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6.4.1 Formas de gobierno

El concepto de democracia se usa propiamente para una determinada estructura de poder político, es decir, una forma de gobierno. Ya desde la antigua Grecia se distinguían diversas maneras de gobernar y una de ellas era, precisamente, la politeia o democracia. Tomando en cuenta el número de personas que ejercen el poder, Aristóteles planteó tres formas de gobierno: la monarquía, cuando una sola persona detenta el poder político; la aristocracia, cuando un pequeño grupo tiene el poder político; y, por último, la politeia, cuando muchos —la mayoría— ejercen el poder político.

Para Aristóteles no sólo era importante distinguir las formas de gobierno de acuerdo con quiénes gobiernan (si uno, pocos o muchos), sino también cómo lo hacen, es decir, si lo hacen bien o mal. ¿Cómo hacer esta última distinción? Teniendo presente el fin que todo gobierno debe tener: alcanzar el bien común. Así, el criterio para distinguir cuándo una forma de gobierno es buena o mala se refiere al tipo de interés que persigue el gobernante: el social o el individual. Las formas buenas serían aquellas en las que el poder se aplica en la búsqueda del interés común; las formas malas, aquellas en las que el poder se ejerce para alcanzar intereses propios. Estas últimas son consideradas formas corruptas o degeneradas porque van en contra del fin que debe tener todo gobierno; en ellas el poder político se desvía de su objetivo principal que debe ser, como dijimos, el bien común.

De esta manera, en Aristóteles, el gobierno de uno se llama monarquía cuando es bueno, y tiranía cuando es malo, porque ve sólo por los intereses del monarca; el gobierno de pocos se llama aristocracia cuando es bueno, y oligarquía cuando es malo, porque persigue sólo los intereses de unos pocos, que son los ricos; y, el gobierno de muchos se llama politeia cuando es bueno, y democracia cuando es malo, porque sólo busca los intereses de la mayoría (no de todos) que son los pobres. Es de destacar que, para Aristóteles, entre estas dos últimas formas de gobierno hay una mínima diferencia que es precisamente la que puede haber entre todos y la mayoría; en cambio, entre la monarquía y la tiranía es donde la diferencia es mayor por ser la que hay entre los intereses de todos y el de uno.

Si bien la clasificación aristotélica de las formas de gobierno ha sido una de las más importantes, a lo largo de la historia se han elaborado otras tipologías. Entre las propuestas contemporáneas es de mencionar la clasificación hecha por Hans Kelsen, que comprende sólo dos tipos de gobierno: la autocracia y la democracia. Para este jurista, el único criterio riguroso para distinguir los tipos de gobierno es la manera en que una constitución regula la producción y modificación del ordenamiento jurídico que caracteriza a un Estado de Derecho. Sólo existen dos maneras de producir dicho ordenamiento: desde “arriba” o desde “abajo”. Decimos desde arriba cuando los destinatarios de las normas no participan en su creación; y desde abajo, cuando sí lo hacen.

Para Kelsen, sólo en este último caso los miembros de una sociedad son libres, porque son ellos mismos los que establecen el ordenamiento social y lo que se debe hacer en él; en este sentido, lo que quieren y lo que deben hacer coincide. A diferencia de la democracia, en donde el orden legal del Estado se identifica con la voluntad de los miembros de la sociedad, la autocracia se caracteriza por la servidumbre. Esto se debe a que en una autocracia los miembros de la sociedad están excluidos de la creación del ordenamiento jurídico, que fija lo que se debe hacer sin importar qué es lo que ellos quieran.


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