conocimientos fundamentales

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INTRODUCCIÓN

Tatiana Sule


N
uestra lengua es el medio y el mecanismo más perfecto de comunicación entre los seres humanos, es precisamente la que nos hace diferentes de los animales. Es tan natural y cotidiana que no nos damos cuenta del momento en el que la adquirimos en contacto con la familia y con el entorno en el que crecemos. Desde muy pequeños somos capaces de comunicarnos; conversamos, contamos historias, nos quejamos, expresamos nuestros sentimientos. Al mismo tiempo, aprendemos a “leer”, a interpretar el mundo que nos rodea. Más adelante, en la escuela, nos enseñan el código que nos permite leer y escribir.

A lo largo de la vida tenemos vivencias de toda índole que se van almacenando en nuestro cerebro, que hemos procesado, asimilado e incorporado a una larga lista de conocimientos útiles para poder enfrentarnos a un mundo cada vez más complejo y demandante de muchas y distintas competencias y habilidades. Todas esas vivencias y conocimientos son susceptibles de verbalizarse: es decir, se pueden comunicar. Pero la comunicación no se da de una sola manera. Nos ponemos en contacto con los demás, mediante la lengua, con propósitos diversos y de distintos modos; para ello, construimos mensajes, vale decir, textos que poseen estructuras más o menos fijas.

Si bien es cierto que tener conocimientos teóricos sobre la lengua es algo deseable, saber usarla de una manera adecuada es imprescindible. Las corrientes lingüísticas de las últimas décadas han centrado sus estudios en el uso de la lengua. En un ejercicio muy rápido de reflexión, podemos preguntarnos si hablamos y escribimos igual con todos nuestros interlocutores. Sin duda la respuesta será no. Con mayor o menor eficiencia, al usar nuestra lengua, nos ubicamos en los diversos contextos, reconocemos la situación y el momento en que se produce la comunicación lingüística, conocemos las características de los interlocutores y adaptamos nuestros textos a tales circunstancias.

Resulta una necesidad de nuestro inicio de siglo conocer los aportes de las nuevas corrientes que ponen énfasis en la necesidad de entender, como objeto central de la formación en temas lingüísticos, el aprendizaje de competencias comunicativas (saber hacer cosas con las palabras) y no sólo un conocimiento formal —y a menudo efímero— sobre el sistema lingüístico (saber cosas sobre las palabras). Ese saber hacer cosas con las palabras es lo que hoy entendemos como comunicarse con textos que sean lo más correctos, coherentes y adecuados según cada caso.

En consecuencia, en esta sección dedicada a la lengua española se presentan las estructuras textuales más comunes utilizadas por los que hablan y escriben para transmitir sus mensajes en distintas situaciones de intercambio comunicativo. Este conocimiento permite tener un mejor manejo de los procesos comunicativos, es decir, ser más competentes para decidir qué decir, cómo decirlo, cuándo decirlo, para qué decirlo, e incluso, cuándo callar, con el fin de que lo que queramos comunicar logre su propósito.

Se trata de habilidades y conocimientos lingüísticos pero también sociales, en última instancia, los procesos que se ponen en marcha al comunicar y comunicarnos van más allá de la vista, el oído, la articulación de los sonidos o los movimientos de los dedos al escribir. Gran parte de la interpretación o la comprensión que se produce al intercambiar mensajes está relacionada con la información y los saberes que están fuera del texto.

Saber comunicar y comunicarnos de manera eficiente en nuestra lengua nos permite una mayor y mejor participación como ciudadanos en el ámbito público y como individuos en nuestra vida privada.

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