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1.1.1 La tradición positivista o naturalista: la escuela francesa de sociología

La sociología francesa en formación se expresó en un inicio en la Revue philosophique, fundada en 1876 por un psicólogo experimental, Theodore Ribet. En ella, bajo una línea positivista, la mayoría de los autores abordaban temas sociológicos aunque fueran profesores de filosofía como Alfred Espinas, Alfred Fouillée o Marcel Bernés; autores entre quienes se tejía una red de referencias cruzadas y de confrontación que daban cuenta de un campo común de preocupaciones, aunque éstas eran todavía muy especulativas. De ahí que se hable de ruptura epistemológica para calificar el aporte de Émile Durkheim. Con él apareció en la tradición francesa la figura del sociólogo. Egresado de la Escuela Normal Superior, su preocupación giraba en torno a la necesidad de lograr una unidad interna y racional entre las ideas y los hechos. Su incesante exigencia de una construcción rigurosa del objeto de estudio de la sociología y de una comprobación de las teorías por medio de pruebas empíricas recorre toda su obra y constituye la base de un compromiso de nuevo cuño, consagrado a la constitución de la sociología como ciencia empírica.

En Las reglas del método sociológico, Durkheim sienta las bases epistemológicas de la sociología al extender al campo de los fenómenos sociales la ley de la causalidad que se aplica en otros campos de lo real. ¿Es legítima esta extensión? ¿Los fenómenos sociales pueden someterse a ella? Al responder a estas preguntas, el sociólogo francés plantea un programa de investigación, es decir, un conjunto coherente y abierto de postulados y procedimientos que se aplican a la especificidad de lo social como dominio de conocimiento. Propone entonces que en la investigación sobre las relaciones e instituciones sociales es necesario desprenderse de los prejuicios y presuposiciones, separar los juicios de hecho —lo que es— de los juicios de valor —lo que debería ser—, para encontrar un punto de partida científicamente confiable.

Durkheim sostiene que los fenómenos sociales son externos a los individuos y que se les imponen incluso cuando parecen ser extremadamente íntimos, como es el caso del suicidio. Será precisamente en la investigación empírica sobre El suicidio donde Durkheim lleve a cabo una demostración del alcance de la sociología. En la elección del tema se encuentra ya una manera completamente nueva de analizar una realidad humana: ¿acaso el suicidio no es el acto más individual e íntimo, y por lo mismo, lo más alejado a un fenómeno o hecho social, determinable o determinado por factores externos a los individuos? Precisamente por ello el suicidio era el objeto para poner a prueba el postulado de que los fenómenos sociales operan bajo el principio de la causalidad social. Como la sociología no puede proceder por experimentación directa, dado que los hechos sociales no pueden reproducirse en un laboratorio, debe hacerlo por "experimentación indirecta", es decir, por comparaciones. ¿Qué es lo que hay que comparar? Las variaciones recíprocas de los diversos factores estudiados: si un fenómeno (la filiación religiosa) varía con otro fenómeno (tasa de suicidios) es porque entre uno y otro existe una relación de causalidad directa o indirecta sobre la que el sociólogo debe echar luz.

Otra de sus obras fundamentales, De la división del trabajo social, corresponde a una pregunta de la época que sigue siendo una preocupación permanente de la sociología, y que gira en torno a la posibilidad de que en la relación individuo-sociedad se concilien tanto la unidad del grupo como el respeto al individuo. El problema de la democracia, diríamos hoy. Aquí, la argumentación también pone en juego el tránsito de sociedades homogéneas a sociedades que encuentran su solidaridad en la división de las funciones y tareas, forma de solidaridad característica de las sociedades industriales.

En Las formas elementales de la vida religiosa, Durkheim desarrolla sus reflexiones sobre el proceso de individualización moderno, esto es, el pasaje de la prioridad que las sociedades tradicionales otorgaban al grupo, a la centralidad que adquiere el individuo en un contexto social que lo conforma, pero que no lo anula. Durkheim sostiene que el individualismo dará lugar a la sacralización del hombre, a su "endiosamiento", convirtiéndose éste en objeto de culto, afirmación que podemos ver convertida en una realidad de las sociedades actuales.

Hasta la primera guerra mundial, la sociología francesa estuvo dominada por los seguidores de Durkheim. En 1887 fue llamado a la Universidad de París como chargé de cours de Ciencia de la Educación, la cual se transformó oficialmente en Ciencia de la Educación en Sociología en 1913. Era la primera vez que el título oficial de una cátedra universitaria francesa utilizaba el nombre forjado por Comte para la ciencia de la sociedad. Gracias al empeño de Durkheim se institucionaliza la sociología como una ciencia independiente.

La tradición que consolidó el sociólogo francés —y que el filósofo de la ciencia Richard Bernstein califica de temperamento positivista— se arraigó en la cultura anglosajona expresándose con nitidez en el modelo estructural-funcionalista que dominó a la sociología teórica de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.


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