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4.1.2 Fines vinculados a la educación

Si bien la finalidad genérica de humanizar al ser humano tiene como espacio de realización el territorio social, otras intenciones atribuidas a las artes, igualmente constituyentes de las personas, tienen como espacio necesario el salón de clases, particularmente en los niveles básicos y preuniversitarios. De una u otra manera, las artes forman parte del currículo escolar. Una afirmación válida al respecto es que así se continúa una línea que procede desde la Antigüedad clásica; otra, que la sociedad sigue visualizando las artes como un instrumento formativo que redunda positivamente en las personas.

Al documentar la enseñanza del arte en la escuela contemporánea de Occidente puede observarse cómo se le atribuyen distintas finalidades que responden a diferentes marcos de referencia. En Educar la visión artística, Will Eisner señala que al estudiar la justificación que sustentaba la enseñanza de las artes en las escuelas estadunidenses hacia la segunda mitad del siglo XX, encontró que se atribuyen al arte las siguientes finalidades:

Servir como un espacio de distracción posterior a las actividades escolares.
Permitir a los alumnos la liberación de emociones encerradas.
Desarrollar el pensamiento creativo de los alumnos.
Servir a los alumnos como puente para acceder al conocimiento de otros campos.
Promover el desarrollo de las habilidades psicomotrices de los alumnos.

Se trata, de acuerdo con Eisner, de justificaciones contextualistas que no apuntan al aporte específico del arte, pero concede su pertinencia en la medida en que, en efecto, las artes pueden representar un espacio lúdico, son el vehículo de la expresión, favorecen el desarrollo de la creatividad, guardan relación con los demás campos del conocimiento, y contribuyen al dominio de habilidades psicomotrices.

Cabe decir que, aunque dichas finalidades se encontraron en la escuela estadunidense, se han reflejado en la educación latinoamericana y por ende en México, de modo que no es extraño que también en el contexto nacional se atribuyan al arte las finalidades enlistadas. Interesa destacar que los fines en cuestión se atribuyen a las artes porque, debido a la manera en que son concebidas y ejecutadas, las otras asignaturas pasan de largo por aquellos aspectos, de manera que sólo en la enseñanza de las artes se ve la posibilidad de abordarlos en beneficio de la formación de los educandos. Este hecho muestra cómo los fines que nos ocupan equilibran la formación de las personas.

El currículo de la educación básica y preuniversitaria se ha transformado en el mundo durante la primera década del siglo XXI. El cambio que aquí compete señalar se refiere a los fines que se atribuyen al arte. Una revisión general del problema pone de manifiesto que la reflexión producida en el lapso que va del final del siglo XX al inicio del XXI se proyectó sobre los programas de artes.

Las ideas de Eisner, Arthur Efland y Howard Gardner, entre otros autores, permean el currículo escolar, lo que se traduce en atribuir a las artes la finalidad de promover la sensibilización y la creatividad, redefinidas como procesos cognitivos superiores. El currículo nacional se ha transformado ya en este sentido, de modo que la enseñanza de las artes tiene como objetivo aportar a los educandos los elementos que, siendo propios del arte, contribuyan al desarrollo de dichas facultades. Este enfoque trasciende ideas anteriores, como aquellas que circunscribían la esfera de lo artístico al relato de su historia, a la sola práctica, o identificaban el arte con lo ornamental.

La lectura del cambio descrito es que la nueva finalidad no desplaza a las anteriores; antes bien las integra para situarlas en un nuevo marco, donde lo artístico se reconoce como un campo específico similar a los demás en cuanto que tiene sus propios problemas, métodos y aportes.


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