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3.2.4 De Texas a la guerra con Estados Unidos

A partir de entonces, pareciera que la historia mexicana se explica por sí misma, pero nada más alejado de la realidad. Los acontecimientos internacionales siguieron influyendo en el rumbo de la nueva nación. De hecho, cuando se obtuvo la independencia en 1821 había procesos internacionales que estaban en marcha desde hacía varios años y que serían determinantes de nuestra historia. Como se recordará, tras la guerra de los siete años, Francia cedió Luisiana a España, con lo cual las posesiones españolas abarcaban la mayor parte del territorio actual de Estados Unidos. Pero en 1801, y ante la presión napoleónica, España regresó Luisiana a Francia, y dos años después Napoleón le vendió ese mismo territorio a Estados Unidos, con lo cual quedaba abierta la expansión estadunidense al oeste americano y, en consecuencia, se veían amenazadas las posesiones españolas en Estados Unidos.

Al perderse Luisiana, los súbditos españoles que se encontraban en ese territorio fueron aceptados en otras regiones del imperio hispánico. Texas era una de las regiones más cercanas y, por lo tanto, algunos españoles se trasladaron a esta región. Junto con ellos, Texas comenzó a recibir la llegada ilegal de estadunidenses de todo tipo. Algunos eran aventureros y delincuentes; otros, simples granjeros que veían en esa provincia la oportunidad de establecerse. Asimismo, Estados Unidos aducía que Texas formaba parte de Luisiana y que, por lo tanto, con la compra de ésta también debía incluirse aquélla.

Era evidente que Texas estaba en la mira del expansionismo estadunidense y los problemas internos de la Nueva España debilitaron la posición hispánica en aquella región. A pesar de que varios políticos novohispanos pensaban que era necesario realizar un esfuerzo colonizador. Texas había adquirido cierta importancia para la Nueva España, pues durante la independencia se convirtió en un centro muy activo, como paso hacia Estados Unidos en busca de armas y reclutas extranjeros. Así lo hicieron Bernardo Gutiérrez de Lara, enviado tamaulipeco de Hidalgo a Estados Unidos; fray Servando Teresa de Mier y Francisco Xavier Mina.

Años después, en 1819, España firmó con Estados Unidos el tratado conocido como "transcontinental". Con éste, Estados Unidos reconocía unas fronteras novohispanas que satisfacían a la monarquía, pero que ya implicaban ciertas pérdidas. La frontera norte se fijó en el paralelo 42, con lo cual Oregon quedaba fuera de las posesiones hispánicas, listo para ser disputado por Gran Bretaña y Estados Unidos. Asimismo, España renunciaba a la navegación por el río Mississippi y cedía "Las Floridas". A cambio, Estados Unidos reconocía esas fronteras y renunciaba a su pretensión de que Texas formara parte de Luisiana. Además, España garantizaba la admisión en Texas de los súbditos localizados en los territorios perdidos. Amparado en este derecho, Moses Austin primero, y su hijo Stephen después, solicitaron el ingreso de 300 familias católicas procedentes de Luisiana.

En 1824, el gobierno de la República publicó la Ley de Colonización, que dejaba en manos de los estados la administración de los terrenos baldíos, razón por la cual Texas decidió unirse a Coahuila. De lo contrario, sus tierras baldías habrían quedado bajo la administración federal. Al respecto, Josefina Zoraida Vázquez nos dice:

Saltillo se convirtió en un centro de gran especulación extranjera, ya que ahí se aprobaban los permisos, entre ellos los de Robert Leftwich para 20 familias; Hayden Edwards, 800; Green de Witt, 300; Martín de León, 150. Se subrayó que la tierra de las concesiones no podía venderse, pero a excepción de De Witt y Austin, los demás lo hicieron […] de todas maneras, la diferencia entre la política de tierra en México y en Estados Unidos, donde siempre tuvo un precio, hizo de Texas un verdadero espejismo. El negocio lo harían los especuladores y bancos norteamericanos que venderían las tierras concedidas gratuitamente. Algunos mexicanos como Lorenzo de Zavala, Ramos Arizpe y Vicente Filisola también se aseguraron concesiones.51

El resto del decenio de 1820, Texas siguió poblándose con extranjeros, procedentes en su mayoría de Estados Unidos.52 De tal suerte que hacia el final de aquella década el número de pobladores extranjeros superaba con mucho al de mexicanos y, a partir de 1830, comenzaría a complicarse la situación. Distintos acontecimientos –como el establecimiento de aduanas, una nueva ley de colonización que prohibía la entrada de estadunidenses e incluso el cambio de régimen federalista a uno centralista– fueron motivos para generar malestar entre la población texana. En 1832 se reunió una convención de colonos extranjeros y al año siguiente tuvo lugar otra convención que redactó una constitución para el que ahora se consideraba "estado" de Texas. Aquel movimiento comisionó a Stephen Austin para presentar semejante posición ante el gobierno de la República.

El gobierno mexicano no perdía de vista la situación texana, pero poco podía hacer. Muchos colonos no querían saber nada de pagar impuestos y el intento de instaurar una aduana en 1835 volvió a generar tensiones. Como apunta Josefina Zoraida Vázquez:

La fiebre texana se había apoderado de los ánimos norteamericanos y se habían formado clubes texanos para enganchar voluntarios, reunir dinero y comprar armas para contribuir a la lucha "por la libertad". Los voluntarios no marcharon sólo por sus sentimientos antitiránicos, sino por las ofertas que recibían de tierra gratuita.53

La declaración de independencia era el siguiente paso. Y así ocurrió el 2 de marzo de 1836. David L. Burnett fue declarado presidente y Lorenzo de Zavala, vicepresidente. Antonio López de Santa Anna inició una campaña para revertir este proceso y sus primeros pasos parecían augurar un buen éxito, pero cometió una masacre injustificada en el Álamo. Pronto cometió otro error y fue capturado en San Jacinto. Prisionero, Santa Anna cedió a las presiones de los texanos y tuvo que reconocer la independencia de aquel nuevo estado. Durante los siguientes años, Texas se convirtió en una república independiente que gozó del reconocimiento estadunidense, aunque, por supuesto, no del mexicano. La cuestión texana se combinó en Estados Unidos con el interés expansionista de aquel país. Josefina Zoraida Vázquez y Lorenzo Meyer nos dicen que "en Estados Unidos, la agitación para anexar Texas y Oregon ocupaba el centro de atención, de manera que los políticos la aprovecharían para lograr popularidad".54

En 1845, el congreso de Estados Unidos aceptó la anexión de Texas como un estado más y sobrevino la crisis del lado mexicano, ya que México, al no reconocer la independencia de Texas, mantenía la esperanza de recuperar aquel territorio. Pero la dimensión del problema se agravaba una vez que Texas se incorporaba a Estados Unidos. Desde hacía tiempo y con el argumento de proteger la frontera de Texas, los estadunidenses habían destacado tropas en la línea divisoria con California. Los políticos mexicanos sabían que un nuevo territorio estaba bajo amenaza.

La anexión texana significó la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y México. El embajador mexicano, Juan Nepomuceno Almonte, regresó al país y, poco después, Estados Unidos comenzó a hacer algunos movimientos de tropas en la frontera sur de Texas, invadiendo territorio mexicano. Además se plantaron naves estadunidenses en el Pacífico, frente a las costas de California. Tradicionalmente, la frontera sur de Texas era el río Nueces y, sin embargo, el ejército estadunidense procuró instalarse lo más cerca del río Bravo. De parte de Estados Unidos, se envió a México un representante que traía como misión una oferta de compra del territorio comprendido entre el Nueces y el Bravo, así como el norte de Nuevo México y California.

En 1845, y ante los movimientos militares estadunidenses, el gobierno mexicano comisionó al general Mariano Paredes de Arillaga para defender la frontera. Sin embargo, en lugar de cumplir su cometido, Paredes de Arrillaga se dirigió a la ciudad de México, destituyó al presidente José Joaquín de Herrera y asumió la presidencia en diciembre de 1845. Meses después, surgió la chispa que encendió la llama. Entre abril y mayo de 1846, se desencadenó la guerra entre ambos países. Una vez más, Santa Anna hizo acto de presencia y encabezó la defensa mexicana.

Los estadunidenses se plantearon atacar por tres frentes: uno en el noroeste, otro en el noreste y, el último, por Veracruz. El primero fue el más rápido en brindar éxito a los estadunidenses. Tomaron California y también Nuevo México. Por el noreste avanzaron hacia el sur para tomar Tamaulipas y Nuevo León, pero se dirigieron, incluso, hacia Saltillo. Cerca de allí, en la Angostura, tuvo lugar una importante batalla en la que se enfrentaron los generales Antonio López de Santa Anna, por el lado mexicano, y Zachary Taylor, por el estadunidense. A pesar de ir venciendo, hacia la noche Santa Anna ordenó la retirada, con lo cual la batalla terminó en derrota mexicana. Allí se detuvo el avance de aquel ejército estadunidense, con el control del noreste mexicano.

El tercer frente, el de Veracruz, encabezado por el general Winfield Scott, avanzó hasta la ciudad de México. De este frente destacan las batallas de Padierna, Churubusco –defendido por el general Pedro María Anaya– y del Castillo de Chapultepec, donde perecieron cadetes del Colegio Militar. El país había quedado a merced no sólo de las tropas invasoras, sino de la misma política estadunidense. En el congreso de Estados Unidos se debatió la cuestión mexicana y se plantearon dos posiciones: la anexión de todo México o sólo de la parte norte, que tanto interesaba a aquel país. Prevaleció esta última posición y, con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, México perdió más de 50% de su territorio.


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