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1.1 EL DISCURSO MEDIÁTICO

Venus de Milo

Venus de Milo, siglo II a. C.
Fotografía de Livio Andrónico / CC BY-SA 4.0

Los medios de comunicación a que nos referimos son la prensa, la radio y la televisión en sus formatos tradicionales y digitales, así como internet. Son medios de comunicación que no se califican a sí mismos como culturales ni pertenecen a instituciones relacionadas con la educación, reciben financiamiento de éstas o se ven obligados a aplicar políticas para la difusión o preservación de la cultura. Hablamos, pues, de medios ubicados en la industria del ocio administrado, que son una mayoría de los operadores en el orbe.

Los medios así caracterizados coinciden en su concepción de arte, de ahí la consistencia del tratamiento que le dan. Dicha coincidencia tiene su origen en:

Un mismo concepto de público.
Una misma relación con el público.
La asunción de un mismo papel social y sus intereses, tanto manifiestos como implícitos.

Es insoslayable hablar de la relación de este tipo de medios con el arte porque la reestructuración de la sociedad a partir del despegue de las comunicaciones, la expansión del fenómeno que llamamos globalización, y la creación y fortalecimiento de consorcios transnacionales de entretenimiento han situado a los medios en el centro de las varias tensiones en que se debate la sociedad contemporánea. De manera particular, los medios se han arrogado la producción de contenidos para el consumo, acudiendo en una mayoría de los casos a productos estéticos. Las teleseries son el sucedáneo mediático de la tragedia; las revistas humorísticas, de la comedia, y las revistas musicales de la ópera, la opereta y el concierto. Ya los pensadores occidentales de la segunda mitad del siglo XX veían a los medios como reguladores de la acción social y, por ende, como reguladores del arte.

Así, al finalizar el primer decenio del siglo XXI, los medios de comunicación han consolidado un discurso sobre el arte que se caracteriza por la sublimación de las expresiones tradicionales, la explotación de los estereotipos, la banalización de los contenidos y de las formas del arte, la anulación de su carácter crítico y la puesta en duda del arte contemporáneo.


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