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4.2.3 El problema del criterio de demarcación para la ciencia

¿Cómo distinguir entre ciencia y seudociencia? Esta pregunta no sólo tiene importancia epistemológica. Puesto que la ciencia tiene un alto valor social como forma de conocimiento objetivo y transcultural (universal), y constituye la base de la educación pública de todos los estados laicos, esta discusión comporta un significado social y político muy relevante.

La distinción entre ciencia y seudociencia está relacionada con el problema del criterio de demarcación. Este criterio debe aportar los elementos epistemológicos, sociológicos e históricos para poder determinar si una teoría posee validez científica o no.

Recordemos que la concepción e interpretación sobre el conocimiento científico ha cambiado a lo largo de la historia. En la tradición occidental había prevalecido el ideal de la ciencia como un conocimiento infalible y preciso. Para el siglo XIX, sin embargo, el criterio de infalibilidad es sustituido por el de confiabilidad: las teorías científicas no son infalibles ya que están compuestas por hipótesis y conjeturas que dependen de otros supuestos teóricos. Así, el rasgo distintivo de la ciencia debía hallarse en la confiabilidad y en el rigor de sus métodos de investigación y prueba.

En el siglo XX, los empiristas lógicos propusieron que el criterio de demarcación residía en la verificabilidad de las teorías, lo cual implicaba la correlación estricta de los términos teóricos con los hechos de la experiencia. Sin embargo, y a pesar de denodados esfuerzos de formalización lógica, se tuvo que aceptar que muchas leyes y teorías científicas están construidas con enunciados que no pueden verificarse, como por ejemplo, los conceptos de partículas subatómicas.

Fue Karl Popper quien propuso, entonces, que el criterio de demarcación podría encontrarse en lo que denominó falsabilidad. Una teoría es científica si es posible “falsarla”, esto es, si es posible establecer condiciones empíricas en las que podríamos encontrar casos que contradigan lo que afirman los enunciados universales de la teoría. Por ejemplo, la vieja teoría de la inmortalidad del alma no sería científica porque no se puede “falsar”. Así, la refutabilidad, o sea, la posibilidad de que algunos hechos observables puedan contradecir las conjeturas científicas (más que la verificación de lo que afirman), se presenta como el criterio para distinguir entre lo que es ciencia y lo que no.

Las aportaciones de Popper tuvieron una consecuencia muy importante. Este filósofo austriaco sostiene que la ciencia construye sistemas de teorías probables, conjeturas fundadas en hipótesis y teorías previas, pero hipótesis al fin, y no conocimientos siempre verdaderos o verificables. Estas teorías conjeturales permiten hacernos una idea del mundo para explicarlo y dominarlo de algún modo, pero no pueden decirnos cómo es el mundo en sí mismo. Por ello, la ciencia es básicamente un conjunto de teorías que pueden ser refutadas y basta un único caso que contradiga una afirmación universal para que la teoría quede “falsada”.

Popper confiaba en que el progreso del conocimiento científico se daba mediante la contrastación de las teorías y de las hipótesis científicas. Para saber si una teoría es científica debemos asegurarnos de que sus afirmaciones puedan ser “falsadas” y corregidas al contrastarlas con la realidad.

No obstante, a pesar de los esfuerzos de Popper, hoy en día no se considera que la “falsabilidad” sea un criterio suficiente de demarcación de la ciencia. El carácter científico de una teoría no puede reducirse a ser verdadera o errónea; los errores son parte de la historia de la ciencia. Una teoría no científica será más bien aquella que se desvía de la función primordial de búsqueda objetiva del conocimiento. Por ello, el criterio de “falsabilidad” no nos permitiría detectar una seudociencia o una simulación de teoría científica que tuviera otros fines (ideológicos, políticos, religiosos), pues podría cumplir meramente con el requisito formal de “falsabilidad” para intentar legitimarse.


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