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4.1.4 México ante la gran depresión

México vivió la gran depresión de una forma singular. La recesión económica producida por la caída de los precios de las exportaciones comenzó desde 1926, a pesar de que gran parte de la economía campesina seguía siendo de subsistencia. Entre 1929 y 1932 las importaciones se redujeron 50%, las exportaciones en más de 60%, la tasa de desempleo subió y el producto interno bruto se redujo alrededor de 16 por ciento. El punto álgido de la crisis fue el año 1932, a partir del cual los indicadores económicos parecen mejorar. Esto causó en el ámbito político importantes transformaciones que dieron pie a un nuevo cambio en la estrategia de poder.

A pesar de que en 1932 el nivel de vida del mexicano promedio volvió a ser el de 1910, según Lorenzo Meyer, esto no fue tan dramático puesto que entre 1910 y 1929 apenas si se había producido un modesto mejoramiento en las condiciones de vida materiales del pueblo mexicano.24 De acuerdo con esta postura, siendo México un país no desarrollado en términos capitalistas, pudo absorber mejor los efectos de la crisis. Por otra parte, los sectores económicos más importantes, el de las principales exportaciones mexicanas como el petróleo, el oro y la plata, que representaban 75% del total, no experimentaron una caída de la demanda tan aguda como otras mercancías y el empleo en este sector constituía un porcentaje muy reducido de los trabajadores asalariados no rurales. Además, el sector agrícola de subsistencia recuperó la mala racha de las cosechas de 1929-1930, y el sector manufacturero se benefició en buena medida de la caída en las importaciones por la sustitución que comenzó en esa época.25

Sin embargo, muchos coinciden en que la crisis en México fue bastante notoria. Se hizo sentir principalmente en el sector minero. La minería junto con el petróleo eran, para esta época, el pilar de la economía mexicana. Controlada por capitalistas extranjeros y orientada hacia la exportación, la industria extractiva colocó al país en el papel de proveedor de materias primas en el concurso del mercado mundial. El Estado se solventaba de los impuestos que extraía de esta rama de la economía y, cuando cayó el precio internacional, sobre todo de la plata de la cual México era el principal productor a escala mundial, se produjo la crisis masiva de este sector.26

Mientras tanto, la producción de petróleo también resintió la crisis, y el despido en ambos rubros fue muy importante. Para los trabajadores, que dependen de un sueldo, esto fue calamitoso, ya que la tasa de desempleo en ascenso debido a las empresas en quiebra y los reajustes de personal, originó una depresión en los salarios y representó una situación realmente angustiante. El desempleo y la caída de los salarios repercutió en la baja del consumo y generó un círculo vicioso difícil de subsanar.

En el campo, a más de diez años de la Revolución, no había cambiado su composición social, todavía existían grandes latifundios y los campesinos estaban reducidos a jornaleros, debiendo vender su fuerza de trabajo por un jornal.

Entre 1929 y 1932, el PIB disminuyó 16%, aunque en algunas de las ramas de la producción, como la minería o en las manufacturas, el golpe acusado se acercaba a 50 por ciento. Asimismo, las exportaciones y las importaciones se vieron reducidas a 50 por ciento. Pero la recuperación fue inmediata y el sector agropecuario fue el gran estabilizador.27

Las repercusiones políticas de la crisis tuvieron consecuencias mayores. Tras la crisis generada por el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón, México vivía la reorganización del grupo en el poder dirigido por Plutarco Elías Calles, considerado jefe máximo de la Revolución. Calles y sus aliados construyeron un modelo de organización basado en la institucionalización de las fuerzas políticas a partir de dos ejes principales de acción: la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, con el objetivo de congregar a distintos grupos políticos en torno a un proyecto político de Estado, y la represión o negociación de los movimientos que se opusieron al gobierno callista, como la guerra cristera del noroccidente del país28 entre 1926 y 1929 o el alzamiento militar obregonista de 1929.

Así, tras el pacto que supuso la fundación del PNR, el grupo sonorense mantuvo el control del gobierno por medio de tres presidentes que se sucedieron en un solo sexenio, Emilio Portes Gil (1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934), un periodo conocido como "el maximato", por considerarse que detrás del presidente gobernaba el jefe máximo de la Revolución, Calles.

Este intento de construir una verticalidad y centralidad en la toma de decisiones, en donde el jefe máximo ocupaba el lugar de mayor privilegio por sobre las decisiones del presidente de la República, constituyó durante todo este periodo una fuente de grandes tensiones políticas que originaron una oposición masiva, tanto dentro del partido como en los grupos independientes, con participación de obreros y campesinos, organizada en torno del gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, que fue electo candidato a la presidencia de la República, y quien tras su triunfo y ascenso en 1934, ordenó la expulsión del mismo Calles del país.

La posibilidad de que Cárdenas asumiera la presidencia en 1934 estuvo signada por diversos acontecimientos, como el desmembramiento de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), pilar de la política sindical callista y entidad creada para sujetar a los trabajadores a los designios del Estado y el surgimiento de la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), dirigida por Vicente Lombardo Toledano, quien reivindicó su independencia en relación al Estado, se negó a participar en la política electoral y sostuvo la necesidad de que los trabajadores resolvieran directamente sus dificultades con los patrones, sin la intervención gubernamental.29 Esto propició la posibilidad de una postura crítica y de una nueva perspectiva ideológica que no se hubieran podido desarrollar de haber permanecido dentro del gobierno.30

Asimismo, se dio una revitalización de la lucha ideológica que se fraguó principalmente debido a que la crisis de 1929 propició la desilusión y la falta de fe en el sistema capitalista, provocando la difusión de alternativas ideológicas, de manera relevante socialistas y comunistas. El auge de los elementos radicales que se habían dado en ese momento, tanto dentro como fuera del PNR, y la división y contienda dentro de la élite política dominante posibilitó, una apertura crítica de ideales, que favoreció la candidatura y posterior éxito de Cárdenas.31

Cuando Cárdenas asume la presidencia, Calles había dejado organizadas las diferentes facciones del poder en el PNR, que se había consolidado como un instrumento poderoso de control e integración del caudillismo iniciado con Obregón (1920-1924). De este modo, todos los grupos o caciques en los que el poder político había estado fragmentado, se reintegraban y quedaban sometidos al Estado que se fortalecía. Así, el partido oficial surgía como una poderosa maquinaria de dominación y control del grupo en el poder, capaz de someter a las fuerzas más diversas. Cárdenas se encuentra con que esta centralización política en un solo centro hegemónico, había sido consolidada. El PNR se revelaba como un instrumento poderosísimo para el perfeccionamiento y la consolidación de las instituciones. Las fuerzas que Cárdenas representaba podían ahora utilizar al partido para atajar y encauzar el descontento popular y canalizarlo hacia un crecimiento productivo del país.

En México, como en otros países de América Latina, ante el raquitismo de la burguesía y el aún más reducido mercado interno, debido en lo fundamental al empobrecimiento y explotación a los que habían sido sometidos los trabajadores y campesinos, el Estado se destinó a sí mismo la función de construir los cimientos de un progreso económico que debería pasar por la industrialización fomentada a partir del equilibrio entre capital y trabajo. De esta manera, el Estado –y Cárdenas como su timón– asume la función de regulador de los intereses sociales y promotor del desarrollo económico al colocarse por encima de todas las clases para lograr de esta manera ser el árbitro de las relaciones.

Así fue como la consolidación del poder del Estado, la creación de mecanismos financieros y la labor destinada a construir la infraestructura económica hicieron avanzar la industria. En tanto, los dos decretos más importantes emitidos por Cárdenas, como son la nacionalización de los ferrocarriles y del petróleo fomentaron el poder económico y político del Estado.

La consolidación institucional del país se basó en la organización de los trabajadores en gremios, favoreciendo la recuperación económica del salario y haciendo por este mismo mecanismo que el mercado interno se expandiera, fortaleciendo con ello la industria nacional.

Por otra parte, el esfuerzo industrializador estuvo basado sobre todo en una extracción económica constante no sólo de los trabajadores sino de los campesinos, para lo cual transformó la estructura anacrónica del campo32 e impulsó el reparto agrario, pobló el territorio y mejoró las condiciones de vida.

De esta manera, Lázaro Cárdenas logró convertir su política nacional en un mecanismo para paliar la crisis y profundizar el espíritu de la Revolución mexicana en favor del fortalecimiento del Estado como rector de la economía. Al asumir la presidencia Cardenas transformó al Estado posrevolucionario, de tener un carácter individualista con pocas transformaciones sociales, en un Estado corporativista, mediador de las diferencias de clases a partir de la conformación de una estructura de poder que movilizó y organizó las principales fuerzas sociales (obreros, campesinos, burócratas, ejército), para convertirlas en una herramienta eficaz de respaldo a la actividad y centralidad del Estado como garante del crecimiento nacional.33


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