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4.1.4 Fines ligados a la política

Al arte también se le asigna una finalidad política. Concebidas desde esta perspectiva, las artes son dispositivos argumentales que promueven un proyecto político y los artistas son participantes activos de una lucha. Que el arte tiene este propósito lo prueban los muchos casos de censura a las obras artísticas, así como de persecución, encarcelamiento e incluso asesinato de artistas. Lo confirma también el hecho de que las relaciones entre el creador y el poder se han venido tensando desde el Renacimiento, pues a partir de entonces los artistas comienzan a emanciparse del mecenazgo y el servicio a las cortes. Incluso lo prueba la acogida que tienen ciertas obras por ideólogos, grupos políticos y gobiernos.

Catedral de la ciudad de México
Catedral metropolitana de la ciudad de México
© Dante Bucio.

Ciertamente, el carácter social del arte trae consigo un contenido político, pero aquí se habla de que se atribuye a las obras artísticas la posibilidad de cumplir una función concreta en el campo de la política, lo que puede observarse en varios casos. Esta atribución surge en ocasiones de los propios artistas, a veces de la crítica, de los políticos o del público.

El Guernica, realizado por Picasso en 1937, es una obra pensada para cumplir una función política. Por un lado, surge en el contexto de la guerra civil española y se refiere a ésta —el bombardeo del 26 de abril sobre la población vasca de Guernica, llevado a cabo por fuerzas alemanas aliadas de Francisco Franco—; por el otro, habrá de instalarse en el pabellón del gobierno republicano español en la Exposición Internacional de París de aquel año, de modo que representaría una denuncia ante el mundo. Además, la obra fue pedida a Picasso por el gobierno. Rudolf Arnheim escribe al respecto: "El encargo pasado a Picasso le pedía traducir en una imagen el sentido del drama de su patria arrasada por los fascistas."

El teatro de Bertolt Brecht muestra la manera en que una intención política sustenta una concepción artística. El dramaturgo alemán se plantea de manera explícita la tarea de contribuir a una toma de conciencia de clase en los espectadores, lo que significa abordar una tarea política. El contenido de las obras y su tratamiento responden a este propósito.

Muchas de las obras clave de la Antigüedad muestran cómo el arte sirve a un proyecto o personaje político. La escultura latina, pródiga en bustos de monarcas, es un claro testimonio de ello: en ésta, los géneros y los temas han sido dictados por la política. La Columna de Trajano —considerada paralelamente una pieza artística y un texto propagandístico— es el caso de una obra donde se engrandecen las victorias del emperador Trajano contra los dacios.

No será otra la intención de la pintura europea que hacia el siglo XVI expone como tema la conquista de México: constituye al mismo tiempo una justificación del imperialismo español y una apología de sus tropas. El trasfondo de esta pintura recuerda el cartel de James M. Flagg, quien diera forma definitiva al Tío Sam y a la leyenda I want you for US Army, porque ambos, pintura y cartel, ensalzan el sistema de valores que hace admisible la guerra.

Estos últimos casos se sitúan en la esfera de la propaganda, extremo de la finalidad política del arte. El realismo socialista constituye la corriente por excelencia donde se funden arte y propaganda. Desarrollado particularmente en la desaparecida URSS y la China comunista del régimen de Mao Tse- Tung, el realismo socialista consistió en un arte del Estado y para el Estado. En general, se critica al realismo socialista el hecho de haber coartado la libertad del creador, pues era el Estado quien dictaba los temas de las obras y definía en gran medida los tratamientos.

Por último, la finalidad política del arte se manifiesta también en la lucha que sostienen las minorías raciales, sexuales, lingüísticas y culturales en el mundo occidental para obtener el disfrute pleno de sus derechos ciudadanos. Cada una de las artes y todas en su conjunto han sido útiles a este propósito, pero es posible que sean las artes visuales y el cine las que se reconocen como más efectivas y beligerantes. Un ejemplo claro de la finalidad política del arte en el marco de la lucha de las minorías es el del arte gay: su temática explícita y su estética, calificada todavía como irritante por grupos intolerantes, responden a una necesidad de pronunciarse en el espacio social, cultural y político. De las obras titubeantes de principios del siglo XX al despliegue observable en la primera década del siglo XXI hay un avance en términos de autorreconocimiento y conquista de posiciones en la vida social que ponen de manifiesto la eficacia del arte como instrumento transformador.

A reserva de que el arte gay sea objeto de estudios específicos, se observa ya que su presencia aporta una estética particular, cuyos temas, motivos y recursos amplían el horizonte de las artes reivindicando su finalidad política.


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