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4.1.2 La Revolución rusa

La Revolución de Octubre comenzó como una revolución destinada a extenderse por todo el mundo, debido a que se consideraba un régimen capaz de incorporar a todos los hombres en un sistema político y económico más justo. Las transformaciones establecidas en su economía y en su política fomentaron un crecimiento inusitado que llevó a la URSS a convertirse en una superpotencia desafiando la hegemonía estadunidense. En tanto, y como parte del "peligro comunista" que representaba, promovió para el resto del mundo la importancia de la planificación estatal en reemplazo del liberalismo económico.

Para Rusia, la primera guerra mundial supuso un esfuerzo bélico en el que la cohesión social interna se resquebrajó, pues una vez agotada la exaltación nacionalista, la política zarista fue interpretada por la opinión pública como la causa de una matanza sin sentido. Este sentimiento antibelicista reforzó la influencia política de los socialistas que pregonaban la oposición a la guerra. El lema "pan, paz y tierra" pareció aglutinar los deseos de una sociedad que se encontraba oprimida y sumamente empobrecida. La población pobre de los núcleos urbanos carecía de los alimentos básicos, los trabajadores industriales buscaban mejores salarios y la reducción de la jornada laboral, mientras que los campesinos, quienes representaban 80% de la población, exigían su derecho al reparto de tierra. Entre el final del siglo XIX y los primeros años del XX se organizaron los soviets, asambleas populares cuya dirección fue ganada por el partido bolchevique en las principales ciudades, en especial en Petrogrado, la capital rusa de ese momento, y en Moscú.

En febrero de 1917 se logró el destronamiento del zar Nicolás II y la constitución de una república democrática burguesa representada por un gobierno provisional, pero el poder efectivo residía en los soviets. Cuando el gobierno provisional insistió en iniciar una nueva ofensiva militar contra Alemania en junio de 1917, el ejército se negó y los soldados, la inmensa mayoría hijos de campesinos, regresaron a sus aldeas para participar en el reparto de la tierra. La revolución se difundió a lo largo de las vías del ferrocarril que los llevaba de regreso.

La caída del gobierno provisional se consumó tras el "asalto al Palacio de Invierno" en Moscú, el 25 de octubre de 1917. Inmediatamente se constituyó un Consejo de Comisarios del Pueblo, formado por bolcheviques y presidido por Lenin, en reemplazo del gobierno derrocado. La revolución había triunfado.

Una vez en el poder, y contra todas las expectativas, la Rusia soviética no sólo sobrevivió sino que conservó y extendió su poder, a pesar de las diversas crisis que afrontaron: el tratado impuesto por Alemania en Brest-Litovsk, las secesiones regionales, la contrarrevolución, la guerra civil, la intervención armada extranjera, el hambre y el caos económico.16

En realidad fue poco el tiempo que pareció real la posibilidad de extender la experiencia soviética al resto del mundo, especialmente a Europa y en particular a Alemania, país industrializado que tenía las condiciones propicias para una verdadera revolución socialista.17 Una vez que fue consciente de su limitación, el comunismo soviético reorientó su política en función de sus necesidades políticas coyunturales, como el reconocimiento internacional de su soberanía, y se alejó de las estrategias revolucionarias originales planteadas entre 1917 y 1923.

De cualquier forma, el proceso industrializador seguido por la Unión Soviética fue en verdad asombroso. Cuando el gobierno revolucionario asumió el poder, Rusia era un país pobre y sumamente atrasado, 80% de su población era campesina. Mientras que en los grandes centros industriales y urbanos predominaba un modo de producción capitalista, el campo se encontraba prácticamente estancado, todo ello en el marco de una compleja estructura política dominada por una monarquía absolutista con la nobleza incrustada en todos los órdenes del Estado.

La principal tarea a la que se dedicó el nuevo gobierno fue la industrialización del país. Una enorme transferencia de recursos desde el campo a las empresas urbanas fue dirigida por el Estado, que centralizó todas las directivas económicas a partir de la Nueva Política Económica (NEP) y luego de los planes quinquenales en la era estalinista.

Esta planificación central, que décadas después fue el talón de Aquiles de la revolución, permitió entonces un crecimiento sin precedentes de la economía soviética al grado de convertirla en una superpotencia, desafiando al capitalismo occidental que se encontraba inmerso en una de sus crisis de sobreproducción. De esta manera, para Occidente el peligro de la expansión comunista constituía una verdadera amenaza, ante lo cual se realizaron importantes transformaciones políticas y económicas.


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