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4.2.5 Ciencia y seudociencia

A lo largo del siglo XX hubo varios debates para intentar diferenciar la ciencia de la seudociencia, aquella teoría que pretende ser reconocida como científica sin serlo. En 1975, un grupo de científicos muy prestigiados condenaron de manera unánime a la astrología como una seudociencia por las siguientes razones:

a] La inexistencia de una base científica;
b] la constatación de que las afirmaciones astrológicas contradicen pruebas y evidencias sólidas y,
c] su repercusión en los medios de comunicación, lo cual promueve el irracionalismo y el oscurantismo.

Poco después, en 1980, en Estados Unidos se suscitó un debate sobre la cientificidad o la ausencia de ésta en la teoría del creacionismo, la cual varios grupos religiosos pugnaban porque se enseñara en las escuelas como una teoría alternativa a la de la evolución darwinista. En el estado de Arkansas estos grupos tuvieron éxito y lograron que se incluyera esta “teoría” en la enseñanza pública. La teoría creacionista “argumenta” que hay pruebas empíricas para demostrar que Dios creó el mundo con un “diseño inteligente”, y no que la vida ha evolucionado en la Tierra. En particular, los defensores del creacionismo niegan que el ser humano esté vinculado evolutivamente con otras especies de primates, ya que consideran que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Los creacionistas alegan que la teoría de la evolución no se puede probar, al igual que la teoría que ellos defienden, por lo que enseñar sólo la primera es dogmático y contrario a la libertad de pensamiento y expresión.

 ¿Cómo podemos distinguir entonces entre una teoría científica y una seudocientífica que intenta legitimarse para lograr otros fines (lucro, adeptos a una creencia religiosa, reforzamiento de valores religiosos o intolerancia)?

León Olivé señala tres criterios para contextualizar una teoría y poder indagar su carácter científico: el epistémico, el histórico y el sociológico. Es en esos contextos en los que debe evaluarse si una teoría está vinculada con una tradición de investigación y si plantea un problema relevante en los términos aceptados por la comunidad científica.

La cientificidad no se puede encontrar solamente en el análisis epistemológico de una teoría, sino que involucra también los otros aspectos mencionados: una vinculación con una tradición de investigación, una relación epistémica con otros campos y ciencias cercanas, y una unidad sociológica con respecto a los fines legítimos de la ciencia (la búsqueda de un conocimiento objetivo, la sistematicidad, la crítica constante, la argumentación), aceptados por la comunidad actual.

Si bien no podemos fijar un criterio rígido y ahistórico para distinguir entre ciencia y seudociencia, y no debemos favorecer una actitud dogmática que sostenga que sólo las teorías científicas son verdaderas o racionales, podemos, en cambio, hacernos algunas preguntas para evaluar cualquier teoría que reclame ser reconocida como científica:

  1. ¿Qué legitimidad y relevancia tiene el problema que plantea la supuesta teoría científica?¿Se trata de una teoría que intenta justificar o demostrar la verdad de creencias mitológicas, religiosas o ideológicas?
  2.  ¿Cuál es la intencionalidad de la teoría?, es decir, ¿qué consecuencias sociales y prácticas se siguen de esa teoría o qué se intenta probar con ella?, ¿quiénes la defienden?, ¿cuáles son los principales argumentos y pruebas que ofrecen sus defensores?
  3. ¿Con qué tipo de instrumentos se han validado las pruebas?, ¿qué métodos, técnicas y conceptos, teóricos y prácticos, emplea para abordar el problema?, ¿son éstos aceptados por la comunidad científica?
  4. ¿Existe conexión entre la teoría y las tradiciones de investigación y teorías ya avaladas de campos científicos cercanos? ¿Qué tanto contribuye esta teoría a otros campos, y qué tanto retoma rigurosamente a otras investigaciones avaladas?
  5. ¿Puede ser “falsada” por evidencias empíricas?, ¿qué tanto contribuye al conocimiento y qué tanto promueve la libertad de investigación y de pensamiento?

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