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5.2.2 ¿Cuál es la diferencia entre el mundo humano y el mundo natural?

Si el modo de existir del ser humano es diferente al de las demás cosas del mundo, entonces vale la pena preguntarse en qué consiste específicamente esta manera tan peculiar de existencia. La existencia tiene distintas modalidades o ámbitos: la existencia de las células o de las montañas es distinta a la del matrimonio, las escuelas o las obras de arte. ¿En qué radica esta diferencia?

Tanto unas cosas como otras existen, pero lo interesante es comprender cómo existen. Las montañas que vemos a la lejanía o las células que se pueden observar en el microscopio tienen una existencia independiente de nosotros; si no pasa nada extraordinario, seguirán existiendo aunque nosotros dejemos de hacerlo; incluso aunque ya no exista ningún ser humano en la faz de la tierra. Por otra parte, el matrimonio, el dinero, los partidos políticos, las leyes que nos gobiernan también existen; podemos votar por tal o cual partido —incluso no votar—, casarnos o divorciarnos o estar en bancarrota por tener un sueldo muy bajo y muchos gastos. Estas situaciones son todas ellas reales, existen pero de manera muy diferente a como existen las montañas y las células.

La diferencia es que esta realidad es cultural y social, no es independiente de nosotros. Tomemos como ejemplo los billetes de 100 pesos: con ellos podemos comprar alimentos en las tiendas, pagar la entrada del cine, el boleto del metro o el pasaje del microbús. Tenemos también unas piezas de metal que llamamos monedas y que sirven para lo mismo, pero que, obviamente, son más pesadas, voluminosas y sonoras que los billetes. ¿Qué son ambas cosas? Una es una pieza de celulosa teñida de colores y otra es una aleación de níquel y bronce con unos grabados por ambas caras. ¿Por qué tienen un valor?, ¿por qué podemos intercambiarlos por comida o ropa y hasta nos pueden matar para despojarnos de ellas?

La respuesta es que el dinero forma parte de una realidad que, no siendo natural, tiene, sin embargo, una gran importancia para nosotros, porque en tanto seres conscientes y sociales le damos esa función de intercambio universal. El dinero, sea éste papel o moneda, vale porque hay un mundo económico, político y cultural generado por las acciones y creencias de los seres humanos que le otorgan esa propiedad.

Con lo anterior podemos introducir una distinción que, desde el ámbito filosófico, es muy importante: la existencia de hechos independientes de nosotros y la existencia de hechos dependientes de nosotros. En otras palabras, la diferencia entre “hechos brutos” y “hechos institucionales”. Es un hecho bruto que los metales sean conductores del calor y de la electricidad; un hecho institucional es el que seamos mexicanos. Así, la diferencia entre el mundo humano y el natural es que el primero está configurado por acciones intencionales colectivas que dotan de significaciones muy específicas a entidades que no son naturales.

Los hechos institucionales son convencionales y se encuentran siempre determinados por el lenguaje y otros mecanismos sociales, son compartidos y suponen algunos hechos brutos e independientes de nosotros que conforman su base material. La materia prima con la que están hechos los edificios (roca, arena, metal, madera) existe en la naturaleza antes de que al ser humano se le ocurriera transformarla y construir estructuras para distintos fines, por ejemplo, casas, escuelas, teatros. De esta manera, tenemos un mundo real que transformamos con nuestra intencionalidad y al que dotamos de un significado gracias a nuestros deseos y conciencia.

En la naturaleza no existen universidades o iglesias; éstas son producto del acuerdo y la acción coordinada de seres humanos. Si alguien quisiera crear una nueva escuela, tendría que hacer los trámites pertinentes en la Secretaría de Educación Pública para obtener el reconocimiento oficial de los programas de estudio que va a ofrecer; así como rentar o construir algún edificio. Sólo en el momento en que las habitaciones sean acondicionadas como salones, ese inmueble sea ocupado por profesores y estudiantes, y se impartan efectivamente clases, ese lugar será una escuela. Pero si en lugar de dar clases se dieran misas, se celebraran bautizos y bodas, y la gente fuera a rezar, entonces ese lugar se convertiría en una iglesia. Una construcción es una escuela, una casa o un hospital, dependiendo del uso y el sentido que nosotros le demos.

Cuando hablamos de “mundo cultural” no debemos perder de vista una cuestión: no se trata de que exista, por un lado, un mundo cultural y, por otro, un mundo natural, así como tampoco un mundo físico y uno mental. Ambos forman parte de una misma realidad e interactúan entre sí. La posibilidad de actuar intencionalmente y crear hechos sociales o institucionales forma parte de las capacidades de los seres humanos. Lo que nos permite realizar estas asombrosas acciones es una característica que, aparentemente, sólo nosotros, los seres humanos, poseemos: la conciencia.

Los hechos institucionales o sociales adquieren sentido precisamente a partir de la aceptación de que hay una realidad independiente de nosotros con la cual podemos interactuar. Sin este presupuesto, de carácter ontológico, no tendría caso hablar de realidad o verdad.


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