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4.3.1 La ciencia como parte de la cultura contemporánea

La imagen convencional de la ciencia como un conocimiento objetivo, neutral y desinteresado ha ido perdiendo fuerza. La sociología y la historia de la ciencia, principalmente, han apuntalado la tesis de que el conocimiento científico está, en parte, determinado por los contextos históricos y sociales. Es por ello que, en la filosofía de la ciencia contemporánea, se ha debatido el carácter determinante o no del contexto social, histórico y político en el desarrollo de ésta.

Como ya se mencionó, la visión de la concepción heredada de la ciencia consideraba a ésta como una actividad realizada por individuos aislados del contexto social. Pero a partir del giro historicista y sociologista en la filosofía de la ciencia, sabemos que las teorías y las aplicaciones científicas son más bien una construcción social; es decir, el resultado de la interacción entre varios sujetos mediante el pensamiento y el lenguaje para comprender e interpretar un mismo fenómeno o hecho. Esta tesis se conoce como constructivismo social.

Por lo tanto, la ciencia no es una forma de conocimiento aislada del contexto social y cultural, obra de unos cuantos individuos geniales. Sin duda, existen científicos que destacan por su ingenio y agudeza, y que lideran equipos de trabajo; pero la actividad científica se ha vuelto intrínsecamente colectiva, tanto en la formulación de teorías como en la comprobación y la evaluación de los conocimientos.

Sin embargo, no se debe caer en una tesis extrema: la ciencia no es simplemente un producto social, como la política y las ideologías. La dinámica interna de las discusiones teóricas y la continuidad de las tradiciones de investigación permiten que la ciencia también posea independencia respecto de algunos de los  actores sociales. Las teorías y leyes científicas no son tan relativas, y no siempre dependen de las ideologías y de los intereses políticos circunstanciales. Por ejemplo, las teorías económicas sobre la oferta y la demanda funcionan en cualquier sociedad, sin importar cuál sea su cultura o ideología dominante.

La actividad científica se realiza en un proceso de inherente colaboración y cooperación, ahora de alcance mundial, en las discusiones y debates teóricos y experimentales. Asimismo, las publicaciones científicas son producto de muchos autores que colaboran entre sí y que someten sus resultados al examen de colegas de todas partes del mundo. Además, la construcción social del conocimiento científico se realiza mediante consensos y compromisos, controversias y negociaciones entre los miembros de las comunidades científicas y otros agentes sociales interesados en la investigación.

La ciencia ha adquirido una mayor presencia en la sociedad gracias a la difusión de noticias sobre las investigaciones, y a que el lenguaje científico llega a distintos sectores sociales, ya sea mediante la educación formal o los medios masivos de comunicación.

La ciencia se ha convertido en uno de los principales factores de cambio cultural en los últimos años. Las revoluciones científicas no sólo son epistémicas, sino que también tienen repercusiones culturales, éticas y políticas. El efecto principal de la ciencia en la cultura contemporánea es que ha contribuido al proceso de racionalización y secularización (visión del mundo independiente de cualquier concepción religiosa) de la sociedad moderna, con teorías como la de la evolución y la teoría heliocéntrica. También ha incidido en la defensa de la libertad de pensamiento y de investigación, el aprovechamiento de los recursos naturales y la realización de bienes tecnológicos para mejorar la calidad de vida.

La vida social contemporánea no podría entenderse sin una cultura científica divulgada en diversos niveles. A medida que la ciencia ha avanzado en la comprensión y el descubrimiento del mundo ha modificado nuestra manera de percibirlo, habituándonos a convivir con nuevas dimensiones de la realidad que habían pasado antes inadvertidas (por ejemplo, los microbios) y obligándonos a poner en duda algunas de nuestras ideas tradicional, como la de la generación espontánea. Al mismo tiempo, el conocimiento científico ha creado nuevas expectativas sociales de progreso y bienestar, pero también, mayor incertidumbre en la medida en que nos damos cuenta de que el mundo natural y el mundo artificial que los seres humanos hemos construido, no son totalmente predecibles y controlables.

No obstante, la cultura científica no debe basarse en la idea de una superioridad dogmática de la ciencia sobre otras modalidades de explicación y concepción del mundo. La ciencia es una forma de conocimiento limitada por las restricciones mismas de nuestras capacidades cognitivas. Constituye, en última instancia, un sistema de hipótesis fundadas en razonamientos. Resulta igualmente irracional confiar demasiado en la ciencia que desconfiar por principio de ella. La confianza que la sociedad puede tener en la ciencia no debe residir en la autoridad o el prestigio de quienes se dedican a ella o en una supuesta infalibilidad del método científico, sino en la pluralidad de las ciencias, el estado abierto y permanente de búsqueda del conocimiento, y en la discusión razonada que la auténtica ciencia promueve para profundizar nuestra comprensión del mundo.


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