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1.1.3 La banalización de los contenidos y formas del arte

Los medios banalizan los contenidos y las formas del arte como resultado de una pobre conceptualización. De hecho, al insistir en la idea de que el arte se ubica por encima de todos los productos humanos, propone que sus contenidos son inmateriales. Existe una aparente contradicción entre la sublimación del arte y su banalización, pero el discurso mediático la resuelve de manera simple y exclusivamente retórica: ya que la sublimación es un artilugio, la banalización no constituye su opuesto, en realidad, sino su extensión.

Banalizar es un recurso que ridiculiza, fragmenta y desnaturaliza a un objeto, idea o sistema con el propósito de nulificarlo. Los medios no pretenden otra cosa en relación con el arte: banalizarlo es ridiculizarlo, fragmentarlo, desnaturalizarlo bajo el argumento de que simplificarlo es hacerlo accesible a los públicos. Lo mejor —plantea el discurso mediático— es pensar que la plástica es decorativa, que la música es universal, que la danza es belleza en movimiento y que el cine ofrece la mirada de un creador.

Pasados por el tamiz de la trivialidad, los contenidos del arte devienen un pretexto, un elemento subsidiario de la forma si es que, en realidad, se acepta la presencia de un contenido. En tal caso, se trata de contenidos rebasados por la historia y la realidad, acotados a su contexto específico. Este recorte opera en el circuito de la banalización. A la luz del discurso mediático, La guerra y la paz, de León Tolstoi, sería la crónica de la invasión napoleónica a Rusia, pero no un metarrelato acerca del imperialismo; por su parte, la pieza El Mesías, de Georg Friedrich Händel, sería la glorificación de Jesús, pero no el posicionamiento de la Iglesia protestante frente al advenimiento de el Mesías, el enfoque gozoso de la venida de Cristo, ni una relectura de la Biblia.

En el discurso mediático se da por descontado que las obras artísticas son reducibles a una tesis y que dicha tesis coincide (por arte del discurso mismo) con la política cultural de los medios. En este sentido, se desmonta la complejidad que generalmente motiva y se desarrolla en la obra artística. Las meninas, de Velázquez, son sólo un retrato de circunstancia, una graciosa estampa de la monarquía española.


La anulación del carácter crítico del arte

El discurso mediático anula el carácter crítico del arte a partir de la ponderación de otros elementos, propios o no de la obra artística, como algún elemento de la forma o del contexto. Independientemente de que el carácter crítico del arte puede no ser un atributo que valga para definir las obras artísticas de cualquier momento histórico, lo cierto es que otro discurso —el académico— ha propuesto una lectura de este tipo para todas las obras artísticas, con excepción del arte prehistórico. En este sentido, suprimiendo el carácter crítico del arte, el discurso mediático se erige como un contradiscurso.

Al nulificar el carácter crítico del arte, los medios ofrecen un objeto mutilado del cual queda solamente la forma. Ésta, entonces, encarna la identidad del arte, por lo que entre forma y arte se crea una relación de equivalencia. Es por ello por lo que los medios convierten la descripción en el único instrumento disponible para ahondar en las obras artísticas. Cuando, por ejemplo, se anuncia al auditorio que escuchará la Sonata en Si Menor Longo 449, de Doménico Scarlatti, se piensa que se ha dicho todo cuanto podía decirse de la pieza, dejando fuera una serie de atributos de la mayor importancia, como la pretensión misma del autor. Esto no significa que la descripción sea prescindible, pero sí subraya que es insuficiente para dar cuenta de una obra.

Desprovisto de su carácter crítico, el arte queda a un paso de ser tan sólo un objeto ornamental; por eso en la lógica de los medios de comunicación es canjeable por otros objetos que son decididamente ornamentales. De esta manera se crea el imaginario de que el arte se traslapa con lo ornamental.


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