la misma lengua, la misma cultura y los mismos valores. La visión del México rural no estaría completa sin la dimensión indígena. En México habitan poco más de 10 millones de indígenas (véase cuadro 1); se trata de la mayor población indígena, en términos absolutos, de los países de América Latina, que equivale a la población total de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

La gran diversidad cultural de México se aprecia en la existencia de cuando menos 62 grupos étnicos (véase cuadro 2) en el territorio nacional. Entre ellos existen amplios contrastes: mientras que el náhuatl es utilizado por más de dos millones de personas, sólo hay 80 hablantes del aguateco.

En este contexto, la diversidad cultural de México debe verse como un elemento que puede enriquecer a los ciudadanos. Ciertamente, es un reto cuando hablamos de igualdad de oportunidades; sin embargo, plantearse una convivencia en el marco de la interculturalidad —es decir, de igualdad y respeto en la diversidad y la diferencia cultural y étnica, con un proyecto único consensuado o acordado previamente por todos los grupos con sus identidades diversas— representaría un ejemplo internacional y una oportunidad para nuestra sociedad. Romper con las utopías ficticias entre los diversos grupos indígenas más que un reto es una oportunidad.


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