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1.3.3 Verdad

La verdad se atribuye al contenido de los enunciados que integran un argumento. Cada enunciado comunica una idea completa y es a ella a la que le podemos asignar un valor de verdad; esto es, lo que se afirma es o verdadero o falso. Decimos que un enunciado es verdadero si aquello que expresa corresponde con los hechos tal como los conocemos; en otras palabras, si corresponde con lo que comúnmente llamamos realidad. En el caso de que la idea que se manifieste sea distinta de lo que ocurre en los hechos, entonces se le asigna el valor de falso.

Hay enunciados a los cuales podemos calificar de verdaderos o falsos de manera relativamente fácil. Algunos ejemplos de enunciados que es fácil calificar de verdaderos o falsos son: hoy es lunes, está lloviendo, mi automóvil es blanco, México es un país. Para reconocerlos como verdaderos o falsos apelamos al conocimiento de nuestros sentidos o a la información verificada con la que ya contamos.

Sin embargo, hay enunciados que pueden contener información que no nos es familiar y por ello no podemos determinar su valor de verdad de manera tan espontánea. Por ejemplo: la bolsa de valores sufrió importantes pérdidas el año pasado; Jalisco está más cerca de Morelia que de la ciudad de Aguascalientes; en el país es más barata la producción de etanol que la industrialización del petróleo; los neurotransmisores son altamente estimulados con la ingestión de leguminosas.

Para calificar de verdaderos o falsos estos enunciados tenemos que recurrir al conocimiento que nos ofrecen algunas disciplinas con el fin de informarnos debidamente o, incluso, realizar una investigación. Es aquí donde vale la pena introducir otro criterio para la evaluación de los argumentos: cuando no podemos afirmar la verdad de los enunciados debemos pedir, al menos, su verosimilitud.


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