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3.3.1 El imperialismo del siglo XIX como etapa culminante de la segunda integración mundial

Según Wallerstein, la segunda era de expansión mundial del capitalismo habría tenido su etapa nodal entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. En ese periodo, las principales potencias navales, Inglaterra y Francia, compitieron por establecer su dominio sobre el imperio ruso, el imperio otomano, la India y África occidental.75 También lucharon por beneficiarse, directa o indirectamente, del surgimiento de las nuevas naciones que resultó del desmantelamiento de la monarquía tras las revoluciones del mundo hispánico.76

En el caso de México, la invasión estadunidense y la intervención francesa fueron precedidas por los acuerdos secretos del Constituyente de 1824, sobre las negociaciones con Inglaterra en materia comercial y de reconocimiento político.77

En las cinco regiones antes mencionadas, la ocupación militar, la intromisión política para la obtención de nuevos recursos o la creación de mercados para las manufacturas europeas aceleraron el ritmo de la expansión. Hacia el final del siglo XIX, vastas regiones del planeta, con sus habitantes, fueron incorporadas de forma definitiva y subordinada a la lógica del desarrollo capitalista que había nacido siglos atrás en Europa. Durante este trayecto, el imperio británico se consolidó como la principal potencia, frente a Francia y Holanda; en tanto que crecieron dos nuevas economías, que, a la postre, se disputarían la supremacía política del mundo industrializado: Alemania, en la zona central europea, y Estados Unidos, del otro lado del Atlántico.

Durante todo el periodo, que equivale al "largo siglo XIX" estudiado por Hobsbawm,78 la población mundial se duplicó. Hacia finales del ochocientos se han calculado alrededor de 1 500 000 000 de seres humanos, la mitad de ellos en el continente asiático.79 Aunque la población americana se incrementó en más de 500%, pues pasó de 30 000 000 a principios del siglo XIX, a 160 000 000 en 1900;80 pero debe considerarse la continua migración hacia el nuevo continente durante todo el siglo, particularmente en la segunda mitad y, de manera significativa, con destino principal a las ciudades del este de Estados Unidos.

Al parecer, la población mexicana no cambió mucho en términos demográficos durante la primera parte del siglo XIX, pero entre 1860 y 1910, como en el mundo, los mexicanos también se duplicaron.81

En Europa, las manufacturas cedieron ante la producción industrial de mercancías y su circulación, sobre todo de textiles y metales, que experimentaron un espectacular desarrollo a partir de la aplicación de la máquina de vapor a los ferrocarriles y los buques, el uso del telégrafo y el teléfono. Con el alba del siglo XX, la producción industrial se revolucionaría todavía más con el desarrollo del motor de combustión, la industria química, la siderurgia y la electricidad.82 La aplicación de cada innovación a los procesos de producción significó la cualificación laboral y fases más complejas de la división del trabajo.

El desarrollo económico capitalista del siglo XIX y su carácter expansivo, instrumentó, en lo político, la formación de Estados nacionales. Las revoluciones políticas, sobre todo la inglesa, la francesa y la estadunidense, pero también las rebeliones holandesas, instalaron en el poder a la burguesía, pero en todos los casos, los regímenes que sustentaron el desarrollo de las naciones modernas emanaron de la negociación entre los grupos burgueses liberales y la nobleza, transformada en burguesía arrendataria.83

Las potencias que pelearon por conquistar el mundo hispánico tras la disolución de la monarquía, crecieron económica y políticamente hasta convertirse en imperios que se expandieron por el mundo a través de nuevas invasiones militares o de los negocios. Durante el siglo XIX el imperio británico se constituyó en una federación mundial de Estados sometidos a Londres en lo político y en lo económico; abarcaba vastas extensiones de Medio Oriente, todo el subcontinente indio, se extendía por el oriente africano desde Zanzíbar hasta Egipto, sobre la Unión Sudafricana y, aunque reconoció la independencia de Canadá, la Corona siguió teniendo soberanía sobre aquella federación. Por su parte, Francia recobraba su supremacía en Europa y se extendía sobre el sudeste asiático; en tanto que Alemania crecía como potencia generadora de electricidad y también tomó parte en la colonización europea de África.


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