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3.2.3 Estrategias para iniciar el proceso de escritura

El poeta Valmiki enseña el Ramayana

El poeta Valmiki enseña el Ramayana, Escuela Kangra, siglo XVIII.

Quien escribe debe tener presente que está ante un proceso altamente recursivo, un proceso que no es lineal, que no se acaba en la primera sentada, que se revisa constantemente tomando en cuenta diversos aspectos, como la representación del destinatario, el propósito de la escritura, el contexto desde el que se escribe; es decir, la situación comunicativa en la cual se inserta el texto que se escribe. Para ello es necesario hacer uso de estrategias diversas para adquirir información o sumar a ésta la que ya se posee.


Quien escribe lee, busca información y la registra

La escritura de cualquier texto equivale a la realización de diversas acciones conectadas entre sí. Una de ellas, primordial, se relaciona con la lectura y relectura de diversos textos. Se debe leer para escribir y viceversa.

Antes de iniciar la escritura, se lee para:


Etapas del proceso de escritura

La planificación, la redacción o textualización y la revisión o evaluación. Quien escribe, como se ha mencionado previamente, debe tener claro de qué va a escribir (tema), quién es su destinatario (para quién escribe), cuál es el propósito de su escrito (exponer un conocimiento, narrar una anécdota, convencer a alguien de algo), así como el género con el que podrá cumplir sus objetivos (resumen, monografía, artículo de divulgación, etc.). A esta primera fase se le denomina planificación o planeación.

La redacción o textualización consiste en que las ideas generadas durante la planeación se transformen en texto. Aquí se estructuran los párrafos, se organizan los conectores de acuerdo con el tipo de texto que se escriba, se cuida que el texto atienda al tipo de receptor, entre otros aspectos. Finalmente, se hace una revisión del conjunto o evaluación de lo escrito en la que se atiendan los aspectos derivados de la planeación y de la textualización. En la fase de evaluación se revisa, se reescribe, se corrige.

La escritura de un texto expositivo está orientada hacia un lector al que se comunica una información.

La planificación

En el momento de la planificación, un primer aspecto a tener en cuenta es el tema o problema que se pretende resolver y la manera en que esto se logrará. En esta fase se analizan las alternativas de trabajo y las posibles consecuencias; asimismo, se sopesa el sentido del proyecto de escritura.


La textualización

Una vez que se ha planificado el texto que se escribirá, inicia la fase de escritura, la fase de la textualización; ésta se compone de distintos momentos en los que se hace evidente la organización de las ideas y el propósito del trabajo que se ha definido durante la planificación. Escribir el texto o textualizar equivale a convertir las ideas sueltas de la planificación en un lenguaje visible y organizado. En esta parte del proceso de escritura, quien escribe debe tomar en cuenta todos los requisitos de la lengua escrita, desde la organización del texto hasta los aspectos léxicos y ortográficos.

En la etapa de la textualización, quien escribe debe tomar distintas decisiones que van desde las que atienden al género que se escribirá (por ejemplo, un informe de investigación) hasta seleccionar lo que sirve o no de todo lo que se ha reunido durante la fase de la planificación. Esto debe hacerse con el propósito de que el texto final sea coherente, bien cohesionado, que conecte datos e ideas entre oraciones y párrafos, que use un registro adecuado para el receptor, que seleccione el léxico acorde con el tema tratado.

En un texto expositivo, se organiza el tema o problema en tres partes: una introducción, el desarrollo o cuerpo del trabajo y una conclusión. En el cuerpo del texto se incorporan los elementos gráficos del orden temático, las citas textuales que deberán utilizarse con la debida precisión y ética, y el registro de las fuentes a las que se acudió para hacer el trabajo; el registro se hace cuando el trabajo propiamente de escritura ha concluido y se relaciona la bibliografía.


Partes de la textualización

1. Introducción. Se ubica el tema en el campo del conocimiento; se precisa quiénes son los receptores del trabajo, y se determina el nivel de información que poseen para adecuar el texto a esas condiciones. En la parte introductoria, casi siempre se realiza un resumen del propósito del trabajo, así como de su enfoque y alcance.

2. Desarrollo o cuerpo. De acuerdo con la planificación (esquema o punteo que servirá para formar el índice), en el desarrollo se expone lo central del tema o problema. Por lo general, el trabajo se organiza en apartados o en títulos y subtítulos numerados. En la parte del desarrollo, el emisor pone una mayor atención al uso de paratextos para organizar la geografía del texto. Es también en esta parte donde se inserta casi la totalidad de las citas textuales que sirven para afianzar el tema, dar autoridad a una postura y mostrar a los lectores cuál es la inclinación del tratamiento del tema. En esta parte de la textualización, sobre todo, se debe percibir con toda claridad el orden lógico de la exposición del tema; la coherencia del texto debe ser evidente en la progresión temática.

3. Conclusión. Es una forma de resumen, aunque diferente al que se hizo en la introducción. En esta fase de cierre se recupera en síntesis lo que se ha dicho antes y se añade algo más para mostrar a los receptores los alcances tanto del proceso que se realizó como del tema y su orientación. Al ser un momento de conclusión, puede recomendarse algo sobre el tema tratado, destacarse ciertos asuntos como primordiales, plantear una interrogación sobre el tema que se abordó o resaltar el estado de lo investigado de acuerdo con los avances conseguidos.

4. Bibliografía. Es el registro de las fuentes de información consultadas. Pueden ser fuentes de distinto rango: libros, revistas, periódicos, videos, películas, museos, Internet, entre otras. La bibliografía aparece siempre en orden alfabético, iniciando por el apellido del autor. Aunque hay diversas maneras de organizar una ficha bibliográfica, los datos que nunca pueden faltar son: nombre del autor o autores iniciando por los apellidos, título de la fuente, editorial, lugar de publicación y año.

Textualizar equivale a tomar decisiones de distintos niveles. Escribir un texto expositivo es cuidar el avance lógico del tema, saber cómo se va a expandir, cómo va a crecer sin que haya repeticiones y recurrencias que lo hagan oscuro. Al amplificar el tema, quien escribe un texto expositivo debe hacer buen uso de recursos como la ejemplificación, paráfrasis, justificación, inserción de alguna clase de comentarios y aspectos gráficos (cuadros, gráficas, mapas mentales). También se recurre a las citas textuales para explicar el punto de vista de quien hace el texto, apoyándose en lo que alguien más ha dicho, y para hacer que la información avance con la inclusión de otras voces.

Un elemento de la escritura de textos expositivos que sirve para expandir y organizar el texto son los conectores; éstos también ayudan a resolver la progresión temática; es decir, la coherencia, para dar sentido a la relación que se establece entre quien escribe y quien lee.


Propiedades del texto

A continuación se presentan los mecanismos que permiten planificar el efecto de coherencia que se pretende conseguir en el texto.

  1. Adecuación. Es una forma de elegir las palabras que resultan más apropiadas en una situación comunicativa determinada. Siempre se consideran las características del receptor y la reacción que se pretende conseguir de éste. La adecuación se ajusta a los distintos aspectos de la situación comunicativa: usos de primera o tercera persona, elección de un determinado léxico, registro formal o informal. El registro equivale a "maneras de hablar" y también contribuye a la adecuación (o inadecuación) de la expresión oral y escrita pues produce un determinado tono de acuerdo con la intención con la que alguien se dirige a los receptores (agradar, irritar, ridiculizar, adular, explicar, convencer, informar, etcétera).
  2. Coherencia. Es una propiedad textual que hace que el contenido de un texto gire en torno a un tema o referente; es decir, que tenga unidad temática. La coherencia depende de la manera lógica en la que se estructura el texto, considerando que cada parte debe relacionarse con la que le sigue para que se note la progresión textual, la organización en secuencias. Escribir un texto coherente equivale a mostrar a los lectores una ruta clara de cómo leer una información; asimismo, los obliga a hacer inferencias y a relacionar los conocimientos previos con los nuevos.
  3. Cohesión. Es la relación entre oraciones y párrafos; ligar las partes de tal forma que entre una idea y otra no haya ruptura, sino que se note continuidad. Los mecanismos para cohesionar un texto son distintos; por ejemplo, la sustitución de palabras por pronombres o sinónimos. Pero quizá el recurso de cohesión más importante es el uso de conectores de distinto tipo que sirven para relacionar ideas o párrafos. Un recurso también fundamental para conseguir la cohesión en un texto es el uso adecuado de la puntuación.
  4. Aspectos normativos. En esta propiedad se engloban todas las condiciones de carácter gramatical, sintáctico y ortográfico que son necesarias para producir un texto en cualquier ámbito de uso pero de manera más enfática durante la vida académica.
  5. Disposición espacial. Es la forma en que se organiza el espacio (la hoja en blanco) de acuerdo con el propósito del texto y su estructura: márgenes, sangrías… pero, sobre todo, el cuidado de los párrafos, pues éstos proyectan, en primera instancia, una impresión visual que invita o no a la lectura y, en segundo término, dan estructura al contenido del texto.

Debe destacarse que, aunque se haya planificado mucho, lo que se escribe durante la textualización no tiene un carácter definitivo. Por el contrario, la textualización inicia con una fase de elaboración de borradores, textos intermedios que no son todavía el definitivo.

Los borradores permiten aprender con base en el error. Es falso que el trabajo está terminado cuando se "ve limpio"; quizá "ensuciarlo" un poco con tachones, reflexiones, y revisiones, es la mejor garantía para entregar un trabajo en el que la conciencia del error contribuyó a la calidad final.

La actividad relacionada con el borrador tiene un carácter de socialización. Permite que otros lean lo que hicimos y puedan mostrarnos algunas fallas en nuestro texto relacionadas con los aspectos que previamente se han tratado: adecuación (registro, tono, formalidad), coherencia (si progresa el texto o no, si la estructura es adecuada), cohesión (conectores, puntuación, correlación entre partes), aspectos normativos (ortografía, sintaxis) y disposición espacial (si hay párrafos demasiado largos o cortos, si no hay espacios visuales que permitan ver cómo se estructura el texto).

En la etapa de revisión de borradores, se aconseja, además del respeto al otro y la autocrítica, trabajar con algunas marcas que indiquen al estudiante cuáles son los aspectos que deben corregirse. Un código de marcas simplifica la autocorrección.

Utilizar el borrador equivale a comprender la importancia de los distintos procesos de la escritura, de sus etapas y el sentido de éstas para que las producciones sean adecuadas y cumplan con su propósito comunicativo.


La revisión

Una condición fundamental de quien escribe y ha atravesado por los procesos de planificar y textualizar un escrito, de acuerdo con un propósito, es la de revisar lo que hizo. Con antelación se ha planteado la importancia de trabajar con borradores, una forma previa a la revisión general del producto terminado. El borrador o los borradores han permitido avanzar hacia el "trabajo en limpio" con más seguridad.

En esta última etapa del proceso de la escritura se hace una revisión general que permita identificar y resolver problemas textuales de distinto signo; revisar, verificar, corregir (si fuera el caso) la producción escrita. Habrá que recordar que la escritura es una actividad recursiva y que en cada una de las etapas debe revisarse lo que se escribe; sin embargo, después del trabajo con los procesos de planificación y textualización, la última etapa, la de la revisión debe ver al texto en su conjunto, como texto, como totalidad.

A quien escribe no se le pueden dar herramientas únicas para hacer la revisión de los textos, aunque antes se ha hablado de un código de corrección que ayuda mucho. La etapa de la revisión es compleja y cada escritor pone a funcionar diversas estrategias para realizar esta parte del proceso de escritura. Mientras se lee el texto acabado, se descubren pequeñas imperfecciones o quizá grandes problemas de coherencia, por ejemplo. Debemos revisar nuevamente la situación comunicativa de la que partimos al hacer el trabajo: quién es el receptor de mi texto, de qué trata (la definición del tema), en qué contexto lo produje y cuál fue el propósito y si éste fue cumplido. Es decir, se debe revisar si el texto escrito es comunicable en las mejores condiciones; si alcanza el propósito que se determinó desde un principio.

La fase de la revisión requiere tiempo y dedicación; se debe estar en condiciones de tachar, modificar o eliminar párrafos que en un principio parecían adecuados y hasta brillantes. Quien se revisa, se evalúa; aprende a mirar su propio trabajo, a detectar los problemas y a solucionarlos; reescribe si es preciso.

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