conocimientos fundamentales

| filosofía | las artes y la belleza

Página anterior Página siguiente





7.4.3 Más allá del creador

¿Delirio o razón? ¿A qué atiende esta pregunta? ¿Interroga sobre el sentido de la obra o sobre los procesos mentales del artista? ¿Se trata de dar cuenta del arte o de la “psicología del artista”? Buena parte de la estética contemporánea —la hermenéutica, por ejemplo— ha dejado de cuestionarse sobre el acto creador y el creador, pues considera que ese camino conduce hacia un “psicologismo” que se preocupa y ocupa mucho más por explicar qué pasa en la cabeza del artista que por la obra de arte.

¿Preguntar por el artista me dice algo de la obra? ¿Decidir si el artista estaba en un estado alterado de conciencia, iluminado o inspirado me dice algo sobre la obra? ¿La obra habla del artista y sus estados mentales? ¿Don Quijote de la Mancha habla de Don Quijote y Sancho Panza o de Cervantes?

Desde cierto horizonte de reflexión se considera que el artista vuelca su subjetividad en la obra y que ésta es el receptáculo de sus afectos y emociones, de sus pasiones e ideas. La obra le pertenece al artista puesto que es él mismo transpuesto o convertido en arte. De ese modo, leer Don Quijote de la Mancha es encontrarse cara a cara con Cervantes, y escuchar una pieza de Chopin es sentir la tristeza del compositor.

La obra, así vista, es el puente que permite la comunicación entre el autor y el receptor. De ahí se sigue que comprender la obra es comprender a la persona que la creó, como si el arte estuviera conformado de fragmentos de biografías. Desde esta perspectiva, la comprensión del autor y la reconstrucción de su mente por parte del espectador es fundamental para interpretar el arte (por ello el estudio introductorio de muchas ediciones de libros de literatura comienza con la biografía del autor).

Hegel, cuya filosofía señala la fuerza de la comunidad o colectividad en la construcción de la historia, ya no considera que el arte sea cuestión del individuo singular, sino la expresión de un pueblo. El artista es el vehículo de los sentimientos y el pensamiento de una cultura, de la humanidad misma, ya que el individuo no está autoconformado, no se da un ser a sí mismo. En todo caso, su ser es el resultado de la interacción con el mundo y con los otros (como dice Ricoeur, el “yo” se forma después del “tú”). Esto es justo lo que se manifiesta en el arte: no una individualidad, sino una colectividad. En ese sentido, leer El Quijote no es enfrentarse a Cervantes, sino a una época que habla por medio de Cervantes (el artista como médium).

A partir de estas consideraciones, el artista deja de ser relevante, pues, como afirma Heidegger, es solamente un paso hacia la construcción de la obra. Lo fundamental es la obra misma y, por supuesto, la historia, el contexto, la comunidad, el espíritu de un pueblo. Desde ahí, Gadamer se centrará en la obra (como representación de una visión del mundo) y su recepción. Lo que ya no entra en el análisis es el autor ni la psicología del artista; el problema del genio creador pierde su pertinencia dentro de la teoría, aunque se queda arraigado en el sentido común y en la vida cotidiana, en los que se defiende que el arte es cosa de genios e inspirados. El problema del autor tiende a deslizarse hacia el problema del análisis y la comprensión de la obra. Es tiempo de reflexionar sobre la recepción.


Inicio de página