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TEMA 4. MÉXICO EN LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL SIGLO XX

Karina Kloster Favini


INTRODUCCIÓN

Con el presente texto se busca comprender los procesos económicos, políticos, sociales y culturales del mundo contemporáneo, así como su influencia y repercusión en la sociedad y el territorio mexicano.

Para poner en perspectiva los procesos históricos que caracterizaron el siglo XX, vale considerar que se trata del periodo histórico más dinámico en términos económicos, demográficos y tecnológicos. Entre 1900 y 2000, la población mundial prácticamente se cuadruplicó, pues pasó de 1 600 000 000 a, por lo menos, 5 500 en el inicio del tercer milenio.1 La producción industrial y su vinculación con el llamado sector terciario2 experimentó, durante este siglo, un desarrollo extraordinario frente a la agricultura, que dejó de ser la base de la reproducción social. Esta transformación radical se debió, por una parte, al avance tecnológico que optimizó de manera inusitada la producción y circulación de mercancías, donde la revolución informática constituye uno de los procesos paradigmáticos de fin de siglo;3 por otra, a la transferencia de fuerza de trabajo del campo a la industria, pues la proporción de trabajadores agrícolas en los países desarrollados pasó de representar en 1900 entre 20 y 40% de la población activa a tan sólo 5% en promedio para el año 2000; en tanto, los trabajadores del sector terciario constituyeron a finales del siglo XX, 65% de la población activa de los países más desarrollados.4

La historia reciente del mundo también experimentó el costo humano más alto en conflictos bélicos y se sumió en procesos de exterminio catastróficos, el hambre se multiplicó y la desigualdad social se profundizó. Así, tanto unos elementos como otros, impactaron de modo específico en los países latinoamericanos, y en particular, en México.

La organización mundial del siglo XX se puede entender a partir de dos grandes procesos económicos y políticos: la Revolución rusa y la crisis de sobreproducción de 1929. Ambos acontecimientos establecieron el inicio de una época.

Por un lado, la Revolución rusa, surgida a partir de las tensiones producidas en la primera guerra mundial, provocó una de las transformaciones más radicales sucedidas en el mundo. Esta revolución echó por tierra el zarismo e implementó un modelo social que transformó un país sumamente atrasado y rural en una potencia que, por al menos un decenio, desafió la hegemonía económica occidental. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se convirtió en potencia mundial gracias a la implementación de un modelo económico que tuvo como ejes básicos la centralización estatal de la producción industrial y su planificación.

Por otro lado, el mundo capitalista desarrollado sufrió en la entreguerra una de las crisis paradigmáticas del modelo de acumulación, una crisis de sobreproducción que terminó con los esquemas liberales de libre comercio e instaló un capitalismo mixto, siguiendo en gran medida el patrón implementado en la URSS.

Las consecuencias políticas y económicas de estos acontecimientos repercutieron e hicieron posible la mayoría de las transformaciones que se sucedieron a continuación. A pesar de no haberse podido evitar la segunda guerra mundial, una vez concluida, se estableció la integración económica que no se había logrado tras la primera guerra mundial, lo que posibilita para los años cincuenta un crecimiento económico sin precedentes, y que en efecto, nunca más volvería a ocurrir hasta nuestros días.

Parte del éxito económico de los países desarrollados, se debe a que los dos grandes vencedores de la segunda guerra mundial, Estados Unidos y la URSS, cosecharon los frutos de la victoria, alineando al resto de los países tras sus filas. Así, comienza una carrera espacial y armamentista que sumió al mundo en una tensión "estabilizadora" conocida como guerra fría. La organización geopolítica que se sucedió instaló una nueva división del mundo que produjo nuevos conflictos.

En México, las transformaciones políticas y económicas a escala mundial propiciaron diversos acontecimientos: México vivió una revolución social que instaló en el gobierno una burguesía más acorde con los tiempos y un modelo de acumulación que implementó el reparto de tierras y propició la industrialización del país.

Esta burguesía, débil en sus comienzos, pactó con un sector del campesinado derrotado en la lucha armada, al otorgarle importantes prerrogativas en el Constituyente de 1917. Poco a poco, los grupos que tomaron el poder político comenzaron a ganar terreno a partir de la centralización de las funciones productivas en el aparato del Estado, que fue controlado políticamente mediante la construcción del partido de Estado.

Con la derrota política del campesinado organizado, su incorporación al pacto nacional y la centralización de las funciones productivas con el Estado como eje articulador, se sentaron las bases para la formación de un periodo de afianzamiento de las instituciones, que tuvo en el petróleo su principal respaldo económico.

Como en toda América Latina, en México los años cincuenta y sesenta estuvieron determinados por el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), proceso que siguió las propuestas de Prebisch y los dictados de la Cepal,5 que intentaron salir del círculo vicioso del intercambio desigual, imponiendo para México en particular y América Latina en general un modelo de desarrollo propio.

El fracaso de la segunda etapa de la sustitución de importaciones y la incapacidad de construir mercados comunes minaron el modelo de desarrollo y llevaron a las naciones latinoamericanas a una de las crisis más acuciantes de la historia contemporánea, que tuvo como piedra angular el endeudamiento externo.

En 1970, la liga árabe organizada en la opep decidió unilateralmente subir el precio del petróleo, lo que produjo un golpe económico para los países desarrollados, especialmente Estados Unidos; a la vez, creó un mercado de dinero barato y accesible, con el que fueron tentados los gobiernos de los países no desarrollados, que tomaron créditos sin miramientos, produciendo una deuda externa que todavía hoy no terminan de pagar.6 El endeudamiento masivo de América Latina y los países del llamado tercer mundo generó en los años ochenta la crisis de la deuda.

La imposibilidad de pagar los servicios de la deuda y la negociación individual propició la instalación, en los países deudores, de medidas económicas dictadas desde los centros financieros mundiales y así es como a finales de los años ochenta –la llamada década perdida de América Latina– las políticas económicas fueron establecidas por funcionarios del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que erradicaron las formas mixtas de acumulación de capital en el ámbito nacional e instalaron medidas económicas de libre acumulación y circulación del capital como mecanismo principal de la realización de la riqueza capitalista.

En México, la instalación de las medidas neoliberales provocaron la crisis del modelo de Estado nacional, cuya expresión jurídica fue la modificación de la constitución vigente, emanada del pacto social que cerró la lucha armada iniciada en 1910 y elevó a rango de ley las medidas más progresistas surgidas de la Revolución mexicana.

La modificación al artículo 27 constitucional, realizada en 1994 dio por finalizado el reparto agrario y posibilitó la constitución de un mercado de tierra y agua, impuesto sobre las condiciones de precariedad agropecuaria que se generaron durante la crisis de la deuda entre las comunidades agrarias, con la consecuente acumulación y concentración que esto ha significado. La culminación administrativa de este proceso se produjo, en septiembre de 2009, con la absorción de la Secretaría de la Reforma Agraria decretada por Felipe Calderón.

La crisis de hegemonía del partido de Estado y la transformación del sistema político mexicano fomentaron una fragmentación política a lo largo y ancho del territorio que abrió la posibilidad del recrudecimiento de viejos conflictos, como el narcotráfico y la aparición de nuevos, como los entablados por el control de recursos ambientales, entre otros.


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