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4.3 EL OCASO DE UNA ILUSIÓN

4.3.1 El derrumbe de la URSS

Hacía tiempo que los dirigentes de la URSS habían dejado de creer que el sistema implementado era humanamente superior al capitalismo, de hecho, hacia los años setenta estaba claro que no sólo se estancaba el crecimiento económico, sino que incluso los indicadores sociales básicos, como la mortalidad, dejaban de mejorar.58 La URSS había logrado sobrevivir a partir de construir un subuniverso autónomo y, en gran medida, autosuficiente de manera política y económica. La guerra fría congeló las relaciones entre ambos bandos, por lo que no fue hasta los años setenta y ochenta cuando aparecieron los indicios de que el universo autónomo del campo socialista se estaba integrando a la economía mundial. Esa "distensión" fue justamente el principio del fin.59

La intransigencia había garantizado durante un tiempo el cierre de sus fronteras y la posibilidad de sobrevivir parapetada tras el telón de acero, soportando y haciendo soportar lo ineficaz de su economía de planificación central. La interacción de la economía del modelo soviético con la economía del mundo capitalista a partir de los años sesenta fue lo que hizo vulnerable al socialismo.

Por otra parte, cuando se dieron cuenta de lo vulnerable de su situación, en lugar de afrontar la tarea de reformar su sistema económico, hicieron una fuga hacia adelante, extrayendo recursos del boom petrolero de los setenta y el endeudamiento a partir de créditos blandos, lo que empeoró aún más la posibilidad de competir frente al mundo capitalista.60

La invasión a Afganistán fue otra fuga hacia adelante con la que coronaron el inicio de su caída. Se observa habitualmente que Afganistán fue para la URSS lo que Vietnam para los estadunidenses. Una guerra en la que consumieron lo último de sus energías, y acabó por desgastar su maltrecha economía. De ahí en más era cuestión de tiempo para ver desmoronarse al sistema soviético. Lo que nadie podía predecir es que iba a darse tan rápido.

Una vez que la Revolución dio paso a la estabilización, el control y la coacción del Estado fue lo que continuó siendo el modelo conocido, en el que la propiedad y la gestión habían sido socializadas. Al ser el Estado el director máximo de todos los movimientos políticos y económicos, fue necesario una enorme cantidad de gente que hiciera posible las órdenes emanadas desde arriba. En este contexto se generó una enorme burocratización del aparato económico y del conjunto del sistema, que poco a poco comienza a adquirir cotos de poder y a autonomizarse. Esta autonomía de la burocracia aunada a la inflexibilidad del sistema hizo que fuera imposible cualquier modificación del rumbo económico una vez que éste se hizo inaplazable.61

Mientras tanto, la nomenklatura, ese ejército de burócratas del partido que combinaba incompetencia y corrupción, hizo cada vez más evidente que la Unión Soviética funcionaba mediante un sistema de patronazgo, nepotismo y pago, por lo que al finalizar la era de Brezhnev un círculo político en el poder pensó que era necesario transformar el "socialismo realmente existente". Es así como surge Gorbachov con su campaña de reestructuración del socialismo soviético a partir de dos lemas: perestroika o reestructuración (económica y política) y glasnost o libertad de información.

Mientras la glasnost se proponía movilizar apoyos dentro y fuera del aparato contra las resistencias generadas por la burocracia y la inflexibilidad del sistema, la perestroika iba encaminada a modificar el rumbo de la política y la economía soviéticas hacia una mayor apertura. Paradójicamente, al aplicar ambas políticas juntas, la glasnost socavaba la única base de operación que podía generar esa transformación económica, ya que lo único que hacía funcionar al sistema soviético, y que podía transformarlo, era la estructura de mando del partido-Estado (esa nomenklatura y ejército de burócratas a la que la glasnost iba dirigida). Al poner en funcionamiento el intento de transformación, que combinaba la desintegración de la autoridad y el sistema de mando, con la apertura económica, se abrió la puerta a la destrucción de los viejos mecanismos que hacían funcionar la economía, sin proporcionar ninguna alternativa. Esta situación llevó al sistema al abismo y a los ciudadanos a padecer un creciente deterioro del nivel de vida.62

Pero como en toda la historia de la URSS, no fueron los ciudadanos quienes derribaron al gobierno, sino que fueron las mismas disidencias en la cúpula lo que la terminaron por extinguir. La gran Unión Soviética comenzó a fracturarse en sus partes constituyentes, volviendo sus fronteras a sus antiguas marcas. Esto fue gracias a la política seguida por Boris Yeltsin, quien al transformar Rusia en una república como las demás, favoreció la desintegración de la Unión y posterior caída del comunismo.63

La caída de la URSS como potencia y como unión de naciones dejó un vacío que conllevó a una vasta zona de desorden, conflicto y catástrofes potenciales para los siguientes años. Su fin marcó no el fin de la historia,64 como se ha querido pretender, sino más bien el fracaso de una ilusión.


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