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4.1 LAS GRANDES TRANSFORMACIONES EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX Y SUS CONSECUENCIAS EN MÉXICO

4.1.1 La primera guerra mundial

Antes de 1914 no se produjo una guerra mundial cuyos contendientes se propusieran la ocupación total del mundo.7 Grandes potencias se habían enfrentado en diversas ocasiones, pero nunca coincidieron en una guerra total. La primera guerra mundial conmovió al mundo occidental porque participaron en ella todas las grandes potencias y los Estados europeos, excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza. Eric Hobsbawm ha explicado que la gran guerra fue un conflicto de dimensiones inusitadas debido a la fusión alcanzada entre la política y la economía.8 Por otra parte, las consecuencias de esta guerra y la posterior división del mundo fueron la base de conflictos que atravesaron el siglo y llegaron hasta nuestros días.

Las profundas transformaciones de las relaciones de producción y acumulación de capital que se dieron en los albores del siglo XIX crearon una capacidad de producción sin precedentes. Estas transformaciones poco a poco hicieron necesarias nuevas fuerzas productivas y ampliaron la división internacional del trabajo, a la vez que generaron una imperiosa necesidad de materias primas. La competencia que se agudizó entre las distintas naciones se relaciona justamente con el crecimiento y la competitividad de la economía, cuyo rasgo característico era precisamente que no tenía límites; sólo ahora, en los inicios del tercer milenio, las sociedades conviven con los problemas del agotamiento de recursos como futuro y potencial limitante del crecimiento económico.9

Así, los grupos de poder económico vinculados a los Estados nacionales que desarrollaron una base industrial de producción, se lanzaron a la conquista de nuevos territorios con un doble objetivo, la venta de sus productos y la extracción de materias primas. Esta nueva fase de acumulación de capital recibe el nombre de imperialismo y surge a partir de la necesidad de los países industrializados de obtener mayores recursos para seguir aumentando su producción. En esta nueva división internacional del trabajo el mundo comenzó a organizarse entre países proveedores de materias primas y países industrializados, vendedores de artículos manufacturados. La competencia por el apoderamiento de territorio, que realizaron las potencias industriales de esa época, forzó finalmente una guerra en la que se entrelazaron todos los implicados.

El conflicto detonante de la gran guerra surgió entre la triple alianza, constituida por Francia, Gran Bretaña y Rusia, y las potencias centrales, Alemania y Austria-Hungría. Una vez declarada la guerra, todas las demás potencias se fueron alineando en función de sus intereses y de las intensas gestiones diplomáticas de las potencias beligerantes. Serbia y Bélgica se incorporaron inmediatamente al conflicto como consecuencia del ataque austriaco contra Serbia y del ataque alemán contra Bélgica. Turquía y Bulgaria se alinearon poco después junto a las potencias centrales, mientras que en el otro bando se fueron uniendo Italia, Grecia, Rumania y Portugal. Japón intervino casi de forma inmediata para ocupar posiciones alemanas en el Extremo Oriente y el Pacífico occidental.10

Estados Unidos entró a la guerra en 1917 y su intervención, como años más tarde en la segunda guerra mundial, sería concluyente para el conflicto.11 Si bien el gobierno de Woodrow Wilson mantuvo una política de neutralidad, por lo menos desde 1916, gran parte de la producción agropecuaria, de manufacturas y de industria militar estadunidense se orientó al abastecimiento de la triple alianza.12

Mapa La Primera Guerra Mundial

En general, la superioridad del ejército alemán pudo ser decisiva. Tras el fracaso inicial del Plan Schlieffen, que organizó una ofensiva general y rápida contra Francia, la reorganización de la iniciativa alemana en dos frentes y el bloqueo marítimo instrumentado por los submarinos militares estuvo a punto de verse coronada con éxito, de no haber sido porque los aliados contaron desde 1917 con los recursos de Estados Unidos.13

Las sucesivas derrotas impuestas por los aliados, con el ejército estadunidense a la cabeza, en los frentes de guerra sostenidos por las potencias centrales y la inestabilidad política interna, sobre todo en Alemania, obligaron a la capitulación sin condiciones. En enero de 1919, durante la conferencia de paz reunida en Versalles, la influencia del presidente estadunidense Wilson fue definitoria en la reorganización política europea.

Por una parte, se destruyeron y repartieron amplios territorios que constituían imperios antiguos como Turquía, Austria-Hungría y Rusia, y se impusieron importantes trabas al desarrollo económico de Alemania. A diferencia de lo que ocurriría años después con el Plan Marshall, al finalizar la primera guerra mundial no se constituyó una unidad económica que restableciera la capacidad productiva de las potencias centrales, provocando un resquebrajamiento de la economía internacional que se cobraría años más tarde.

Por otra parte, la restructuración del mapa europeo fue realizada bajo el principio de que las naciones tenían derecho a la autodeterminación. La reorganización del Próximo Oriente se realizó según los principios imperialistas convencionales, es decir, en función de los intereses de Gran Bretaña y Francia, excepto en el caso de Palestina que había sido prometida por Inglaterra a la comunidad judía internacional como "una patria nacional".

El Imperio austro-húngaro se reestructuró de modo tal que Austria y Hungría fueron reducidas a apéndices alemán y magiar, respectivamente. Serbia fue ampliada para formar una nueva Yugoslavia al fusionarse con Eslovenia, Croacia y Montenegro, un pequeño reino independiente de pastores; un conjunto inhóspito de montañas cuyos habitantes reaccionaron a la pérdida de su independencia abrazando en masa el comunismo.14

Asimismo, Checoslovaquia se constituyó mediante la unión de los territorios checos, el antiguo núcleo industrial del Imperio de los Habsburgo, con las zonas rurales de Eslovaquia y Rutenia, en otro tiempo parte de Hungría. Se amplió Rumania, que pasó a ser un conglomerado multinacional; también Polonia e Italia se vieron beneficiadas. Estas fusiones políticas territoriales están en la raíz de los conflictos que se produjeron durante los años noventa del siglo XX en Europa del Este. Así comenzaron a establecerse las condiciones para los conflictos de los nacionalismos secesionistas como la guerra civil yugoslava, la agitación en Eslovaquia, la secesión de los Estados bálticos de la ex Unión Soviética, los conflictos entre los húngaros y rumanos por Transilvania, el separatismo de Moldova y el nacionalismo transcaucásico, entre otros problemas que no existían antes de 1914.15 Pero este reparto del mundo apenas significó el final de una era de integración económica que comenzó a finales del siglo XVIII, no así la formación de un nuevo orden mundial.

La paz impuesta a Alemania por las principales potencias vencedoras, con el argumento de que era la única responsable de la guerra y para promover su debilidad económica y política, ha sido considerada por los historiadores como una de las causas de la segunda guerra mundial, debido a que esta incapacidad por resarcir a los vencidos imposibilitó el rápido crecimiento económico.

Por otra parte, la ausencia de representación en la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, de los países vencidos y de la naciente Unión Soviética, pero sobre todo de Estados Unidos, cuyo senado se negó a ratificar los tratados de paz, redundó en la fragilidad de los mismos y volvió poco fiable el equilibrio intereuropeo.

Finalmente, uno de los efectos de la crisis de crecimiento que se expresó en 1929 fue la formación de una generación europea resentida y decidida a condenar el Tratado de Versalles. Así, se desarrolló una militancia política totalitaria en los países vencidos que dio como resultado el surgimiento del nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano, lo que conduciría finalmente a la segunda gran guerra.


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