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INTRODUCCIÓN

Clara Inés Ramírez González | Gibran Bautista y Lugo


México tiene un lugar destacado en la historia de la humanidad. Sin embargo, las visiones que separan la historia universal de la historia de México nos han impedido comprenderlo. Nuestro propósito con esta obra es explicar el lugar que ha tenido México en la construcción del moderno sistema mundial.

Desde finales del siglo XV, los diversos pueblos del planeta comenzaron a integrarse en un sistema común. Empezó entonces lo que los historiadores han llamado la Época Moderna en la historia de la humanidad, o lo que para otros es la historia del capitalismo. Con ritmos desiguales, impulsos y estancamientos, la integración planetaria ha sido el signo que marca desde entonces la historia mundial. Lo que hoy es México ha estado presente en estos procesos desde el principio. Pero eso no quiere decir que la historia de México comienza en el siglo XVI.

Los pueblos que habitaban esta zona de América tenían una historia propia, gestada durante siglos, que había propiciado el desarrollo paulatino de una alta cultura. Sin la milenaria historia americana, la historia moderna de la humanidad no hubiera sido la misma. Los mesoamericanos habían logrado sustentar sociedades densamente pobladas, con una base alimenticia sólida, que después contribuyó a erradicar el hambre de otras zonas del planeta. Tenían una organización social y política compleja que permitía el desarrollo de concentraciones urbanas más grandes que las existentes en Europa durante los mismos años. Toda esa historia acumulada pudo ser aprovechada, violentamente, por el moderno sistema mundial en formación. Millones de seres humanos se integraron a procesos productivos que adquirieron entonces dimensiones nunca antes vistas. La población americana descendió drásticamente, pero en lo que descendía, y aun después, ya diezmada, posibilitó el desarrollo del nuevo sistema mundial.

A esa tradición cultural americana se sumaron, a partir del siglo XVI, otras tradiciones culturales que confluyeron en lo que hoy es México. Las poblaciones humanas más antiguas del planeta, las africanas, primordialmente de origen bantú, fueron traídas violentamente, para integrarse también a los procesos productivos americanos. Hacia el siglo XV, el desarrollo económico y tecnológico de los pueblos africanos era igual o superior al de los europeos, pero la invasión y la guerra que éstos llevaron a aquellas tierras transformaron su historia. Las personas fueron convertidas en mercancía. El trabajo esclavo está, junto al de los indios americanos, en la base del moderno sistema mundial.

Por su parte, Europa recogió en los siglos anteriores al XVI, una tradición mediterránea que ha hecho suya. Siglos de historia acumulada en torno al gran mar interior habían propiciado la formación de tres entidades culturales diferentes, aunque con los mismos principios: el mundo árabe, Bizancio y Europa. Cada uno tuvo sus propias expansiones durante la Edad Media. Desde el siglo VIII, los árabes controlaron las costas del sur del Mediterráneo y se expandieron hacia oriente. Poco después, Bizancio ejerció influencia definitiva sobre los pueblos eslavos hasta Rusia. Más tarde, a partir del siglo XV, Europa comenzó la expansión hacia otros territorios: las islas atlánticas, África y oriente, por un lado, y América, por otro. Europa fue la última en conquistar otros pueblos, pero aprovechó la experiencia de las otras historias mediterráneas.

A principios del siglo XVI, tres historias milenarias se entrecruzan en lo que hoy es México. Ninguna de las tradiciones históricas que forman nuestra sociedad actual permaneció inmutable después de enfrentar a las otras. La sociedad indígena se destruyó y se recompuso, aunque no desapareció. Los pueblos africanos parecen diluirse en la historiografía nacional, pero resisten en las poblaciones descendientes y en las culturas regionales. Y España, en América, cambió tan profundamente como lo hicieron las sociedades indígenas. Nada es igual, todo es nuevo, pero pervive lo anterior. El nuevo orden es el moderno sistema mundial, tanto en el territorio de lo que hoy es México, como en la península Ibérica, en Amberes o el Congo. Lo que pasó en México es parte de la historia moderna de la humanidad.

El primer tema de este texto está dedicado a explicar las historias previas de cada uno de los pueblos que confluyeron en la primera modernidad de México. La primera parte del capítulo se ocupa de los pueblos mesoamericanos, la segunda, de los pueblos africanos y la tercera, de los pueblos mediterráneos.

El segundo tema se ocupa de los procesos que pusieron en contacto a diversos pueblos del orbe, para dar origen a lo que se ha llamado la primera integración mundial. Los historiadores suelen explicar la integración de una manera unilateral: Europa se expande por el mundo y se convierte en el centro de la primera integración planetaria. Visto el proceso desde México esa explicación no resulta coherente. En cambio, parece claro, como se verá en el desarrollo de este tema, que la primera integración involucra, desde el principio, diversos pueblos del orbe. Se trazan grandes rutas comerciales que afectan mercados locales y van modificando la vida de las personas que se ven involucradas en esos procesos.

La vida en lo que hoy es el centro de México cambió, tal vez con más prisa y brusquedad que en cualquier otro lugar de Europa. Indígenas, esclavos africanos y asiáticos, y europeos inmigrantes, quedaron vinculados a la producción de plata. Unos se dedicaron a la extracción directa del metal, otros produjeron insumos para los trabajadores de las minas, otros administraron y controlaron las rutas comerciales. El territorio de lo que hoy es México quedó vinculado al mercado mundial de la plata y lo cruzaron rutas hacia el Atlántico y el Pacífico. Los ejes comerciales giraron en torno a Veracruz y las zonas mineras de Zacatecas y el norte; la ciudad de México fue el centro administrativo; Acapulco, el puerto hacia el Pacífico. La monarquía castellana trató de controlar políticamente esta importante zona económica. Lo logró con dificultad, durante los siglos XVI y XVII, frente a las presiones de otras potencias emergentes, como Holanda, Gran Bretaña y Francia.

En el tercer tema nos ocupamos de la historia del mundo en México durante la segunda integración mundial. Se trata de un largo periodo que va, más o menos, de mitad del siglo XVII hasta el resultado de la Revolución mexicana, y se caracteriza por dos grandes procesos: el desarrollo de la producción industrial y la formación de Estados nacionales.

Los historiadores explicaron la decadencia de las monarquías ibéricas y el ascenso de las potencias comerciales inglesas, francesas y holandesas como una crisis. Pero este proceso europeo no afectó el crecimiento de la economía novohispana; por el contrario, permitió la formación de un espacio comercial en el océano Pacífico, impulsado por el Consulado de la ciudad de México con sedes en Lima y Manila.

Por otra parte, la lucha por la hegemonía entre Inglaterra y Francia tuvo dos escenarios decisivos en América, el norte novohispano y la extensa Louisiana. A mediano plazo, las medidas orientadas a fortalecer la formación de los Estados europeos bajo el signo de la Ilustración, llevaron al rompimiento de los imperios atlánticos y a la emergencia de las naciones americanas.

La formación del Estado mexicano, desde la declaración de independencia hasta la consolidación del régimen posrevolucionario del siglo XX, bajo Lázaro Cárdenas, fue un proceso lento. Intervinieron los intereses de las naciones comerciales europeas, Francia e Inglaterra, y los de las nuevas potencias económicas y militares que se formaron durante el siglo XIX: Estados Unidos, Alemania y Japón. Al mismo tiempo, las luchas de los campesinos y trabajadores delinearon las características internas de la política mexicana durante este periodo.

En el cuarto tema explicamos cómo las nuevas potencias obligaron a un nuevo reparto del mundo que llevó a las guerras mundiales de 1914 y 1945. El orden político y económico que resultó de la segunda guerra mundial, subordinó al Estado mexicano a la influencia económica de Estados Unidos. Se produjeron los procesos de independencia en los países pobres de África y Asia, y en la visión de las grandes potencias y sus historiadores, el planeta pareció dividirse en tres grandes bloques: el capitalista, el socialista y el tercer mundo. Pero el acelerado desarrollo de la producción, el crecimiento de los mercados y la fusión de los bancos con la industria han llevado a la formación de regiones, donde la dominación económica ha tomado preeminencia sobre la política.

Siglos de historia conforman el México de hoy. Acontecimientos remotos, acaecidos en Oriente o en África son parte de nuestra historia y lo que se vivió en el suelo mexicano es parte de la historia de otros pueblos. La comprensión precisa de lo que somos debe explicarse con una visión amplia, como la que hemos querido desarrollar en este libro.


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