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7.3.2 Arte y verdad

Este tema, evidentemente, tiene que ver con la teoría del conocimiento y con las diferentes concepciones de la verdad. Hoy en día es difícil defender teorías rígidas de la verdad y el conocimiento; al contrario, se proponen teorías abiertas que aceptan concepciones plurales y multívocas, y se reconoce que la verdad y el conocimiento no pertenecen exclusiva ni prioritariamente al ámbito de las ciencias.

Si bien durante siglos la filosofía separó el arte de la verdad, para hacer de la misma filosofía —la ciencia pura y primera— el discurso verdadero por antonomasia, desde el siglo XIX, con Schelling, Hegel, Nietzsche y el romanticismo, el arte se ha reposicionado en el interior de los sistemas filosóficos. Para estas filosofías, así como para muchas del siglo XX, el arte es verdadero y ofrece conocimientos sobre el mundo y nosotros.

Para sostener lo anterior hubo que transformar radicalmente las ideas de conocimiento y verdad, y darle más peso a la creación que a la adecuación. ¿Qué hace nuestro pensamiento: se adecua al mundo o lo crea? Adecuarse al mundo quiere decir que el pensamiento se corresponde con las cosas; si yo sentencio que este papel es blanco es porque, de hecho, el papel es blanco y sólo lo constato y lo expreso con las palabras.

Crear el mundo significa que éste es una construcción humana, comprende sentidos, significaciones, visiones, percepciones. El mundo es, desde tal perspectiva, un constructo histórico y no una cosa dada que simplemente está ahí para que adecuemos nuestro pensamiento a él.

El arte participa en la construcción y la configuración del mundo al dotarlo de sentidos y significaciones. Precisamente por ello se convierte en condición de verdad. No se trata de una verdad como adecuación, puesto que cuando el poeta exclama: “La naturaleza es un templo en el que pilares vivientes”, o cuando el pintor representa un unicornio, no hay una pretensión de adecuación lineal y directa, sino, más bien, una interpretación.

No podríamos juzgar al poeta equivocado e ignorante porque, obviamente, la naturaleza no es un templo (una edificación arquitectónica), o decir que el pintor no sabe ver el mundo porque los caballos no tienen cuernos. La realidad es mucho más compleja y el ámbito de la verdad no se reduce a la mera adecuación y correspondencia.


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