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5.4.2 Subjetivismo

Esta teoría se basa en la idea de que los valores son porque existe un sujeto que determina que un objeto, una acción o a una persona es valiosa. Al contrario de los objetivistas, el subjetivista niega que haya algo así como lo bueno, lo bello o lo útil con independencia de un sujeto. Para ellos el hecho de que algo sea valioso está determinado por la persona que así lo considera. Los valores no existen en sí y para sí; antes bien son creaciones humanas, subjetivas, que pueden variar en cada persona.

La valoración puede variar incluso en la misma persona. Dependiendo de las circunstancias, en un momento determinado se puede valorar algo positivamente y, en otro momento, de forma negativa. Sin pensar en un cambio tan drástico, recordemos los juguetes de nuestra infancia. En aquella época eran objetos tan valiosos que nuestra felicidad dependía de su existencia. Sin embargo, al crecer los sustituimos por otros cuyo valor nos parecía más alto o positivo, al grado de que podíamos avergonzarnos si un amigo descubría nuestro juguete infantil preferido. Los juguetes, en este caso, habrían perdido el valor positivo que les otorgamos en su momento y tendrían ahora un valor negativo. Las cosas que valoramos cambian según nuestras experiencias y nuestro desarrollo.

Cuando decimos que algo posee un valor, estamos expresando emociones o pensamientos que ese algo nos provoca. Emitir un juicio de valor, desde la teoría subjetivista, no implica que esa afirmación se mantendría intacta si nuestros sentimientos o pensamientos fueran diferentes. Si éstos cambian, muy probablemente la valoración también cambiará.

Puede ser que consideremos algo como un valor a partir de nuestro deseo o el interés que se tenga en ello. Por ejemplo, si lo que más deseamos es cultivar nuestras habilidades intelectuales, lo más valioso será ir a la escuela, aprender cosas y leer libros. Si lo que más nos interesa es un estatus económico, lo más valioso será conseguir un buen trabajo, ahorrar mucho dinero, comprar un auto y una casa. Por el momento no nos interesa cuál sea el motivo original para que se considere algo como valioso —ni siquiera nos interesa si alguno de los dos ejemplos es un valor mayor que otro—, lo más importante es que somos nosotros los que decidimos lo que es valioso en nuestra vida.

El valor es una idea subjetiva porque para “existir” depende de un sujeto individual que valora. Lo valioso es aquello que deseamos, queremos, necesitamos, que nos agrada o que preferimos de acuerdo con nuestras vivencias personales. No existen valores independientes del sujeto, no es posible que exista lo bello, lo útil o lo bueno sin alguien que lo perciba o experimente de esa manera. Los valores existen únicamente porque existen seres humanos que valoran su entorno.

El subjetivismo pone el acento en el sujeto y no en el objeto: el mundo no es bueno ni malo ni útil, el mundo simplemente es. Algo es útil, feo, sagrado o injusto en la medida en que suscita en nosotros una reacción de placer o desagrado, de admiración o reprobación.

Para Jean-Paul Sartre la condición fundamental de toda acción es la libertad. Esto significa que el ser humano no es una cosa más entre todas las que existen, sino un ser que constantemente está “haciéndose” a sí mismo y transformando su entorno mediante sus elecciones. Por medio de estas elecciones, el ser humano se convierte en el fundamento de los valores, en aquello que les da un significado, pues en el momento en que toma una decisión está valorando un objeto, una persona o una acción como positiva o negativa, dotándola con ello de un significado y proponiéndolo como tal para la humanidad entera.

Sartre sostiene que no hay valores absolutos que guíen nuestras decisiones, sino que son creados en el momento mismo en que nos decidimos por una u otra posibilidad de actuar. En su libro El existencialismo es un humanismo, el filósofo expresa esta idea ejemplificándola con la creación artística de la siguiente manera: “¿Se ha reprochado jamás a un artista que hace un cuadro el no inspirarse en reglas establecidas a priori? ¿Se le ha dicho jamás cuál es el cuadro que debe hacer? Está bien claro que no hay cuadro definitivo que hacer, que el artista se compromete a la construcción de su cuadro, y que el cuadro por hacer es precisamente el cuadro que habrá hecho; está bien claro que no hay valores estéticos a priori, pero que hay valores que se ven después en la coherencia del cuadro, en las relaciones que hay entre la voluntad de creación y el cuadro. Nadie puede decir lo que será la pintura de mañana; sólo se puede juzgar la pintura una vez realizada.”

En este sentido, podríamos decir que el criterio de valoración es la libertad misma porque en el “hacer” el hombre decide aquello que es valioso; el momento de la decisión determina qué es lo justo o lo injusto, qué es lo verdadero y lo falso.

Un argumento que comúnmente refieren los subjetivistas para apoyar su teoría es el de la discrepancia. Según ellos, el hecho de que las personas no podamos ponernos de acuerdo en problemas éticos, estéticos, religiosos y hasta deportivos, es indicio de que éstos son valorados de distinta manera por personas y comunidades. Otro argumento importante es el del interés. En este aspecto, algo adquiere valor en la medida en que se le confiere un interés ya sea económico, emocional o intelectual. Existen coleccionistas de diversos objetos, incluso de tarjetas de teléfono. El interés que tenga alguien en estas tarjetas, les confiere un valor tal que la persona en cuestión puede pagar mucho dinero por conseguir una de ellas. ¿Dónde está el valor?, ¿en sus materiales de fabricación, en sus diseños, en su utilidad? Para el subjetivista, sólo hay una respuesta: en la persona que le otorga un valor positivo.

Con estos argumentos los subjetivistas intentan decirnos que los desacuerdos sobre los valores no lo son en función del objeto mismo o de una idea del valor que esté por encima de los objetos, sino que las discrepancias provienen de las diferencias entre los sujetos que, finalmente, son los que le dan contenido al valor.


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