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1.2 TODOS SOMOS LECTORES Y ESCRITORES

Anuncio de periódico

Anuncio de periódico, 1907.

Cada día "leemos" una infinidad de textos, a tal grado que casi no nos damos cuenta. Al saludar en la mañana, el "buenos días", dirigido a un familiar o a un compañero, ya constituye un texto que interpretamos como una forma de cortesía o de relacionarse, de iniciar una conversación o simplemente como un buen deseo para algún interlocutor. Tal vez al levantarnos "leemos" el periódico o una revista. En el camino a la escuela o al trabajo, sin duda "leemos" mensajes publicitarios en carteles monumentales, escuchamos e interpretamos distintos mensajes que nos llegan por la radio. Si estamos leyendo una novela o un ensayo, avanzamos un poco más, si tenemos que presentar un examen o participar en alguna clase hojeamos los apuntes… Lo cierto es que siempre estamos "leyendo"; en general, la calidad de lector no se cuestiona, todos somos lectores.

Sin embargo, no sucede lo mismo con la calidad de escritor. Para el imaginario colectivo, o el conjunto de imágenes de la realidad que nos formamos los seres humanos, un "escritor" es el que escribe literatura, novelas, poesía y, para ello, "hay que tener talento". Todos los maestros, periodistas, científicos, burócratas, estudiantes, trabajadores que escriben a diario no son "escritores", o al menos no se les considera como tales. Pero de los millones de textos que se producen a diario, el porcentaje de obras literarias es mínimo.

Desde mediados del siglo pasado, las ciencias del lenguaje han puesto su atención en los textos. En un ejercicio rápido de reflexión en torno a la variedad de textos con los que tenemos contacto, podemos encontrar al menos los siguientes:

  1. Textos periodísticos, desde los anuncios clasificados hasta los artículos de opinión, inserciones, esquelas, etcétera.
  2. Reportes o informes en las instituciones gubernamentales, actas y notificaciones judiciales, notas, oficios, recados, correspondencia oficial.
  3. Discursos, declaraciones.
  4. Trabajos académicos, escolares, tesis, reportes de investigación, protocolos, proyectos.
  5. Textos publicitarios.
  6. Listas diversas (de supermercado, asuntos pendientes), agendas, apuntes.
  7. Bases de datos, presupuestos, declaraciones de impuestos, currículum vítae.
  8. Correspondencia personal, correos electrónicos.
  9. Mensajes cortos en teléfonos celulares, chat.

De manera que, si aprendimos el código, todos somos escritores, pues todos escribimos algo y somos capaces de comunicarnos por escrito. Pero quizá esa imagen del escritor que todos tenemos sea la causante de que nos cueste tanto trabajo escribir. Como creemos que sólo los "escritores" escriben bien, le tememos a la escritura, sobre todo en el ámbito público. Es casi seguro que la mayoría de nosotros jamás será un gran escritor literario —lo cual no quiere decir que no lo intentemos—; no obstante, todos podemos hacer un esfuerzo por expresarnos en forma escrita —también en forma oral— del mejor modo, sólo hay que proponérselo y practicarlo.

Leemos para aprender, para ampliar nuestros conocimientos, para comprender el mundo que nos rodea, y escribimos para plasmar lo aprendido y lograr metas diversas. Leemos para nosotros y escribimos para los demás. Son procesos semejantes, pero inversos, y responden a mecanismos y habilidades diferentes. No siempre un buen lector es un buen escritor, ni viceversa; mas tratar de manejar lo mejor posible ambas habilidades siempre es de gran ayuda.

Actualmente, la sociedad exige de nosotros que sepamos construir textos comunicativos; es decir, que sepamos usar nuestra lengua, ya no que la conozcamos en teoría, sino que la usemos de la manera más adecuada para cumplir los propósitos que nos llevan a comunicar mensajes.

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