conocimientos fundamentales

| historia | méxico y la segunda integración mundial

Página anterior Página siguiente





3.3.3 La Revolución mexicana

La historia política y militar de la Revolución mexicana ha sido consignada desde la historiografía clásica hasta las últimas síntesis eruditas.93 Tras la expectativa generada por la entrevista Díaz-Creelman en 1908, entre las élites porfirianas desplazadas por "los científicos" se formaron grupos políticos interesados en la sucesión presidencial y aparecieron dos candidatos que recibieron apoyo de distintos grupos de poder regional: Bernardo Reyes y Francisco I. Madero. El primero, gobernador de Nuevo León y militar veterano porfirista, fue enviado por el gobierno central como embajador en Japón; el segundo, un acaudalado hacendado coahuilense, radicalizó su candidatura formando el Partido Nacional Antirreeleccionista ante la enésima postulación de Díaz, ahora con Ramón Corral, el secretario de Gobierno, como fórmula.94

El ejército intentó capturar a Madero antes de las elecciones, pero él escapó a Missouri, donde lanzó el Plan de San Luis convocando a la rebelión general para el 20 de noviembre, mientras Díaz ganaba las elecciones una vez más. El llamado de Madero fue acogido por múltiples grupos en el norte y centro-sur del país. Algunos de ellos habían comenzado a luchar años antes, formaban parte de organizaciones radicales con amplia experiencia, como los grupos del Partido Liberal Mexicano95 y los trabajadores que vivieron la represión en las huelgas de Cananea y Río Blanco; otros eran campesinos, como la Junta por la defensa de las tierras de Anenecuilco, encabezada por Emiliano Zapata;96 muchos más pertenecían a la vieja generación de liberales que había sido desplazada por Díaz. Algunos, sobre todo pertenecientes a pueblos rancheros del norte, se organizaron poco antes de 1910 en Chihuahua, Durango y Coahuila, con dirigentes populares como Francisco Villa, Orestes Pereyra, Calixto Contreras o Pascual Orozco97, y en Sonora y San Luis Potosí, en donde las élites locales antirreleccionistas asumieron la dirigencia del movimiento. Así, se produjeron múltiples levantamientos en regiones enteras y fueron tomadas algunas capitales provinciales y plazas importantes, como la estratégica Ciudad Juárez.98

La fuerza y diversidad geográfica de los levantamientos precipitó la caída de Díaz, quien el 11 de marzo de 1911 salió del puerto de Veracruz en el buque Ypiranga con rumbo a París. Se consiguió el objetivo de las élites locales y, en Ciudad Juárez, Madero firmó un pacto con la burocracia porfirista. La presidencia interina fue asumida por Francisco León de la Barra, quien se encargó de organizar nuevas elecciones, mientras Madero convocó a un armisticio general. Sin embargo, en el estado de Morelos los zapatistas se negaron a entregar las armas hasta que no se efectuara el reparto de tierras y se detuviera la represión contra los pueblos dirigida entonces por el general Victoriano Huerta. Madero asumió la presidencia e incumplió los compromisos agraristas que había contraído con sus aliados del sur. Sobrevino entonces la ruptura entre Madero con su gabinete porfirista y los zapatistas, quienes elaboraron un programa de lucha, el Plan de Ayala,99 y extendieron la rebelión a zonas rurales aledañas de los estados vecinos: Guerrero, Puebla, estado de México y el sur del Distrito Federal.

Pero Madero tenía los días contados. En febrero de 1913 estalló un golpe de Estado organizado por Victoriano Huerta, Bernardo Reyes y Félix Díaz e impulsado por el embajador estadunidense Henry Lane Wilson. Madero y José María Pino Suárez, el vicepresidente, fueron apresados y ejecutados el 13 de febrero. Huerta tomó por asalto la Suprema Corte de Justicia y el Congreso; detuvo y mandó asesinar a algunos diputados y senadores opositores, como Belisario Domínguez, e instaló un régimen militar en el país.100 La rebelión generalizada no se hizo esperar: en el norte, los villistas y otros grupos acudieron al llamado del gobernador de Coahuila, el rico hacendado Venustiano Carranza, quien se declaró en rebeldía y jefe de la Revolución contra la usurpación de Huerta. En tanto que los zapatistas intensificaron sus operaciones en el sur, aunque no reconocieron la jefatura de Carranza.

En el norte del país se formaron tres ejércitos: el del Noreste, con influencia en Sonora y encabezado por Álvaro Obregón; el del Noroeste, que comenzó sus operaciones en Nuevo León y Tamaulipas, dirigido por Pablo González, y el mayor de ellos, la División del Norte, una coalición de distintas brigadas rebeldes de Chihuahua, Durango y La Laguna, que eligieron como mando central a Pancho Villa.101 Los tres ejércitos descendieron por sus respectivas zonas enfrentando a las fuerzas federales, tomando ciudades y utilizando el ferrocarril. Tanto el ejército de Obregón, como el de González, tuvieron una orientación política basada en los intereses de las élites regionales de sus respectivos estados de origen, Sonora y Nuevo León. En cambio, la División del Norte tuvo una orientación política campesina, y sólo tras el triunfo de Zacatecas ingresaron a sus filas elementos ajenos a sus regiones de origen, que buscaron profesionalizar sus fuerzas.102

Por su parte, en el centro-sur, numerosos pueblos y grupos de la ciudad se sumaron a las fuerzas zapatistas, que controlaban el estado de Morelos en su totalidad y extendieron sus operaciones hasta Oaxaca. A mediados de 1914, los zapatistas constituidos en Ejército Libertador del Sur, tenían control de todo Guerrero, Morelos, partes de Puebla y Oaxaca, y marchaban sobre la ciudad de México.103

Victoriano Huerta cayó, en parte por la derrota de su ejército frente a los grupos revolucionarios y en parte porque había perdido el apoyo del gobierno de Estados Unidos, cuyo ejército invadió el puerto de Veracruz entre febrero y octubre de 1914. El régimen militar no soportó la presión interna y externa: Huerta fue fusilado mientras Carranza negociaba el retiro estadunidense y el reconocimiento de su gobierno. Entonces, terminado el levantamiento general contra la tiranía, emergieron las profundas diferencias sociales que tenían las diversas fuerzas armadas revolucionarias.

Durante las campañas del norte afloraron las divergencias entre villistas y carrancistas, que motivaron el Pacto de Torreón. La División del Norte convocó a una reunión de todos los generales revolucionarios que habían acudido al llamado de Carranza para resolver las diferencias y definir el rumbo político del país. El resultado fue la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes que se realizó durante octubre y noviembre de 1914.

Por su parte, Carranza convocó a una Convención en la ciudad de México, en la que los jefes militares del noroeste forzaron a los civiles carrancistas a reconocer la reunión de Aguascalientes.

En otro escenario, por conducto de Felipe Ángeles, los villistas invitaron a la Convención a los zapatistas, quienes pusieron como condiciones la inclusión del reparto agrario en el programa y el desconocimiento de Carranza como presidente de la República.104

El resultado de la Convención fue la escisión entre convencionistas (villistas y zapatistas) y carrancistas, cuyo primer jefe se refugió en Veracruz mientras las tropas de la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur tomaban la ciudad de México.

Meses después, los jefes villistas regresaron al norte y el gobierno de la Convención quedó bajo la protección de los zapatistas, quienes regresaron a sus posiciones morelenses. La capital fue ocupada por fuerzas de Obregón y Carranza pudo regresar. Con el respaldo estadunidense, don Venustiano organizó un gobierno provisional y convocó un Congreso Constituyente. A partir de entonces, las tropas carrancistas tomaron el nombre de ejército constitucionalista y su estrategia consistió en atacar una por una las amenazas rebeldes; se lanzaron primero contra la División del Norte que, sin el apoyo estadunidense para conseguir armas y con los ferrocarriles bloqueados, fue derrotada en 1915. Una vez desarticuladas las fuerzas villistas, Carranza instruyó a Pablo González para realizar la campaña militar contra los zapatistas, hasta reducirlos a tácticas guerrilleras.

La ley agraria emitida por Carranza, el 15 de enero de 1916 desde Veracruz, le granjeó la simpatía de numerosos grupos que entonces se definieron por el constitucionalismo. Pero el hacendado coahuilense no repartió la tierra y, en el constituyente de 1917, fueron los militares y civiles sonorenses quienes buscaron incluir el reparto agrario y los derechos laborarles en la nueva constitución. Esto les valió el apoyo de los trabajadores industriales de la capital y la alianza con Gildardo Magaña, quien ocupó el lugar de Zapata tras su muerte a traición el 10 de abril de 1919, orquestada por un coronel carrancista de las fuerzas de González, Jesús Guajardo.

Con sus distintas alianzas y su experiencia militar, el peso del grupo sonorense al interior del constitucionalismo se impuso sobre la facción carrancista; con el Plan de Agua Prieta de 1920, desconocieron a Carranza, quien escapó de la capital; llamaron a nuevas elecciones y Obregón se convirtió en presidente de la República, mientras el antiguo primer jefe murió acribillado de camino a Veracruz. De este modo terminó la etapa conocida como "la lucha armada".

El relato precedente es la base de la explicación sobre la Revolución mexicana. Sin embargo, los enfoques historiográficos recientes permiten pensar la historia mexicana que comenzó en 1910 con explicaciones más vastas.

La guerra civil que se desarrolló en México durante la segunda década del siglo XX puede ser estudiada desde dos perspectivas complementarias. Por una parte, significó la ruptura y reestructuración entre las élites políticas y económicas regionales y su relación con el Estado. Por otra, fue el vehículo por el que se expresó una etapa de ascenso revolucionario de las luchas campesinas en diversas regiones del país.

Las divisiones entre las élites mexicanas formadas durante la restauración republicana y el porfiriato reflejaron los diversos intereses privados de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania sobre el territorio mexicano. Con el paso de los decenios, estos grupos locales, sustraídos de la política nacional que se organizaba desde la ciudad de México por los llamados "Científicos", vieron con recelo al régimen bajo el que crecieron sus negocios.

Las élites regionales que llamaron a derrocar la dictadura de Díaz no fueron, por cierto, quienes profundizaron la revolución social, aunque sí terminaron por imponer sus intereses en la construcción del nuevo régimen.105

Desde la rebelión de Madero, hasta el asesinato de Álvaro Obregón, las élites regionales sostuvieron una guerra constante, que sólo terminó con la fundación del partido de la Revolución y las múltiples negociaciones promovidas por Plutarco Elías Calles para dotar de instituciones y cohesión al nuevo Estado.106

Los grandes contingentes de indios, campesinos y pequeños propietarios organizados en ejércitos revolucionarios, sobre todo en la División del Norte107 y el Ejército Libertador del Sur,108 vencieron al ejército federal en dos grandes campañas revolucionarias, primero para derrocar a Díaz y luego contra el golpista Victoriano Huerta. Una vez liquidado el régimen anterior se enfrentaron a las fuerzas de las élites regionales, encabezadas por Venustiano Carranza, en lo político, y por Álvaro Obregón y Pablo González en lo militar. Asimismo, aquellos ejércitos populares fueron la base de experiencias de gobierno autónomas con perspectivas regionales y llegaron a tomar el corazón político y económico del país: la ciudad de México.

Los hombres, mujeres, niños y ancianos que nutrieron a la División del Norte y al Ejército Libertador del Sur expresaron, entre 1910 y 1920, la acumulación de experiencias de lucha por la tierra, el trabajo, la justicia y la libertad que sus pueblos y comunidades protagonizaron desde el siglo XVIII.109 Al mismo tiempo, la lucha armada de aquel decenio se convirtió en un referente fundacional para las luchas agrarias y obreras posteriores en diversas regiones del país, en donde tomaron parte los propios revolucionarios, sus descendientes y sucesores.110

Las luchas de villistas y zapatistas fueron dos experiencias regionales muy distintas. Por una parte, los pueblos que formaron el núcleo de la División del Norte, lo que ha sido llamado su pie de guerra,111 fueron herederos de una larga tradición de combate en la frontera. Muchos de estos pueblos nacieron como colonias militares al norte de los centros mineros, que defendieron sus tierras de las incursiones de los pueblos indios nómadas, así como de grupos ingleses y franceses a finales del siglo XVII y durante el XVIII. La prolongada guerra apache continuó el estado de defensa permanente hasta los años ochenta del siglo XIX. A esto se sumó la lucha contra el ejército estadunidense y, posteriormente, contra los rurales y federales del régimen porfirista que llegaron junto con las compañías deslindadoras de terrenos.

Por otra parte, las comunidades indígenas de los valles de Cuernavaca y Amilpas heredaron una historia de resistencia que se remonta a la lucha contra los abusos del marquesado del Valle, sus plantaciones de caña y sus ingenios de azúcar durante el siglo XVII.112 La cultura política de la lucha por las tierras en aquellas comunidades se forjó con el referente de legitimidad del derecho indiano que establecía el pacto entre el monarca y los cabildos indios. Esta experiencia centenaria se alimentó con la insurgencia que luchó por la independencia, con la lucha contra la dictadura de Santa Anna en la revolución de Ayutla, contra los franceses en la intervención y, del mismo modo que los villistas, contra los rurales, el ejército federal porfirista y las guardias personales, que defendían las 28 haciendas que ocupaban 80% de las tierras morelenses a principios del siglo XX.

Si bien es cierto que el régimen emergido de la Revolución tuvo que incorporar las demandas sociales de los pueblos agrícolas y, en cierta medida, de los obreros industriales como condición necesaria de su existencia;113 también es verdad que los artículos 27 y 123 de la Constitución de 1917 fueron la base de la corporativización efectuada por Cárdenas en los años treinta, que se convirtió en el respaldo fundamental del régimen priísta. Quizá la victoria más importante de los revolucionarios mexicanos de principios del siglo XX fue la increíble acumulación de experiencia en el campo de la lucha por la tierra, que vino de atrás, se proyectó hacia todo el siglo XX y no ha terminado.

El resultado de la lucha armada en el decenio de los años veinte y su institucionalización durante los años treinta significó para la sociedad mexicana su incorporación a una nueva organización de la economía y la política del mundo. Desde mediados del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX, la política y la economía del mundo capitalista fueron dirigidas por los empresarios y políticos ingleses y, en general, europeos. Durante los años posteriores a la primera guerra mundial y a la Revolución mexicana, el mundo había cambiado.

El 4 de mayo de 1933, Franklin D. Roosevelt asumió la presidencia de Estados Unidos de América, un año después, el 2 de agosto, Adolfo Hitler lo hacía en Alemania y el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética llevaba diez años dirigido por Stalin. Los tres fueron actores de una guerra que terminó con la supremacía británica y generó un nuevo reparto territorial entre los capitalistas financieros del mundo y los Estados que los protegieron. La época de la expansión europea, comenzada cuatro siglos atrás, había terminado y el capitalismo se volvía planetario.


Inicio de página